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La cultura de la pobreza |
Frente al eclipse del sistema feudal, las masas campesinas, hambrientas y aparentemente cubiertas por el paternalismo de los señores feudales, irrumpen en el nuevo sistema como necesarias fuerzas de trabajo, tan hambrientas y miserables como antes. La burguesía buscó explicaciones a la pobreza, desde conceptos que cerraran el paso a cualquier interpretación conflictiva para el orden de la nueva sociedad. Desde un principio, los economistas del capitalismo ubicaron la cuestión bajo una concepción individual: el desarrollo personal y colectivo, depende de la actitud de los individuos en lograr la riqueza. Adam Smith y especialmente Malthus, fundamentan la necesidad de la pobreza. La ubican como el mecanismo regulador del crecimiento demográfico, de acuerdo a las posibilidades de la sociedad, y como una amenaza, cuya única vía de salvación es el trabajo. Una conclusión importante de este enfoque, es que la pobreza no es una consecuencia del sistema, al contrario, es el castigo que el capitalismo aplica a los ociosos, a los ignorantes. Los culpables de la pobreza son los pobres. Esta explicación fundamenta a la teoría económica del poder y deja a salvo a la conciencia de economista y poderosos. La caridad, la ayuda, cualquier intervención del Estado a favor de los pobres, es caracterizada como nociva y alarmante. La única posibilidad que Adam Smith y Malthus admiten en la intervención del estado a favor de los pobres, es la creación de escuelas semipúblicas, que enseñen a estos, a salir por sí mismo de la pobreza, esto es, enseñarles a ser in dividuos útiles al sistema. Estas propuestas nos recuerda aquellas lecciones sobre las virtudes del ahorro, que debíamos soportar en la escuela primaria, hasta los años 60, donde nos mostraban la vida miserable que debían sobrellevar los perezosos los que malgastaban sus ingresos, los ignorantes (culpables de ser ignorantes), y como eran salvados por damas nobles y generosas, mediante las famosas “sociedades de beneficencia”. En estos tiempos de pueblos estafados por ministros de economía y banqueros de todas laya, estas lecciones desaparecieron de los programa de enseñanza. La realidad de los comienzos del siglo XXI, nos indica la justeza de la afirmación de Bertold Brecht, hecha hace casi cien años: “Más delincuente que el que roba un banco, es el que funda un banco” Carlos Marx enfocó el problema como el resultado de la organización de la sociedad. Marx sostiene que la pobreza es un derivado natural y necesario de la producción capitalista y del proceso de acumulación del capital. Desde su origen, el capitalismo busca los medios que le permita obtener las máximas ganancias, para ello necesita controlar los medios de producción. En este proceso encuentra dos problemas: uno, el de asegurar su posición: el otro, resolver la utilidad de los excedentes de producción creados por el sistema. Para resolver el primer problema, el poder político le permite instrumentar mecanismos “legales” que garanticen sus privilegios; el poder social, a través del control de los medios de difusión, le permite difundir e instituir su ideología, manejando la información, de manera que la población, sólo tenga conocimiento de aquellas cosas que el sistema le permita. Afirmando la tesis de Carlos Marx, en función de lograr el máximo lucro, el capitalismo crea y mantiene un porcentaje importante de desocupados, lo cual le garantiza controlar y sostener un bajo nivel de salarios, usando a estas masas de desocupados, como rehenes en las negociaciones que se produzcan. Cada sociedad, cada nación, tiene necesidades particulares, socialmente aceptadas, de manera que aquellos que no las tengan resueltas, constituyen el sector de la pobreza. Esta definición, lleva implícita la afirmación de que la pobreza no es la misma en todos los países, lo cual contiene un margen de verdad. Mientras que en EE.U, la posesión de un automóvil y un fuerte paquete de acciones, señalan estar a salvo de la pobreza, en América Latina los equivalentes serían una minúscula propiedad y un ingreso mensual asegurado. El hecho que evitan mencionar los ideólogos del poder, es la íntima dependencia entre el desarrollo en unos países y el subdesarrollo en otros. Según la oficina del Censo de los EE.UU. el 15,1% de la población era pobre en 2010. Pero en 2011 esa cifra trepó al 15,7%. No se veían números tan elevados desde fines de los años 50.en ese país. Tomando como base la idea de que la pobreza se debe a responsabilidades personales, tendríamos que aceptar que tal situación se produce en cualquier lugar, momento o familia, no existiendo síntomas que permitan ubicar a la pobreza en ninguna categoría social. Pero un análisis de sus componentes en EE.UU. permite identificar factores indicativos de un mayor riesgo en sus posibilidades de ingresar en esta categoría. La raza. No pertenecer a la raza blanca La edad, tener entre 14 a 25 años, o más de 64. El sexo. A igual tarea, la mujer recibe un salario menor. La educación. No haber completado por lo menos 9 años de escolaridad. La composición de la familia. Cuando el jefe de familia es una mujer. La residencia. Vivir en barrios de mala fama o en zonas rurales. El primero de los factores. El 95 % de la población no blanca, pertenece a la raza negra. De este sector, el 49 % vive en la pobreza. Un investigador católico Michael Harrington, afirma que: “Nacer negro es la desvalidez más profunda que los Estados Unidos puede imponer a un ciudadano” Según su informe, los negros en Estados Unidos, están concentrados en los empleos más sucios de más bajo salario. La calificación no es la única barrera que encuentran los negros. Cuanta más educación, se deberán enfrentar con nuevas discriminaciones. En el caso de los profesionales, dice Harrington: “El doctor o el abogado encontrarán extremas dificultades para practicar en un vecindario blanco. Tarde o temprano serán confinados en el ghetto, y puesto que sus camaradas negros son pobres, no recibirán tanto dinero como sus colegas blancos. El negro universitario, se encuentra a menudo atrapado dentro de un sistema educacional de segregación, en el cual, los colegios negros tienen bajos salarios, poco equipo, pocas bibliotecas, etc”. Otro de los factores señalados como riesgo de pobreza, es vivir en zonas rurales. Según estudios realizados sobre el siglo XX, del total de las familias pobres, el 30 % tenía una residencia en zona rural no agrícola, y el 16 % vivía en una granja. Hay más de un millón de estas, que están ubicadas en el escalón más bajo de la agricultura norteamericana. Sus casas están en su mayoría en ruinas y no tienen agua corriente o desagües. De las familias rurales pobres, el 55% pertenecía al sud. Aquí se manifiesta además el conflicto racial. En Estados como MIssissipi, el granjero negro pobre, sufre la presencia del Ku Kux Klan, o del Consejo de Ciudadanos, que suelen usar la violencia, hasta el asesinato. La sociedad norteamericana va derivando hacia una economía de apartheid. Unos pocos, el 20 % de mayores ingresos, concentra las riquezas creadas por la nueva tecnología y los nuevos sistemas de trabajo; el resto tiene estancados los ingresos o pertenece a la zona de la pobreza. Naturalmente los gastos en seguridad y represión, serán cada vez mayores. La pobreza en los países pobres Un información de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación) dice: “En los países subdesarrollados, los ricos y los privilegiados, comen siempre según su hambre, mientras que los pobres no tienen siquiera de donde procurarse lo estrictamente necesario” Así como los conceptos de salud, vivienda, educación, son definidos con mayor precisión, a medida que la ciencia progresa, el concepto del hambre como un hecho social, ha sido objeto de una caracterización científica y precisa. El primer director de la FAO, Lord Boyd Orr, en su prólogo del libro de Josué De Castro “Geopolìtica del hambre”, dice: “El término hambre, debe ser perfectamente definido. En el pasado se utilizaba paras designar la falta de alimentos necesarios para satisfacer el apetito (…) El autor (J. De Castro) sin embargo, lo emplea como la falta de cualquiera de los aproximadamente cuarenta elementos nutritivos, indispensables para salvaguardar la salud. Esta falta producirá una muerte prematura, aunque no implique forzosamente la inanición por falta de alimentos (…) si este es el sentido que se da la palabra “hambre”, veremos que según las estimaciones efectuada antes de la guerra, la sufren las dos terceras partes de la humanidad”. Según las últimas cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) la pobreza y la desigualdad han disminuido recientemente en la mayor parte de América Latina—como resultado de un fuerte crecimiento y de programas sociales innovadores. Las Naciones Unidas estiman que el número de pobres disminuyó cerca del 17 por ciento entre 2002 y 2007— un logro significativo para los gobiernos de la región.1 La desigualdad también ha tenido un ligero declive, particularmente en los países más grandes de la región. Evidentemente, la formulación de buenas políticas públicas tiene sus beneficios. De acuerdo con el Banco Mundial la distribución de los beneficios del progreso mundial continúa siendo extremadamente desigual Según el indicador de desigualdad del ingreso más generalizado, el índice de Gini, cinco de los diez países más desiguales del mundo se encuentran en América Latina. Incluso los países más equitativos de América Latina tienden a ser más desiguales que los más desiguales en Europa. La desigualdad en América Latina se debe sustancialmente a la extraordinaria concentración de ingreso en el sector de la población con mayor renta, y a su ausencia en el sector de la población más pobre. De este modo, la quinta parte más rica de la población en América Latina recibe cerca de tres quintas partes del ingreso total, mientras que la quinta parte más pobre recibe tan solo el tres por ciento. En cualquier otra región del mundo en desarrollo, los pobres reciben una mayor proporción del ingreso total. Aunque el grado de desigualdad varía mucho, casi todos los países latinoamericanos de los cuales tenemos datos son altamente desiguales. La desigualdad ha disminuido, pero no mucho. Las tendencias son moderadamente positivas: la desigualdad ha disminuido ligeramente en casi la mitad de los países de la región en los últimos 15 años, incluyendo en los dos más grandes—Brasil y México. Aunque de alcance limitado, estas mejoras son bienvenidas en una región con desigualdad históricamente alta y arraigada en su pasado colonial. La inequidad latinoamericana no sólo se presenta en el plano de de la distribución de los ingresos, Afecta otra áreas claves de la vida, como el acceso a activos productivos, a créditos, a las posibilidades de educación, a la salud y actualmente el ingreso al mundo de la informática. Estos países están dominados por familias, multinacionales, monopolios, que manejan poderes locales, superiores a los que acceden las grandes sociedades en los países desarrollados. Una cantidad minúscula de propietarios, es dueña de las tierras fértiles. El 1,5% de los propietarios, acapara el 65% de las tierras explotables. En estos latifundios se cultiva una minúscula parte, hasta donde los intereses del propietario lo demanden, y teniendo en cuenta que requiera el mínimo de mano de obra. En Asia, o en el Lejano Oriente, los latifundios del modelo latinoamericano, no son comunes, Sin necesidad de acaparar grandes extensiones, los propietarios poderosos, ocupan las tierras más ricas, utilizando al campesino como jornalero o aparcero, bajo un régimen que les obliga entregar a los propietarios, la mayor parte de su cosecha. Las villas miserias Las miserables condiciones de vida en las zonas rurales, llevó a los campesinos a buscar una salida en las grandes ciudades. Esto, como punto de partida, significa un nuevo castigo al habitante de los países pobres. Los antiguos griegos, consideraban al destierro, como un castigo más grave que la muerte. Hay una abundante literatura sobre la triste condición del exiliado político. Pero, el del habitante rural, condenado a vivir despojado de su paisaje, de su ámbito natural, es un destierro que sufre desde la llegada de los conquistadores al continente. Esta invasión de las ciudades por las masas campesinas, produce un círculo vicioso. Llegan en míseras condiciones económicas y con muy pocas posibilidades de lograr un trabajo digno; al mismo tiempo, la demanda de vivienda que esas mismas masas provocan, produce una feroz especulación sobre la propiedad urbana. Esto lleva inevitablemente a este pobre individuo a sumergirse en las villas miserias, favelas, barriadas, callampas, bidonville, o cualquier nombre que reciben estas feroces fotografías del “humanismo” del capitalismo. Son asentamientos en terrenos, generalmente públicos; desde un principio sufren la amenaza de ser desalojados, erradicados, reubicados, incendiados, víctimas de razzias policiales. destruídas sus viviendas por las topadoras, según el clima político. Esta permanente amenaza, provoca que sus habitantes no tengan interés en mejorar sus viviendas. provoca que sus habitantes no tengan interés en mejorar sus viviendas. Sólo en caso de lograr algunas garantías, se puede algún progreso edilicio. Este fenómeno no se registra sólo en América Latina o en el "Tercer Mundo", sino que se extiende en toda la sociedad capitalista. No puede ser calificado como un problema de vivienda, sino como un proceso de marginalidad. Esta no es privativa del subdesarrollo, ya que ocurre también en las sociedades más avanzadas; es cierto que allí no tiene las características dramáticas de nuestros países ni está asociado a la dependencia. Los villeros, como se los conoce en nuestro país, soportan una permanente campaña de difamación y persecución, organizada por el poder financiero, instrumentada por las fuerzas policiales y sostenida y difundida con notable entusiasmo, por la mayoría de la prensa y de la sociedad en general, poniendo en evidencia la cultura fascista que nos legó la dictadura. Es lamentable escuchar a periodistas, cubriendo la nota de un asalto, señalar, aunque no tenga nada que ver, la proximidad de una villa. Esto es instalar subliminalmente la idea de que el origen del delito está en la villa. Los que violaron sistemáticamente la Constitución Nacional, los Derechos Humanos; los que sumergieron al país en la condena de la deuda externa, los cómplices políticos de los banqueros que robaron los dineros de los ahorristas; los que se enriquecen con los niños hambrientos, o con los inundados; los capitalistas del narcotráfico; los que fundieron la industria, nacional; y tantos otros de la misma calaña, no surgieron ni viven en las villas miserias. La cultura de la pobreza El antropólogo Oscar Lewis, publica a mediados de los años 50, Antología de la pobreza”. La importancia de este trabajo es la de iniciar un nuevo enfoque en la tarea de los antropólogos. “…servir como estudiantes y relatores de la gran masa de campesinos y habitantes urbanos de los países subdesarrollados, que constituyen el 80% de la población del mundo”. Lewis sostiene que la pobreza, determina por sí, un patrón de vida, transmitida por generaciones. Este patrón, fue lo que definió como “cultura de la pobreza”. Afirma que sus normas de conducta y sistema de valores, generado por la situación de despojo y de carencias, trascienden la fronteras nacionales y regionales, tomando características universales. Este sector de la sociedad no está al margen de las pautas culturales de sus sociedades nacionales. Considerando esto, Lewis reconoce que las características que él establece, deberían denominarse subcultura. De todas maneras, el concepto que se difundió y aceptó fue el de cultura de la pobreza. Uno de los conceptos nuevos de Lewis, es que estas culturas en las naciones modernas, no obedece sólo a su marginación económica ni a sus carencias, sino que contiene rasgos positivos, creando algunos alicientes, sin los cuales sería absolutamente insoportable imaginar la vida. Esta cultura es la demostración de la capacidad creativa de los pobres: “Representa un esfuerzo por combatir la desesperanza y la angustia motivadas por la improbabilidad de triunfar, de acuerdo con los valores y la finalidades de la sociedad en general”. La aparición y desarrollo de esta cultura sólo es posible en el marco de la sociedad capitalista. Este fenómeno no se produce en los pueblos primitivos, cuyas carencias son consecuencia del aislamiento, de una tecnología primitiva; pero sus resultados se manifiestan en toda su sociedad y no en un sector. Tampoco incluye necesariamente a propietarios y campesinos. Se manifiestan en el sector más bajo de la sociedad: los trabajadores más explotados y la enorme masa denominada lumpen. Lewis analizó bajo qué circunstancias se produce esta cultura, determinando los siguientes factores: * Economía monetaria. Trabajo asalariado y una producción sólo con fines utilitaríos. * Permanente y elevado índice de desempleo y subempleo para el obrero no especializado. * Bajos salarios. * Ausencia de organización social, política o económica, por falencia de su dirigencia o por imposición estatal. * Un sistema de valores impuesto desde la clase dominante, basado en la acumulación de riquezas y propiedades. * Un afán de ascenso social, descargando la culpa de las indigencias a la incapacidad personal. Estos factores, no son independientes, entre si. Hay una relación mecánica entre el objetivo de lograr un lucro máximo y los bajos salarios; y éstos son posibles, en tanto haya un mayor índice de desempleo. El último de los, factores indicado por Lewis, apunta a lo que Chevalier llamó, moralizar el ingreso, es decir, eludir el papel que cumple en el sistema, adjudicando la existencia de la pobreza, a la falta de determinados valores. Al sostener el mito de la responsabilidad personal, la clase dominante oculta las verdaderas causas, justificando y legitimando sus privilegios. Lewis señala una serie de rasgos comunes, al sector de la pobreza. Unos, vinculados con la sociedad en general: · Un marcado fatalismo, acompañado de un escaso sentido de aspiración para elevar su nivel de vida. · Falta de participación e integración en las instituciones (partidos políticos, sindicatos, iglesias, etc.) Este factor se ve alimentado por su crónica carencia de dinero, causado por el desempleo o los bajos salarios, lo cual provoca imposibilidad de adquirir bienes, reservas alimenticias, etc. · Su adhesión a santuarios o cultos populares. Otros factores, se vinculan a la relación interna. Las condiciones de vivienda, a menudo en estado de hacinamiento, produce distintos resultados: · En muchos casos, la promiscuidad se vive dolorosamente, y en otros con tanta naturalidad, que los problemas, conflictos o celebraciones, personales familiares, son compartidos con los vecinos. · Produce un fuerte sentido de comunidad. Entre los jóvenes se desarrollan amistades, en muchos casos para toda la vida. Asisten a las mismas escuelas, los mismos lugares de esparcimiento, los mismos círculos: a menudo provoca la unión de parejas. Los adultos se visitan o frecuentan regularmente, comparten los problemas. · Crea recursos propios, tales como empeñar bienes personales; recurrir a usureros, pagando altísimas tasas de interés; organizar sistemas de créditos entre vecinos; compra de alimentos en cantidades mínimas, tantas veces al día, como los necesite. También hay factores familiares: · Particularmente no existe la posibilidad de vivir la infancia. Las duras condiciones del medio, no permite disfrutar de la inocencia, ya que deben tomar conciencia prematura de su necesidad de supervivencia. · La iniciación sexual, demasiado precoz. · Es habitual, la unión de hecho, sin recurrir al matrimonio legal. Esto tiene fundamentos prácticos. Al no tener trabajo permanente ni medios de afrontar los gastos y complicaciones que demanda el matrimonio, el hombre no tiene nada para dejar como herencia, la unión libre, permite a las mujeres retener su derecho sobre los niños. · El alto índice de abandono de mujeres e hijos. Esto trae como consecuencia, la conformación de familias centradas en la madre, y un mayor contacto familiar con los parientes por línea materna. Posibilidades de superación Si seguimos la línea de razonamiento de Lewis, nos vamos a encontrar con un callejón sin salida. La idea de que la pobreza se transmite de generación en generación, nos dice que el mecanismo de transmisión, son los niños. Estos, desde que nacen, reciben mensajes, códigos, pautas, conocimientos de un modelo de vida y de cuáles son las posibilidades que tiene. Esto significa que, llegado a joven y adulto, no tiene la perspectiva ni el afán para buscar oportunidades de emerger del marginamiento. Este razonamiento condujo a los oficiosos de siempre, a plantear que este círculo vicioso, se debe al papel que desarrollan los mismos pobres en la transmisión de su situación, reforzando la tesis de que los únicos culpables de la pobreza, son los pobres. Esta postura deja de lado el hecho de que el origen de la situación, es de absoluta responsabilidad del sistema y del Estado que no velan por el bien común, sino por el bien de una clase, desprotegiendo a la otra. Que los pobres, por sí, no disponen de los mecanismos para modificar la marginación. Afortunadamente la vida nos ofrece respuestas, donde se rúñenla teoría y la práctica. Una de ellas, es Cuba, un pueblo condenado desde el arribo del capitalismo, al último escalón de la miseria y todas sus consecuencias: analfabetismo, mortalidad infantil, subalimentación, prostitución. La revolución transformó de tal manera a ese pueblo, que hoy es el mayor generador en el mundo latinoamericano, de intelectuales, profesionales, educadores, investigadores; elevando el nivel de vida, a pesar de las carencias y de los efectos del miserable y terrible castigo del aislamiento al que lo sometieron los países integrantes del “mundo libre”. La conclusión a la que puedo llegar, es que Lewis no deja de tener razón, cuando presenta el tema como un callejón sin salida. Esto es así, dentro del mundo capitalista, que ofrece como único escape, el azar, el golpe de suerte, o el enriquecimiento ilícito. La solución de fondo, el cambio colectivo, sólo puede llegar por vía de un cambio que nos ofrezca un modo de vida, donde el individuo universal sea el eje de sus preocupaciones.
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Rubén Amaya
rubenescritor@yahoo.com
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