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Y no me dejarás ahora, porque horadaré la tierra para buscarte.
Exclamaré y reclamaré por ti mil veces mil, un millón de veces un millón, todos los números, todo lo que alcance...
Yo pondré tu pie nuevamente en vereda.
Haré que tus notas claras se afinen como el día,
aumentando,
creciendo,
a la luz del sol.
Te sacaré de quicio si lo quieres, pero voy a dinamitar esas cadenas de esclavitud.
La mañana trajo sus notas, y yo me rompí...
Y la tarde me tiene en la lucha, en la renuncia, por buscarte a ti, dulce heredera, no te quedarás atrás, no... porque mi sangre doy por verte...
Ceñida estoy a tu vereda.
Me ajusté de cintos para estar dispuesta cuando llegues.
(Entra el aroma del jazmín por mi ventana y aún no ha anochecido).
Sabes que la esperanza es fuerte ahora, y yo no me rendí.
En mi futuro estás tan clara como el mediodía. Como aguja que no quiere dejar de pervertir su costura. Tirada, entregada...
Un solo camino tienes: la batalla.
Y comenzaré contigo ahora mismo.
Dime dónde tienes las armas...
Dónde el manual de guerra, y lo aprenderé enseguida.
Pondré tesoros en tus sementeras.
Echaré fuera lo que quede grande.
Haz ahora tú un compromiso.
El mañana te espera y denuncia y denuncia tardes enteras tu tardanza.
Estampó y llenó el libro de reclamos. Lleno de firmas, de fechas, y luchas está marcado.
Yo sabré dejarte quieta sólo el día en que me muera.
Tu crédito está venciendo.
Hay tanta gente que te espera. Más yo he hecho larga fila para poder hablarte siquiera.
Sabes que he solicitado audiencia la vida entera.
No voy a aceptar un sermón de esos ahora.
Dame ahora el espacio que yo voy
Prepárate, porque vas a conocerme, por fin
Relájate en la espera, no voy a hacer mayores conjeturas.
Quizás sólo te pregunte por qué demoraste tanto.
Por qué mis esperas se hicieron tan largas, abúlicas y silenciosas, como si tratara de olvidar amores...
Sabré dejarte quieta, lo sabes, sólo el día en que me muera... |
