Ezra Pound y la música de las palabras[1] |
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Lo esencial está en la matemática del tiempo, en el sonido de las
vocales. Que la economía del poema nos revele el ritmo, la canción, un
fluir de palabras que se tornen música y canto. Eso es poesía. "La
cuestión de la duración relativa de las sílabas nunca ha sido
descuidada por los hombres de oído sensible. Particularmente quiero
evitar detalles técnicos. La manera de aprender la música del verso es oírla".
Ezra Pound se cansó de aconsejar, de requerir e indicar que el acento
debe estar en la música, que la palabra debe volver a alcanzar su máxima
posibilidad. Ser pleno sonido donde lata el espíritu y la voz del poeta,
donde todo su corazón y pensamiento resuenen como una dulce flauta, a
semejanza de lo que sucedía en la poesía medieval, en Sicilia, Provenza
o Florencia. En ese entonces poesía y canción no eran términos
disociados. Ambos eran uno y el mismo, y no estaba en la naturaleza de la
época la suposición de algo distinto. Se escribía para cantar, para
entonar las estrofas con música -la cual comúnmente era del mismo autor,
como en el caso de los trovadores- impidiéndose de esta manera que el
poema se transformase en un mero objeto declamatorio. Situación casi
ilusoria en comparación con la actual. Hoy, con sólo abrir alguna de las
tantas publicaciones de los llamdodos nuevos poetas, nos hallamos,
inmediatamente, ante una salvaje producción donde con desenfado se ha
dejado de lado todo lo referente al ”tempo” y, por consiguiente, a la vida de las palabras. Pound
confió en volver a la antigua concepción de la poesía como canto y
acometió con todas sus fuerzas la labor que lo esperaba en sus roles de
crítico, estudioso y forjador de ese renacimiento -"Risvegliamento",
como también lo llamó- que él auguraba y por el cual urgió. Libertad
del artista Todo
esto es posible para el autor de los "Cantos"
si el artista goza de libertad. De una libertad que va desde el
desprendimiento de los apremios materiales hasta la libertad de expresión.
Sin ella todo lo que que resta es poca cosa, se torna cenizas sin haber
alcanzando a ser fuego. Pound cuando soñaba con ese renacimiento de la
cultura, y en especial de las letras, jamás podía dejar de pensar en la
libre expresión, de tenerla presente. Prueba de ello son los diversos
estudios que van desde Homero hasta la poesía china y la poesía
japonesa, estudios animados por su consideración de la literatura como
algo vivo, como un todo único y representativo de la historia íntegra
del hombre. Por esto, Pound apunta a emprender un enorme esfuerzo en pos
de la producción de algo semejante al "Risorgimiento"
italiano. El poeta tiene la gran función social de rescate, desde su "máscara",
de la tradición, de llevar los horizontes hasta el límite extremo y
tras esa experiencia entregarnos ese todo tan suyo como propio de la
humanidad y su discurso. Precisión
del lenguaje Muy
importante también es para él el cuidado por la eficacia en el uso del
lenguaje, en la precisión de los términos empleados. Recordemos cómo
elogia la exactitud que se tiene en la Edad Media para con la terminología.
El escritor mediante el modo en que maneja la lengua influye en la
sociedad más de lo que estamos preparados para percibir. Es creador y
trasformador del instrumento por excelencia de la comunicación humana. Y
Pound, debido a su sagacidad y profunda penetración, jamás iba a
permitirse que se le escapara ese detalle. Su tarea era meditar en esa
capacidad que traspasa lo estético.
Esta
visión entronca con la noción, que él festeja de "dichten"
-verbo alemán derivado de "Dichtung",
poesía- como "condensar".
De esta manera, concibe la literatura como el arte de cargar el idioma de
la mayor intensidad, extremando esta capacidad. En su concepción, un mal
escritor es aquel que usa más palabras de las necesarias, idea totalmente
acorde con la de precisión y claridad.
En
entrañable relación con estos pensamientos, su amigo W.C. Williams, en
un esbozo de "credo imaginista", define la imagen como "aquello
que presenta un complejo intelectual y emocional en un instante de
tiempo". Williams, además, dará un consejo no menos apropiado: "No
uses palabras superfluas, adjetivo alguno, que no revele algo". Concluyendo,
podemos decir que Pound siempre manifiesta un especial cuidado por los términos
y el sonido que éstos adquieren en el poema y en la prosa. Por eso pide y
señala lo fundamental: oír el verso, oír esa música que se encuentra
como dormida en la palabra pero que debe que existir para que haya poesía.
Declara que unas horas de antiguos poemas líricos cantados, nos enseñarán
más que un año de trabajo filológico acerca de esta forma de "melopeia".
Toda
la obra de Ezra Pound, desde sus poemas hasta sus translaciones -ve en los
"Rubaiyat" de
Fitzgerald un ejemplo de traducción- es, además de la demostración de
un inmenso amor por la poesía, un intento de proporcionar un
conocimiento, de conformar un criterio realmente válido para la lectura y
crítica de textos. Para esto Pound programa una serie de lecturas que
funcionan como vacuna para el iniciado. Este programa dura de tres a
cuatro años e incluye desde Confucio y Virgilio hasta Gautier y Rimbaud.
Los
autores pasan a ser "ejes de referencia" que permiten elaborar posteriores
juicios acerca de los nuevos escritores que el alumno irá conociendo.
Estos "ejes de referencia"
son el mínimo necesario sin el cual se perdería toda certeza y se
otorgaría un valor desproporcionado a obras menores.
Estos preceptos de Pound no se nos presentan a nosotros como meras invenciones aisladas que, fuera se su contexto, parecen muertas, Quien no sienta dentro de sí la eterna conmoción que cada gestación poética significa, raramente podrá hacer más que mostrar el frío y deslucido esqueleto de la retórica. Con Ezra Pound sucede exactamente lo contrario, todo en él es creación, vivió ebrio de creación, obsesionado por las palabras y su música. Sólo así se puede llevar a la escritura infinitas obras tan bellas como "Francesca": |
Saliste
de la noche y
había flores en tus manos saldrás
ahora de una masa confusa, de
un hablar agitado sobre ti. Yo
que te vi en cosas esenciales me
indigné cuando oí decir tu nombre en
sitios ordinarios. Quisiera
que olas frescas fluyeran en mi mente, que
el mundo se secara igual que una hoja muerta, cual
vaina de amargón que alguien tirara para poder hallarte nuevamente, sola.[2] |
Bien lo dice Borges: "Pound encierra ternuras imprevisibles".
Referencias: [1] Este ensayo fue originariamente publicado por el diario La Prensa , en su Suplemento Cultural de los domingos, en el mes de octubre del año 1985, con motivo de celebrarse los cien años del nacimiento del poeta. [2] Traducción de Carmen R de Velasco y Jaime Ferrán, en la antología sobre escritos del poeta publicada por Seix Barral Editores, 1973. |
Héctor
Álvarez Castillo
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