Bolívar: literatura y política
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I
La
Independencia fue la culminación de un largo proceso en el cual los
latinoamericanos tomaron conciencia de su identidad y cultura.
Bajo el reinado de Carlos III
(1759-1788) un nuevo imperialismo surgió del
fortalecimiento del gobierno mediante la centralización, la reforma de la
administración, la protección y promoción del comercio con ultramar. La
nueva conquista burocrática hirió los sentimientos de los criollos, que
en los comienzos del siglo XVIII no veían necesidad alguna de
independizarse de la metrópoli pues en la práctica controlaban los
cabildos y las decisiones más importantes, e incluso eran ellos, desde el
XVII, quiénes pagaban los salarios de los principales funcionarios de la
corona. Los Borbones
hirieron igualmente el sentimiento de los criollos debilitando
la iglesia, constituida en su mayoría por elementos de esta clase, así
las cumbres de sus jerarquías estuvieran en manos de peninsulares. Con la
expulsión de los Jesuitas
(1767), poseedores de extensos territorios pero educadores por
excelencia del criollaje, la animadversión contra España llegó a límites
antes inimaginados. La expulsión fue considerada un acto de despotismo
inadmisible. Unos dos mil quinientos misioneros fueron obligados a
abandonar sus lugares de trabajo y estudio. De los 680 que fueron
expulsados de México, 450 eran mexicanos. Su exilio a perpetuidad causó
un gran resentimiento, incluso entre sus familias y allegados del resto
del continente y España.
La
Compañía de Jesús
fue el mayor organismo cultural, económico y político del
mundo colonial. Su internacionalismo permitió que en sus escuelas enseñaran
notables educadores, en su mayoría exploradores y activistas, geógrafos
y naturalistas. La riqueza de la Compañía estaba representada en bienes
tan diversos como las grandes haciendas del valle central de Chile, las
estancias de Río de la Plata, las infinitas fincas de Perú y México,
las
fazendas
e ingenios azucareros del imperio brasileño, los obrajes
paraguayos, peruanos y quiteños, las explotaciones mineras en el Chocó
neogranadino y eran dueños de numerosos inmuebles, colegios y conventos.
Su arraigo americano se explica quizás por la vinculación de muchos de
sus miembros a las ideas autonomistas de la España del XVIII y la
comunidad de intereses que la Compañía tuvo con las ascendentes burguesías
regionales y las culturas nativas, cuyas lenguas defendieron de la
cristianización castellana, como el guaraní, que impusieron en las
misiones del Paraguay creando el único caso de bilingüismo del
continente.
Los
jesuitas desterrados escribieron en latín e italiano obras que -
paralelas en el tiempo a las insurrecciones y revueltas del cabildo de
Asunción en Paraguay, la de Túpac Amaru
en la
sierra peruana y la de los comuneros de Nueva Granada -clamando por el
reformismo social y la aplicación de las teorías sobre el progreso
propiciaron una amplia política de mestizaje.
La
conciencia de sí era entonces evidente a finales del XVIII. Alexander von
Humboldt
pudo observar en
Essai
politique sur le royaume de La Nouvelle Espagne
(1811) que «los criollos prefieren se les llame
americanos; y desde la Paz de Versalles, y especialmente desde 1789, se
les oye decir muchas veces con orgullo:
Yo
no soy español; soy americano
, palabras que descubren los síntomas
de un antiguo resentimiento». Consecuencia lógica por los cambios que
habían sucedido desde el XVI en la composición racial y el desarrollo
cultural de las colonias que resume bien este soneto anónimo, recogido
por Baltazar Dorantes de Carranza
en 1604,
atizando el odio del criollo del Nuevo Mundo contra los pobres y rudos
gachupines, «hacedores de la América»: |
Viene
de España por la mar salobre
a
nuestro mexicano domicilio
un
hombre tosco, sin ningún auxilio,
de
salud falto y de dinero pobre.
Y
luego que caudal y ánimo cobre
le
aplican, en su bárbaro concilio,
otros
como él, de César y Virgilio
las
dos coronas de laurel y roble.
Y
el otro, que agujetas y alfileres
vendía
por las calles, ya es un conde
en
calidad, y en cantidad un Fúcar;
Y
abomina después del lugar donde
adquirió
estimación, gusto y haberes
¡Y
tiraba la jábega en San Lúcar! |
Humboldt
anota cómo alrededor de 1570 había entre 115.000 y 120.000
blancos, de los cuales más de la mitad había nacido en Europa. Pero a
comienzos del XIX otra era la situación. Entre mestizos (5.328.000)
(32%); naturales (7.530.000) (45%) y negros (776.000) (4%) se conformaba
la mayoría racial ante unos (3.276.000) (19%) blancos, de los cuales
apenas 150.000 eran peninsulares. De allí el acierto de Bolívar
cuando el 15 de Febrero de 1819 afirmó ante los congresistas
de Angostura que éramos mestizos:
.
. . no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los
aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento, y europeos por
derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos
de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la
oposición de los invasores (españoles); así, nuestro caso es el más
extraordinario y complicado.
Este
fascinante y contradictorio periodo, llamado por Pedro Henríquez Ureña
La
declaración de independencia intelectual (1800-1830)
, está reflejado
en un cambio de voz: de un tono apolíneo basado en el orden, la armonía
y la razón pasamos a un romanticismo ardiente en pasiones políticas y
sentimentalismo, que ofrece un justo panorama de la independencia de
nuestras literaturas pues aparece, precisamente, en las primeras décadas
de vida de las nuevas repúblicas.
El
romanticismo no fue, como suele creerse, sólo un fenómeno artístico y
literario, sino una nueva manera de pensar, y aún mas, una nueva manera
de sentir, enfatizando en la sensibilidad y la importancia, unívoca, del
individuo. Para los románticos los sentimientos primaron sobre la razón,
encantando el corazón del hombre y la naturaleza, que se transformó en
fuente de emociones y en objeto inanimado al cual la poesía dotó de
alma. En reacción contra lo artificial y abstracto, los románticos
negaron lo permanente y universal para concentrarse en lo individual,
personal y nativo. Los dolores y desilusiones de la existencia, los
humildes y desamparados fueron los sujetos de sus preferencias. El héroe
romántico se veía a si mismo incomprendido, despreciado, un ser
sufriente en su incapacidad de realizar incontenibles deseos. El hombre
era un dios caído que recordaba el paraíso. Esta actitud condujo a una
urgente necesidad de rebelarse contra la sociedad, contra las reglas
establecidas, contra toda forma de opresión. El romanticismo se hizo así
sinónimo de insurrección, mostrando, en su deseo de romper con la
monotonía de la vida cotidiana, una viva necesidad de saber del «otro»,
de conocer países extraños, de ser cosmopolitas. La contención y la lógica
de los clásicos fue sustituida por la pasión y el lirismo, los
sentimientos íntimos se hicieron públicos, el sexo irrumpió como parte
que era de la vida. Los autores, filósofos y artistas más influyentes
del romanticismo fueron Chateaubriand
, Schopenhauer
, Byron
, Hugo
, Pushkin
, Delacroy
, Corot
, Goya
, Beethoven
, Weber
, Mendelssonh
, Shumann
y Schlegel,
entre otros.
II
La
inmensa obra guerrera y política de Simón Bolívar (Caracas, 1783-1830)
no tendría la misma significación de haber desaparecido su no menos
gigantesca obra literaria, representada en los discursos, proclamas y
cartas, que Vicente Lecuna
recopiló a través de veinte años.
Raramente
redactados por su propia mano, asombra cómo, en medio de las batallas, en
el destierro, entre las hostilidades de los varios climas o la navegación
por mares y ríos, nunca descuidara en la composición de sus escritos. Se
trata, aquí también, de productos nacidos en una mente excepcional, de
un pensador y orador de primer orden en su tiempo. Si se compara su estilo
con los de Belgrano, Bello, Bretón de los Herreros, Caldas, Estébanez Calderón, Feijoo, Fernández de Lizardi, Jovellanos, Lafinur, Larra, Mesonero Romanos, Mexia, Miranda, Moreno, Nariño, O´Higgins
o San Martín, cabe hablar de una renovación literaria bolivariana.
Hablaba mucho y bien -
dice
O´Leary
-; poseía
el raro don de la conversación y gustaba de referir anécdotas de su vida
pasada. Su estilo era florido y correcto. Sus discursos y sus escritos están
llenos de imágenes atrevidas y originales. Sus proclamas son modelo de
elocuencia militar. En sus despachos lucen a la par la galanura del
estilo, la claridad y la precisión. En las órdenes que comunicaba a sus
tenientes no olvidaba ni los detalles más triviales; todo lo calculaba,
todo lo preveía. Tenía el don de la persuasión y sabía inspirar
confianza.
Mientras
en algunos de sus contemporáneos domina el tono neoclásico y en otros,
la anacronía, en el Libertador hay desde sus inicios un temperamento de
artista y una voluntad de estilo nuevos, regidos férreamente por su alma
extraordinaria, para expresar ideas y actitudes revolucionarias con un
lenguaje fulgurante de frases cortas y apasionadas, con adjetivos, imágenes
y tropos espontáneos que inflaman o enfriar el tono de acuerdo a las
necesidades. Sus proclamas y discursos son unas veces persuasivos, otras
luminosos; sus documentos equilibrados y armónicos, perdiendo brillantez
donde ganan en profundidad.
Yo no he podido hacer
ni bien ni mal: fuerzas irresistibles han dirigido la marcha de los
sucesos; atribuírmelos no sería justo, y sería darme una importancia
que no merezco -
dijo
en Angostura en 1819, colocándose a la cabeza del pensamiento social
moderno
-. ¿Queréis conocer los autores de los acontecimientos pasados y del
orden actual? Consultad los anales de España, de América, de Venezuela;
examinad las Leyes de Indias, el régimen de los antiguos mandatarios, la
influencia de la religión y del dominio extranjero; observad los primeros
actos del gobierno republicano, la ferocidad de nuestros enemigos y el carácter
nacional. No preguntéis sobre los efectos de estos trastornos para
siempre lamentables. Apenas puede suponérseme simple instrumento de los
grandes móviles que han obrado sobre Venezuela.
Su
primer documento público:
Memoria
dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño
, expedido en Cartagena el 15 de Diciembre de 1812, es
una violenta crítica al régimen constitucional adoptado por el Congreso
Constituyente de 1811.
Analizando
los supuestos políticos y las experiencias de la Primera República,
previene a los cartageneros para que no repitan los mismos errores. Se ha
fracasado -dice-, por adoptar, con los ideales de la Ilustración, -en una
sociedad de hacendados esclavistas controlada por aristócratas
mantuanos
y los
grandes cacaos
,
con rivalidades regionales y comerciales disgregadoras-, una Constitución
Federal inconveniente al carácter nacional; tolerante en exceso con el
enemigo, equivocada en la elección y reclutamiento de las fuerzas
militares, incompetente en finanzas, víctima del fanatismo religioso y
las facciones que subvirtieron desde dentro la república.
El sistema federal,
bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar felicidad
humana en sociedad, es, no obstante, el más opuesto a los intereses de
nuestros nacientes Estados. Generalmente hablando, todavía nuestros
ciudadanos no se hallan en aptitud de ejercer por sí mismos y ampliamente
sus derechos porque carecen de las virtudes políticas que caracterizan al
verdadero republicano; virtudes que no se adquieren en los gobiernos
absolutos, en donde se desconocen los derechos y deberes del ciudadano.
Para
Bolívar hay una insoluble diferencia -teórica y práctica- entre las
ideas surgidas, antes de ser aplicadas, en las viejas naciones europeas, y
en las americanas, emancipadas a medias del dominio colonial, que no han
logrado aún estabilidad política y social.
Los códigos que
consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la
ciencia práctica del Gobierno, sino los que han formado ciertos buenos
visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar
la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje
humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por
legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados. Con
semejante subversión de principios y de cosas, el orden social se sintió
extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos
agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada.
Las elecciones
populares sólo han permitido a los ambiciosos e ignorantes opinar en
materia política, entregando el gobierno a ineptos e inmorales. Naciones
recién liberadas, inexpertas en gobiernos representativos y carentes de
educación no podían convertirse, de la noche a la mañana, en
democracias. Era necesario un gobierno centralizado y unitario, un «terrible
poder» que derrotara los realistas. El federalismo era débil y complejo
para una América que exigía unidad y fuerza.
Por otra parte, ¿qué
país del mundo, por morigerado y republicano que sea, podrá, en medio de
las facciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un gobierno
tan complicado y débil como el federal? No es posible conservarlo en el
tumulto de los combates y de los partidos. Es preciso que el Gobierno se
identifique, por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los
tiempos y de los hombres que lo rodean. Si éstos son prósperos y
serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y
turbulentos, él debe mostrarse terrible y armarse de una firmeza igual a
los peligros, sin atender a leyes, ni constituciones, ínterin no se
restablece la felicidad y la paz.
Desde
Cartagena, en 1812, Bolívar
anuncia su convencimiento de que una vez terminadas las
guerras de liberación, que han desintegrado el continente, era
imprescindible recobrar la unidad continental para alcanzar la plena
libertad y desarrollo de las nuevas repúblicas.
III
El
imperio español que conocieron Bolívar
y sus contemporáneos fue resultado de las reformas de
los ministros de Carlos III
. El pacto colonial de Carlos V
había quedado roto con la nueva estructura administrativa que
creó los virreinatos de Nueva Granada y Río de la Plata, y adoptó el
sistema intendencial a fin de centralizar el poder en la cabeza del
monarca, luego de casi cien años de laxitud y concentración de poderes
en manos de los cabildos criollos. La nueva política hizo énfasis en el
envío de funcionarios de origen estrictamente peninsular y en el
crecimiento de la inmigración. De tal manera, tanto en la burocracia,
como en las industrias y el comercio, los Criollos se vieron desplazados,
si bien de manera lenta pero constante, por elementos blancos ajenos a las
tradiciones de las colonias, agregando a ello la venta de títulos
nobiliarios, que establecía una nueva división entre los Criollos ricos
y los mestizos. Carlos III fue el inventor de la nobleza hispanoamericana.
Todas las formas posibles de hacer pagar a los americanos las guerras españolas
en Europa fueron válidas. El desmantelamiento de las restricciones para
el comercio colonial, entre 1765 y 1775, se constituyó en monopolio
exclusivo de los peninsulares. Los estribos y ponchos de los gauchos
terminaron por ser fabricados en Londres.
A
ese estado de cosas se refiere Bolívar en la primera carta que escribió
en Jamaica dando respuesta a las inquietudes del inglés Henry Cullen
. La exclusión sistemática de los criollos de los
cargos administrativos y políticos, en su propia tierra, no podía ser
interpretada de manera diferente a un renovado y pasivo vasallaje.
Se nos vejaba con una
conducta que además de privarnos de los derechos que nos correspondían,
nos dejaba en una especie de infancia permanente con respecto a las
transformaciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros
asuntos domésticos en nuestra administración anterior, conoceríamos el
curso de los negocios públicos y su mecanismo, y gozaríamos también de
la consideración personal que impone a los ojos del pueblo cierto respeto
maquinal que es necesario conservar en las revoluciones. He aquí por qué
he dicho que estábamos privados hasta de la tiranía activa, pues que no
nos era permitido ejercer sus funciones.
Los americanos, en el
sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca,
no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos...
Razones
que explicaban no sólo las causas de las rebeliones del presente sino sus
arqueologías: los trece levantamientos campesinos de Cajamarca
(1756-1800), los comuneros de Nueva Granada (1781), o la comandada por el
mulato José Leonardo Chirinos
en 1795.
Con
la creación de las Juntas Americanas (1808-1810) fomentadas por la invasión
napoleónica a la península, otro elemento justificaba, desde el punto de
vista bolivariano, la independencia. Bolívar afirma, siguiendo el
argumento desarrollado por José Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra
en
Historia
de la Revolución de la Nueva España
(1813), que en las Leyes de Indias existía un pacto
explícito mediante el cual todo pueblo americano, por ser reconocido
igual al español, podía adoptar el gobierno que le fuera necesario y
oportuno, e incluso, independizarse de la metrópoli:
El emperador Carlos V
formó un pacto
con los descubridores, conquistadores y pobladores de América, que como
dice Guerra, es nuestro contrato social. Los reyes de España convinieron
solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoseles
hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razón se les concedía
que fuesen señores de la tierra, que organizasen la administración y
ejerciesen la judicatura en apelación, con otras muchas exenciones y
privilegios que sería prolijo detallar. El Rey se comprometió a no
enajenar jamás las provincias americanas, como que él no tocaba otra
jurisdicción que la del alto dominio, siendo una especie de propiedad
feudal la que allí tenían los conquistadores para sí y sus
descendientes. Al mismo tiempo existen leyes expresas que favorecen casi
exclusivamente a los naturales del país originarios de España en cuanto
a los empleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que, con una
violación manifiesta de las leyes y de los pactos subsistentes, se han
visto despojar aquellos naturales de la autoridad constitucional que les
daba su código.
Días
después escribe, con el seudónimo de El americano, a Alejandro Aikman, de Real Gazette, insistiendo en el carácter social
de las Repúblicas vencidas, que por su aislamiento de las masas de
desposeídos y esclavos, permitió a los españoles desencadenar una
guerra fratricida para responder a las necesidades separatistas de los
Criollos:
... pero por un proceso
bien singular se ha visto que los mismos soldados libertos y esclavos que
tanto contribuyeron, aunque por la fuerza, al triunfo de los realistas, se
han vuelto al partido de los independientes que no habían ofrecido la
libertad absoluta, como lo hicieron las guerrillas españolas. Los
actuales defensores de la independencia son los mismos partidarios de
Boves, unidos ya con los blancos Criollos, que jamás han abandonado
esta noble causa.
El
tema central de las cartas, sin embargo, es la urgente necesidad de unidad
de América [Latina], -a través de la creación de gobiernos centrales
fuertes-, para formar una sola nación a fin de culminar las luchas
independentistas. Ideas que ampliará en la apertura al Congreso de
Angostura y en los documentos que hacen referencia al Congreso Anfictiónico
de Panamá.
En
Angostura, Bolívar da al régimen patriota una base legal. En la sesión
inaugural pronuncia el célebre discurso donde declara que un sistema de
gobierno, basado en principios republicanos y representativos; cuyo
paradigma sean las instituciones de la antigüedad clásica, rediseñadas
en las funciones jurídico-políticas de la constitución británica,
suprimiendo privilegios, aboliendo la esclavitud, con elecciones por
sufragio censitario, un ejecutivo fuerte central y un parlamento aristocrático,
es lo que mejor conviene al momento de las nuevas repúblicas.
Más
que aspirar a «rey sin corona», supo que sólo mediante la creación de
un inmenso estado, formado por las antiguas naciones del imperio español
en América, controlado por una presidencia vitalicia no hereditaria, -es
decir él-, las nuevas naciones saldrían del atraso colonial. Las
extensas dictaduras -que prolongaron el diecinueve hasta bien entrado el
siglo veinte- dieron razón, histórica, a los razonamientos de Angostura
y a la constitución de Bolivia.
La
constitución boliviana refleja esa mezcla de autoritarismo y hondo
republicanismo de caracteriza su pensamiento político. Había que
implantar el orden y luego reformar la constitución para consagrar las
libertadas alcanzadas. Sus enemigos le acusaron de tirano porque
necesitaban naciones de bolsillo, cortadas y cosidas a la medida de sus
ambiciones, repúblicas de papel, áreas, como había escrito en Jamaica.
El período de creación de la inmensa patria latinoamericana establecía,
además del presidente vitalicio, la igualdad ante la ley, la separación
del estado y la religión, y libertad de cultos, con una suprema corte y
una cámara de censores donde las opiniones del pueblo serían oídas para
adelantar, las reformas sociales y políticas, que las necesidades de la
hora fuesen demandando. La cámara de los tribunos -representantes
directos del pueblo- crearía los impuestos, señalaría las necesidades,
juzgaría las conveniencias de las instituciones, decretaría la paz y la
guerra, establecería el sistema monetario, las alianzas con extranjeros,
etc.
Nueve
años después de la
Carta de
Jamaica
, con representantes de México, Centroamérica,
Colombia y Perú, y la asistencia de observadores británicos y
norteamericanos, se instaló el Congreso de Panamá. Daba así los
primeros pasos para realizar la utopía que había expuesto en 1815:
Es una idea grandiosa -
decía
a Henry Cullen
-
pretender formar de todo el Nuevo Mundo una sola nación con un solo vínculo,
que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una
lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener
un solo gobierno que confederase a los diferentes Estados que haya de
formarse; [...] Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para
nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día
tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los
representantes de las repúblicas, reinos e imperios, a tratar y discutir
sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de
las otras partes del mundo...
Del
22 de Junio al 15 de Julio de 1826 sesionó el congreso. Los resultados
fueron en la práctica ningunos. Su idea de
una
sociedad de naciones hermanas,
tiene hoy tanta vigencia como ayer.
Las
cartas, el más vasto mural de sucesos y personajes de veinte años de
acción y reflexión sobre el destino de América, con agudas
observaciones sobre el acontecer y de análisis de la íntima condición
de los actores, amigos y adversarios, tocan las melodías de los afectos,
del odio a la amistad, de la tristeza a la resignación.
IV
Como
crítico literario dejó dos de ellas, escritas en Cuzco en 1825, sobre el
canto
La victoria de Junín
(1824) de José Joaquín Olmedo
(Guayaquil, 1780-1845), que inauguran la crítica moderna.
Olmedo
escribió pocos poemas de valor, -dos de ellos sobre la muerte de la
princesa de Asturias y la prisión de los reyes españoles-, pero la
figura de El Libertador y la poca calidad de los poemas dedicados al héroe,
le han permitido figurar en antologías y programas escolares. Tuvo mayor
entusiasmo por la política. Fue diputado en las cortes de Cádiz,
triunviro, ministro plenipotenciario en Londres y París, primer
vicepresidente del Ecuador, candidato a la presidencia, etc., y puso luego
su estro al servicio de la gloria del general Juan José Flórez
, primero de los presidentes del Ecuador independiente
de Gran Colombia, proclamación que él mismo hizo el 13 de Mayo de 1830,
siete meses antes de la muerte del Libertador.
A
fin de complacer a El Libertador, a quien se había opuesto hasta entonces
como triunviro de Guayaquil, que le recomendó dedicar algún poema a los
últimos triunfos de los patriotas, exigiéndole que su nombre no
apareciese, compuso Olmedo el
Canto
a Junín
.
La
batalla, que duró cuarenta y cinco minutos y donde no se disparó un solo
tiro, enfrentó las caballerías de Gran Colombia, Perú y Argentina,
comandadas por El Libertador en persona, y la caballería española,
comandada por el francés general Canterac, tuvo como héroe al bisabuelo
materno de Borges
, teniente coronel Manuel Isidoro Suárez
, comandante del escuadrón Húsares del Perú.
A
pocos días de recibir el texto inédito, con dos cartas más, El
Libertador responde a Olmedo el 27 de Junio. «Las cartas son de un político
y un poeta; pero el poema es de un Apolo». La sordina del Libertador,
indicando al autor su apego a los modelos menos que al asunto, vicio
propio de quien desea asombrar sin preocuparse de los aciertos, continúa
de este tenor:
Todos los calores de la
zona tórrida, todos los fuegos de Junín y Ayacucho, todos los rayos del
padre de Manco Capac
, no han
producido jamás una inflamación más intensa en la mente de un mortal.
Usted dispara donde no se ha disparado un tiro; usted abraza la tierra con
las ascuas del eje y de las ruedas de un carro de Aquiles, que no rodó
jamás en Junín; usted se hace dueño de todos los personajes: de mí
forma un Júpiter; de Córdoba, un Aquiles; de
Necochea, un Patroclo y
un Ayax; de Miller, un Diomedes; y
de Lara, un Ulises.
Todos tenemos nuestra sombra divina y heroica, que nos cubre con sus alas
de protección como ángeles guardianes. Usted nos hace a su modo poético
y fantástico, y, para continuar en el país de la poesía la ficción de
la fábula, usted nos eleva con su deidad mentirosa, como el águila de Júpiter
levantó a los cielos a la tortuga para dejarla caer sobre una roca que le
rompiese sus miembros rastreros; usted, pues, nos ha sublimado tanto que
nos ha precipitado al abismo de la nada, cubriendo con una inmensidad de
luces el pálido resplandor de nuestras opacas virtudes.
Así, amigo mío, usted
nos ha pulverizado con los rayos de su Júpiter, con la espada de su
Marte, con el cetro de su Agamenón, con la lanza de su Aquiles y con la
sabiduría de su Ulises.
Si yo no fuese tan bueno, y usted no fuese tan poeta,
me avanzaría a creer que usted había querido hacer una parodia de la Ilíada
con los héroes de nuestra pobre farsa. Más no; no lo creo. Usted es
poeta, y sabe bien, tanto como Bonaparte
, que de lo
heroico a lo ridículo no hay más que un paso, y que Manolo y el Cid son
hermanos, aunque hijos de distintos padres.
Un americano leerá el poema de usted como un canto
de Homero, y un español lo leerá como un canto del Facistol de Boileau
.
Según
Olmedo (Carta a Bolívar de Mayo 15 de 1825), su propósito era hacer que
la musa del canto recorriera los campos de batalla y acompañando a los
combatientes triunfantes, describiera la derrota del enemigo. Durante la
celebración de la victoria una voz anuncia la aparición del Inca Huaina-Capac
, emperador, sacerdote y profeta, que luego de lamentar
la muerte de sus hijos y el horror de la conquista, celebra la gloria de
Junín y anuncia la próxima victoria de Ayacucho, mencionando, de paso,
al Libertador, que luego de la derrota definitiva de los realistas, evitará
restablecer otro imperio «que pueda llevar el pueblo a la tiranía», y
unirá los pueblos libres «con un lazo federal, tan estrecho que no
hagan sino un solo pueblo, libre por sus instituciones, feliz por sus
leyes y riqueza, respetado por su poder». Cuando el inca concluye su
intervención, un coro de vestales entona alabanzas al sol, ruega por la
salud del imperio y la gloria del Libertador. Un segundo canto debía
ampliar, luego de las reseñas que hizo El Libertador, el poema: una
suerte de contraste a las escenas de guerra y violencia, con evocaciones
de los tiempos de paz, visiones eufóricas del campo y sus gentes,
labores, juegos, danzas y cantares, agregando un nuevo vaticinio. Pero ya
había perdido el impulso político que le llevó a la redacción de las
versiones originales, y su relación con El Libertador se había enfriado.
Las
versiones del poema que conocemos están fechadas en 1825 y 1826. La
primera tiene 824 versos, la segunda, 909. Los modelos que usó fueron
Horacio, Virgilio, Píndaro, Homero, Lucrecio y Herrera. Como Quintana,
Olmedo imitó en los poetas clásicos lo que las traducciones o las
lecturas en lenguas muertas ofrecen: un arquetipo. De ellos toma las
divagaciones, el plan, la división en estrofas, antistrofas y epodos. Fórmulas
de difícil conciliación con las ideas modernas que de alguna manera reposaban
en la mente del ecuatoriano, que pudo ser todo, menos helenista, estado
inalcanzable. Para El Libertador, como para cualquier lector avisado,
tantas
liras sonorosas, hondos
valles, negros avernos, inflamadas esferas, truenos horrendos, águilas
caudales, corceles impetuosos, alazanes fogosos y mares undosos
ahogaban la historia y las incoherentes propuestas ideológicas del canto.
A ello hace referencia en su segunda carta a Olmedo, del 12 de Julio,
respondiendo a sus justificaciones.
El
Libertador recurre en esta carta a los conocimientos literarios de Simón
Rodríguez
, que le acompañaba entonces, seguro inspirador de la
respuesta a Olmedo y de algunos de los decretos que expidió en Cuzco
sobre la enseñanza, los derechos y la repartición de tierras entre los
indígenas, el socorro y educación de los huérfanos, el censo agrícola,
la exploración geográfica y mineralógica de Bolivia o la preservación
de las aguas y conservación de bosques.
He oído que un tal
Horacio escribió a los Pisones una carta muy severa, en que castigaba con
dureza las composiciones métricas; y su imitador, M. Boileau, me ha enseñado
unos cuantos preceptos para que un hombre sin medida pueda dividir y
tronchar a cualquiera que hable muy mesuradamente en tono melodioso y rítmico.
[...]
Más
que a Horacio
El
Libertador sigue a Boileau, cuya
Arte
Poética
(1674), gozó de enorme popularidad entre los
educadores, pedantes y dogmáticos franceses. Boileau fue un procurador
que considera la poesía un arte de la razón y el buen sentido, exigiendo
arquetipos universalizantes que relegaran a un lugar secundario toda
característica nacional y de época a los héroes poéticos. Cortar las
alas de la fantasía fue otra de sus consignas.
La
medula de la crítica al poema de Olmedo reside en ese criterio. El poeta
no debe dejar volar la fantasía cuando la realidad que se canta ha sido
otra. Las opiniones del Libertador habrían resultado equivocadas de haber
Olmedo sido un gran poeta. Pero aquí van como anillo al dedo. Por querer
el ecuatoriano opacar la gloria del Libertador, se inventó una máquina
fantástica que surge desde el cielo para servir de muñeco de ventrílocuo
a las pobres ideas y envidias del Olmedo político. Y El Libertador
entonces le da unos cuantos palos: ha debido guardar, como Virgilio
, el poema por nueve años; hay desproporción en las
partes, prolijidad y pesadez en el canto de los sucesos, el interés se
desvía hacia un personaje secundario.
Vd. debió haber
borrado muchos versos que yo encuentro prosaicos y vulgares: o yo no tengo
oído musical o son... o son renglones oratorios.[...]
Después de esto, Vd.
debió haber dejado este canto reposar como el vino en fermentación para
encontrarlo frío, gustarlo y apreciarlo. La precipitación es un gran
delito en un poeta. Racine gastaba dos años en hacer menos versos que Vd.,
y por eso es el más puro versificador de los tiempos modernos. El plan
del poema, aunque en realidad es bueno, tiene un defecto capital en su
diseño.
Lo
cierto es que desde el título del
Canto
a Junín
, una serie de equivocaciones en la composición de
este tipo de poemas dan razón al Libertador, así se apuntale en las
ideas de Horacio
y Boileau. Según Horacio, en la poesía, como en la pintura, debía haber
unidad y simplicidad; el poeta tenía que elegir temas adecuados a sus
capacidades; las cosas deben decirse oportunas en el momento oportuno;
Homero
demostró que al tratar de reyes y guerras, los tonos
elegiacos, cómico y trágico debían permanecer separados; la elección
de un personaje real o inventado se correspondería con sus acciones y
palabras; la fuente y manantial del buen escribir es la sabiduría, etc.
Vd. ha trazado un
cuadro muy pequeño para colocar dentro un coloso que ocupa todo el ámbito
y cubre con su sombra a los demás personajes. El Inca Huaina Capac
parece
que es el asunto del poema; él es el genio, él la sabiduría, él es el
héroe, en fin. Por otra parte, no parece propio que alabe indirectamente
a la religión que lo destruyó; y menos parece propio aún que no quiera
el restablecimiento de su trono por dar preferencia a extranjeros
intrusos, que aunque vengadores de su sangre, siempre son descendientes de
los que aniquilaron su imperio: este desprendimiento no se lo pasa a Vd.
nadie. La naturaleza debe presidir a todas las reglas, y esto no está en
la naturaleza. También me permitirá Vd. que le observe que este genio
Inca, que debía ser más leve que el éter, pues que viene del cielo, se
muestra un poco hablador y embrollón, lo que no le han perdonado los
poetas al buen Enrique en su arenga a la reina Isabel, y ya Vd. sabe que
Voltaire tenía sus títulos a la indulgencia, y, sin embargo, no escapó
de la crítica.
La introducción del
canto es rimbombante: es el rayo de Júpiter que parte a la tierra a
atronar a los Andes que deben sufrir la sin igual fazaña de Junín. Aquí
de un precepto de Boileau, que alaba la modestia con que empieza Homero su
divina Ilíada; promete poco y da mucho. Los valles y las sierras
proclaman a la tierra: el sonsonete no es lindo; y los soldados proclaman
al general, pues que los valles y la sierra son los muy humildes
servidores de la tierra. [...]
Siendo
el asunto «real» del poema la libertad del Perú, decidida en Ayacucho,
donde no estuvo El Libertador, pero anunciada en Junín, Olmedo, con la
ayuda del delirio de Huaina Capac diluye tanto las supuestas acciones
extraordinarias de las batallas como la gloria del Libertador. Para el
lector de su tiempo era imposible crear unidad de lugar con un personaje
histórico que sólo había estado en uno de los lugares, en batallas que
se habían realizado a seis meses de distancia una de otra, en parajes
distintos y al mando de diferentes generales. La aparición del Inca, como
bien anota El Libertador, no puede ser tomada en serio, máxime si este
considera a los criollos en lucha contra el Peninsular, vengadores de los
conquistados, a quiénes en ese momento, ciertamente, ignoraban. Los Incas
no triunfaron en Junín ni en Ayacucho. De allí de nuevo la sorna del
Libertador al recomendar a Olmedo enterarse de cómo Milton
y Pope
habían compuesto sus obras basados en el conocimiento de
Homero, Horacio y Virgilio:
La torre de San Pablo
será el Pindo de Vd. y el caudaloso Támesis se convertirá en Helicona:
allí encontrará Vd. su canto de esplín, y consultando la sombra de
Milton hará una bella aplicación de sus diablos a nosotros. Con las
sombras de otros muchos ínclitos poetas, Vd. se hallará mejor inspirado
que por el Inca, que, a la verdad, no sabría cantar más que yaravís.
Pope, el poeta del culto de Vd., le dará algunas lecciones para que
corrija ciertas caídas de que no pudo escaparse ni el mismo Homero. Vd.
me perdonará que me meta tras de Horacio para dar mis oráculos: este
criticón se me indignaba de que durmiese el autor de la Ilíada, y Vd.
sabe muy bien que Virgilio estaba arrepentido de haber hecho una hija tan
divina como la Eneida después de nueve a diez años de estarla engendrando;
así, amigo mío, lima y más lima para pulir las obras de los hombres.
[...]
Al
final reconoce el esfuerzo del guayaquileño para versificar, arrebatado
tanto por la musas, que confunde, los actos de Sucre
con los de Aquiles, los gestos del Libertador con los de Turno
y Eneas, y el elogio al soldado La Mar con el que hizo Homero al civil
Mentor, -viejo amigo, protector, maestro y guía de Telémaco-, ahondando,
así, en las críticas que había hecho el 27 de junio:
Confieso a Vd.
humildemente que la versificación de su poema me parece sublime: un genio
lo arrebató a Vd. a los cielos. Vd. conserva en la mayor parte del canto
un calor vivificante y continuo; algunas de las inspiraciones son
originales; los pensamientos nobles y hermosos; el rayo que el héroe de
Vd. presta Sucre es superior a la cesión de las armas que hizo Aquiles a
Patroclo. La estrofa 130 es bellísima: oigo rodar los torbellinos y veo
arder los ejes: aquello es griego, homérico. En la presentación de Bolívar
en Junín se ve, aunque de perfil, el momento antes de acometerse Turno y
Eneas. La parte que Vd. da a Sucre es guerrera y grande. Y cuando habla de
La Mar, me acuerdo de Homero cantando a su amigo Mentor: aunque los
caracteres son diferentes, el caso es semejante; y, por otra parte, ¿no
será La Mar un Mentor guerrero? [...]
«Una
parodia de la Ilíada con los héroes de nuestra pobre farsa
...»
es hoy el poema de Olmedo. Todo en él está envejecido, su retórica era
ya caduca en su tiempo, y sus alegorías, símbolos ilegibles del ayer.
Harold
Alvarado Tenorio
Ver:
Cecilia Hernández de Mendoza:
El
estilo literario de Bolívar
, Bogotá, 1945. Daniel Florencio O´Leary:
Memorias
, Caracas, 1879-1888. Eleazar López Contreras:
Simón
Bolívar escritor, crítico y periodista
, en
Revista
de la Sociedad Bolivariana
, Caracas, nº 38, 1953.
Gerhard
Masur:
Simón Bolívar
, Bogotá,
1980.
José
Joaquín Olmedo:
Poesía y prosa
,
con un estudio de Aurelio Espinosa Pólit, Puebla, 1965. José Luis
Busaniche:
Bolívar visto por sus
contemporáneos
, México, 1981. José Nucete-Sardi:
El
escritor y civilizador Simón Bolívar
, Caracas, 1930. Juvenal Herrera
Torres:
Simón Bolívar, vigencia
histórica y política
, Medellín, 1983. Miguel Acosta Saignes:
Bolívar,
acción y utopía del hombre de las dificultades
, Caracas, 1983.
Salvador de Madarriaga:
Bolívar
, Madrid, 1979. Simón Bolívar:
Obras Completas
, 5 tomos, Cali, 1978. Tomás Cipriano de Mosquera:
Memoria
sobre la vida del general Simón Bolívar
, Bogotá, 1977. Víctor Von
Hagen:
La amante inmortal
, México, 1967. Waldo Frank:
Simón Bolívar, nacimiento de un mundo
, Cali, 1983. [Publicado originalmente en la revista Universitas Humanística de la Universidad Javeriana de Bogotá, nº 34, 1991. El texto sirvió como lección inaugural del curso en la carrera de literatura de dicha universidad ese año.] |
Harold Alvarado Tenorio
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