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Recorte amarillo
Andrés Aldao

Siempre lo contempla desde su palidez conmovedora. Y ahora siente deseos de abrazarla, de percibir muy dentro suyo la docilidad de su piel tan suave, callada.

No está a su lado. Piensa en sus ojos anclados en esa mirada que jamás parpadea. Quisiera reclinarse sobre la imagen de María Teresa, la de sus sueños perennes.

Atisba esas pequeñas cosas, anécdotas que con el paso del tiempo se convierten en una agenda íntima de ternuras. Y las despoja de pasado recobrándolas en un presente muy fugaz.

Vuelven esas sensaciones tan entrañables, profundas, recuperadas en el milagro de la nostalgia. De la piel tan suave, callada. María Teresa, que lo contempla siempre desde su palidez conmovedora.

Amándose como dos adolescentes agobiados por la devoción recíproca, y la ternura, y la pasión, y el hechizo. Su piel tersa y pálida. Los ojos distantes. A veces, con ese dejo de ausencia en aquel extraño matiz almendrado de la mirada.

Y él siempre abatido por las miradas toscas de los otros. Entonces la abraza –recuerda, para reclamar su prioridad, confirmar la decisión precisa del destino. Y distingue el cabello manso que se confunde con esa palidez conmovedora. Que desde alli lo contempla, siempre, infaltable, María Teresa.

No puede vivir a solas, sin su presencia. Necesita tenerla consigo, vislumbrar por un instante esas formas tan suyas, tan queridas; percibir sus ojos tiernos que jamás parpadean. Como un reto infantil o un juego maravilloso que perpetúa la terquedad de su silencio.

Debe verla. Le falta esa tenuedad silenciosa, la mirada que no puede olvidar. Se abrocha la camisa, calza los mocasines, apaga la luz y sale del cuarto.

Entra en la salita, abre el álbum de lánguidas tapas y allí está, en el recorte amarillo de un diario muerto, el título jaspeado por el tiempo, lacónico, sin sentimientos, que vocifera en su negrura inmisericorde: En un enfrentamiento con fuerzas del orden fue muerta la subersiva María Teresa Lamborghini.

Debajo, el retrato de María Teresa, que siempre lo contempla desde su palidez conmovedora. Sólo han transcurrido veinticinco años de un recorte amarillo.

© Andrés Aldao
Autorizado por el autor el 15 octubre 2009 
Gentileza de Artesanías Literarias

www.artesanias.argentina.co.il 

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