Historia Universal de la Bronca. Sí. |
En recuerdo de Violeta Parra. Sí |
Hay cosas que te dan bronca. Mucha o poca, pero te dan. La gente no puede vivir sin embroncarse, sin agarrarse una bronca de órdago. En el mundo añejo de las horas lerdas, en que la siesta era una cuestión de principio, y levantarse tempranito para ir al laburo era cuestión de ética prole, ya existían las broncas. Pero eran distintas, más razonables. Menos complicadas, comprensibles incluso. La bronca ha ido cambiando con los tiempos. Aunque se trate de la misma piedra sin pulir que se aloja en la boca del estómago, o cerrándote la garganta, o el esfínter anal, las broncas posmodernas están muy extendidas. Sí. ¿Y los otros? ¿Los pibes con bronca? Viven dedicados a contemplar con bronca acumulada el placer gozozo de los otros, cuyas bronquitas capitales son «¿Nos llevan a Londres o a Miami? ¿A la Costa de Sol o a Mallorca?» Los broncosos, en cambio, patean la redonda con furia redoblada, reventando pelotas porque la bronca se va concentrando en el dedo gordo del pie. Sí. Los comprendo. Cuando yo nací, dicen que mi primera aparición en este valle de lágrimas la hice rojo de ira y gritando desaforadamente. Buscaron cientos de explicaciones a mi bronca precoz, a una bronca que, suponían, no tenía razones valederas, ni científicas, ni puntuales ni casuales, ni causales. ¡Cuán equivocados estaban todos, qué ciegos, madre mía! Sí. Un día de noviembre, en el año 1929, se me ocurrió escurrirme del vientre de mi vieja. Durante años buscaron la clave del enigma en los horóscopos, en las más estrambóticas combinaciones astrológicas. Y nada. Aunque la respuesta estaba a la vuelta de la esquina. El 24 octubre de aquel extravagante año ocurrió un hecho que nadie enhebró con la bronca visceral de quien esto escribe: el hundimiento de la bolsa en Wall Street, la gran recesión estadounidense y la crisis económica mundial. ¿Cómo un tipo normal, sensible, hijo de inmigrantes proles, no iba a nacer embroncado en un mundo que desparramaba broncas y hambres hacia los cuatro puntos cardinales? Porque El que no llora no mama, como muy bien escribió uno de los más preclaros filósofos de la bronca, don Enrique Santos Discépolo. Sí. ¿Ahora comprenden por qué soy un experto, un perito, un desheredado de la fortuna con una bronca que podría denominar, incluso, congénita, genética, cinética? Ser un tipo atacado por la bronca me trae problemas, pero tiene sus ventajas, sobre todo en este feliz mundo posmoderno y globalizado. La bronca puede ser causada por una úlcera (efecto) o, asimismo, puede provocar una –o varias – úlceras (causa). Algunos dicen que es un sentimiento (como el peronismo). Otros afirman que se trata de un estado de ánimo; hay quienes recurrieron a la teoría psicoanalítica, una melange de complejo de Edipo y efluvios de Medea. Los freudianos ortodoxos explican la bronca como un fenómeno general de la raza humana, provocada por la salida de los fetos a través de la vagina de las santas madres. Sí. No respeta raza, religión, sexo, color de la piel, ojos y pelo, estado civil, edad. Y existen numerosos tipos y clases de bronca. Tenemos la bronca familiar y la bronca entre familias (un ejemplo famoso: capuletos y montescos); o la bronca que divide a un país (Braden o Perón, Clinton o Starr, católicos y protestantes en Irlanda, laicos y fundamentalistas en Israel). contamos con la bronca entre vecinos o tanos y gallegos, entre porteños y provincianos, y la del barrio norte y los de piel oscura, cabecitas negras, bolivianos, paraguayos, descendientes de los indios (estos sí que tienen una bronca de siglos), prostitutas y travestis, gringos y marginados, charlatanes y chorritos al paso. Broncas, broncas para todos los gustos. Sí. La lista de broncas y derivados es más larga que la guía de teléfonos de Tokio, Madrid o Buenos Aires. Incluso en el menú gastronómico hallamos broncas célebres: está la bronca calabresa, la bronca medio caballo y la bronca completa, la bronca a la parrilla o las broncas a la Rossini, el omelete de bronca y cuchilladas, y broncas fritas o pasadas por agua. Repito: es un fenómeno multisectorial, universal y global. Sí. Este período que algunos idiotas califican como “el fin de la historia”, es una gran bronca, una bronca millonaria porque te comprime, te exprime y te revienta. Y luego te arroja a una alcantarilla denominada el hospital de alienados. Pero hay más piante afuera que adentro. Esta posmodernidad del fin de la historia te estruja las pelotas, no te deja cavilar y te demuestra que pensar es un acto estúpido, porque los inteligentes del planeta globalizado elucubran todas las soluciones imposibles para todos los problemas posibles. ¿Y esto no te da bronca? A la larga o la corta, broncás. Broncás como un loco furioso. Sí. Por eso la gente anda con bronca. Porque no sabe cómo salir del pozo, dar un portazo y cerrarle el paso a los que deciden por la gente; que le indican qué comer, cómo masticar, cuando ir al cine, qué programas imbéciles debe ver en la televisión, cuántas cervezas puede tomar diariamente, sistemas sórdidos para fornicar. Lo más importante es no pensar –exclaman –: deje que la XX Company se rompa el coco por usted y le diga qué debe hacer. Y entonces nosotros, que muchas veces nos hacemos los giles porque no nos queda otra, nos agarramos una flor de bronca, una bronca de la puta que lo parió, mientras la sarta de eunucos mafiosos sigue lo más campante, chapando a diestra y siniestra. Sí. |
©
Andrés Aldao
Autorizado por el autor el 3 de agosto de 2010
Gentileza de Artesanías Literarias
www.artesanias.argentina.co.il
Ir a índice de América |
Ir a índice de Aldao, Andrés |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |