Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

También puede colaborar con la labor cultural de Letras Uruguay por medio de COLECTATE

 

Otro método para colaborar con la obra cultura de Letras Uruguay, desde 3 euros: splitfy.com

Los exiliados españoles en la cultura cubana (1939-1945) 

Autoras: Lic. María del Carmen Alba Moreno
      Lic. Eilyn Oropesa Sepúlveda

Departamento de Historia.

Universidad de La Habana.

Resumen:

El análisis del influjo que el exilio español significó para la cultura y la lucha por las ideas democráticas, debe iniciarse con la comprensión de su diversidad y magnitud, en tanto resulta diferente en cada país receptor pero siempre marcado con un sello de añoranza, desarraigo y ausencia de una política de reconciliación nacional por parte del Nuevo Estado. De ahí su prolongación temporal y adaptabilidad. En Cuba, la labor desempeñada por los intelectuales exiliados se mostró en varias direcciones, resultando la producción literaria, editorial y organizacional de tanta importancia, que aun hoy perdura.

La II República Española, surgida en abril de 1931, se propuso crear un nuevo orden político y social, encaminado a erigir una democracia pluralista que integrara a los sectores marginados tras desplazar del poder a la élite que lo había acaparado tradicionalmente, a la vez que daría continuidad al proceso modernizador iniciado junto con el siglo. La puesta en marcha del nuevo sistema, unido a la intensificación de las demandas políticas, agudizó la situación social y agravó la crisis del Estado. La organización de las derechas y la utilización del Ejército como alternativas, se juntaron en el propósito de poner fin al régimen republicano, torciéndose el rumbo de la pretendida revolución.

El 18 de julio de 1936 se inició la Guerra Civil Española con la sublevación de un sector del Ejército dirigido por grandes jefes militares y respaldado por los partidos de derecha y sectores sociales más reaccionarios de la sociedad, quienes confiaron en la efectividad de la acción para imponer un nuevo régimen,  mediante un Golpe de Estado. De modo que el empleo del recurso de la violencia y del Ejército como opción, se juntaron bajo el propósito de poner fin al régimen republicano, evidenciándose  que la tradición de intervención del Ejército en la política, característica de la España contemporánea, se mantenía con fuerza.

Desde el mismo inicio de la contienda el panorama español cambió considerablemente, produciéndose un reparto territorial entre las dos fuerzas en combate: los republicanos y los nacionales; con ello se iniciaba la evolución de dos Españas diferentes entre sí económica, política, ideológica y socialmente.

Este hecho, junto a otros acontecimientos de gran importancia  para el mundo cultural tales como  el asesinato de Federico García Lorca y la inmediata proscripción de la intelectualidad republicana, esclarecieron el futuro de las figuras más comprometidas con el republicanismo: el Exilio, fenómeno que se hizo masivo en la medida en que avanzó la guerra. Si bien muchos decidieron quedarse en la España Republicana para defender sus ideales con las armas y el intelecto, el fin de la guerra y la instauración del Nuevo Estado el 1ro de abril de 1939 hicieron inaplazable el éxodo político de gran parte de aquel sector de la intelectualidad española que aun permanecía en el país y cuya posición política de izquierda o simplemente contraria al ideal de los “vencedores”, así lo impusieron

El apoyo de la intelectualidad a la II República – desde su instauración en 1931 – tuvo un carácter  masivo e incondicional. Sus defensores desarrollaron numerosos proyectos en función de llevar las más diversas manifestaciones del arte a las masas, a la vez que intensificaron su producción intelectual con el objetivo de enriquecer la cultura española. Tras el alzamiento del 18 de julio de 1936, el fortalecimiento de dicha labor adquirió vital importancia para el mantenimiento de la II República.

De este modo la Guerra Civil se convirtió en el punto de inflexión del florecimiento del arte español. Este episodio bélico, desde el punto de vista socio-cultural, constituyó el momento de transición entre el republicanismo – como impulsor de las ideas progresistas y la creatividad cultural – y el férreo régimen franquista, asesino de este renacer artístico

De otra parte, los nacionales, en los territorios que fueron cayendo bajo su égida durante la contienda, basaron su política en el terror y la represión. El estricto control de todos los aspectos de la vida española constituyó uno de los principales pilares sobre los que se sustentó este régimen. La censura se extendió a todos los medios de comunicación y publicación, silenciando así a los intelectuales republicanos que optaron por el exilio interior. La literatura en particular, fue la principal víctima.

Tras el triunfo de las fuerzas franquistas el 1ro de abril de 1939, dicha represión se recrudeció, comenzando entonces el éxodo masivo de este sector social hacia otros países europeos y latinoamericanos. Fue así como se creó la diáspora española, o como muchos la suelen llamar, la España Peregrina.

La labor de la intelectualidad española en el continente americano, destino final de muchos, estuvo encaminada a mostrar al mundo las experiencias sufridas durante la guerra. La poesía, como protagonista de este quehacer y por su especial sensibilidad, centró sus temas en el grito contra los vejámenes cometidos por los nacionales para con la intelectualidad republicana por lo cual este género se convirtió en un medio de denuncia de la política represiva franquista y de su alineamiento con las potencias fascistas durante la II Guerra Mundial.

Cuba, de modo particular, acogió a importantes figuras de la intelectualidad española como Manuel Altolaguirre, Bernardo Clariana, Luis Amado-Blanco, Juan Chabás, José Luis Galbe y Concha Méndez. quienes encontraron en la Isla un ambiente favorable a pesar de las trabas legales y la difícil situación económica a que se debieron enfrentar.

Particularmente el exilio poético en Cuba se compuso de notables figuras de la Generación del ’27, quienes desarrollaron su producción literaria y expandieron sus ideas políticas y culturales en la Isla. Su obra se caracterizó por una poesía de corte político y compromiso social donde los temas de desarraigo, nostalgia, añoranza y desesperanza, devinieron recurrentes ante la imposibilidad de restablecer al régimen republicano.

Muchos fueron los libros publicados y los temas tratados por dichos autores pues indudablemente, la guerra civil ocasionó drásticas secuelas psicológicas en los poetas del exilio. Fue por ello que este capítulo de la historia contemporánea española  se convirtió en la esencia de la temática general que trató la poesía del exilio en Cuba. Importantes episodios de la guerra civil inspiraron el canto de estos poetas a su patria, canto de añoranzas y tristezas. La exaltación de los valores patrióticos del régimen republicano así como el papel desempeñado por las masas populares y la intelectualidad en la defensa de este régimen, fueron elementos importantes que quedaron plasmados en estas obras. La Defensa de Madrid fue uno de los momentos que sirvió – en mayor cantidad de ocasiones – de inspiración a este grupo de poetas. El cerco y los numerosos ataques de que fue víctima la capital española dejaron un saldo de incontables muertes para ambos bandos. Manuel Altolaguirre en su poema “Madrid” nos describe brevemente esta realidad.  

Horizontes de guerra, cuyas luces,

Cuyas auroras repentinas, breves,

Cuyas fugaces albas, salvas, fuegos,

Multiplican la muerte interminable.

Mi frente con el frente son sinónimos

y sobre mi mirada, como llanto,

se derriban los héroes, caen hundidos

por el abismo verde de mi cara.(...) [1]  

Mientras José Luis Galbe en su poema “La Defensa de Madrid” exalta la resistencia republicana ante el avance de los nacionales[2] en la capital y sus consecuencias para los dos bandos.  

(...) Tu río decían que era

Arroyo aprendiz sin agua

Pero estuvieron dos años

A la orilla y no pasaban,

           (…)

Madrid: salvación de España

Madrid: pasmo de la tierra

Madrid: orgullo de la patria,

Modelo de pueblos libres

Y faro de su esperanza. (...) [3]  

Ambos poemas se tornaron en un himno a la valentía y el honor del régimen republicano y sus defensores, así como en homenaje a la labor desempeñada por la población civil en la defensa de la ciudad en la cual se insertaron también las fuerzas de las brigadas internacionales, donde cabe destacar por Cuba la labor del intelectual y revolucionario, Pablo de la Torriente Brau. Los autores nos muestran cómo  la superioridad técnica y numérica de los sublevados no amedrentó el valor de los republicanos, quienes supieron hacerle frente y resistir el fortísimo embate de estas tropas a las puertas de la ciudad, convirtiendo a Madrid en el baluarte de la defensa de la II República durante la contienda.

La realidad del exilio también fue motivo para el canto expresándose en él los más diversos estados de ánimo. Las reacciones psico-sociales ante la lejanía de la patria y la derrota moral, se manifestaron en diferentes direcciones, creándose así una interesante gama de sentimientos en esta extensa obra.

El pesimismo predominó entre muchos de estos autores; los deseos de morir, enloquecer o desaparecer, antes que vivir alejados de la patria, fueron literalmente expresados. Tal es el caso del poema “Canción del vencido” de José Luis Galbe, donde podemos apreciar reflejada la desesperanza, la desilusión y la pérdida del sentido de la vida.  

¿Qué temes?

No temo a nada,

Ni a la vida negra, ni a la muerte blanca.

 

¿Qué quieres?

No quiero nada,

Quisiera un silencio color de malva. (...)[4]  

Es el gran sufrimiento de la derrota y el deseo de morir ante estas circunstancias de exclusión socio-política, de exilio e inseguridad, el sentimiento que les invade en la nueva tierra y la vida que les espera. Una muestra de ello es el poema “Claustro” de Luis Amado Blanco, donde se expresa claramente el miedo que tienen estos poetas a la incertidumbre del mañana en el exilio, ante lo cual muchos creen que no existe una razón para vivir.  

El puño, el pecho, el hado,

Quieren el corazón de la montaña

Y el pétalo apretado por el miedo

De un pronto despertar.

Y todo es turbio y pasajero y vamos

Hacia delante y hacia atrás, rendidos,

Cortados por la esquina

Que no quiso entender nuestro milagro.

 

                    (...)

- Claustro de amor, oscuridad salobre,

Húmedo nicho para negras horas,

Reza mi incienso y lleva la alabanza

De todo lo que fue y no me importa sea. – (...)[5]  

La desolación física y espiritual, la pérdida del sentido de la vida y de la esperanza, la sinrazón, la angustia y la añoranza se funden para dejar testimonio de la realidad española y mundial, una realidad que demostró la imposibilidad de sostener el régimen republicano ante el avance de una ideología reaccionaria.

 

La ambigüedad también encontró cabida en el sentir de los exiliados. Vivir, no vivir, regresar, no regresar, resultaron cuestiones claves en la vida y obra de estos exiliados que trataron de aferrarse al pasado ante la realidad desgarradora del presente.

La poetisa Concha Méndez nos transmite, en “Silencio” una sensación de desconcierto y desafuero, en un tono melancólico y sensiblemente femenino, que llevan al lector a sentir en sí mismo esta situación de desamparo.  

Tan segura voy que voy

Perdida en todos los rumbos.

Ni brújula, ni timón:

Perdida en lo absoluto. 

Y perdida llegaré

A los confines del mundo.[6]  

La añoranza por la patria y la familia es inmensa entre este grupo de poetas. Pudiera decirse – sin temor a pecar de exageración – que toda la obra poética de los españoles exiliados en Cuba, de un modo u otro, está impregnada de este sentir. El poema “Añoranza” de Luis Amado-Blanco es uno de los más fieles ejemplos:  

(...)Algo se quedó atrás: Humo de pájaros,

Chimeneas de grises y gorjeos,

Aquella flor de almendro amanecida,

La sonrisa de paz sembrada al vuelo,

Dios guarde y la campaña, en el ocaso.

                       (...)

Todo debiera estar allí: La mano, el hijo,

Fresco rocío de noche pura,

La caricia, amansada de milagros,

El corazón de miel sobre la mesa. (...)[7]  

A pesar de las diferentes reacciones que ocasionó el exilio en estos poetas y la diversidad de temas que ello generó en su extensa obra, ante todos se presentaba una misma interrogante: ¿Qué hacer ante la nueva situación que vive España? El ayer y el hoy se representan metafóricamente, pero siempre con una mezcla de melancolía y añoranza.

Así pues, se pone de manifiesto una variedad de estilos y formas de expresión que hacen de esta unidad temática – que caracteriza al exilio poético español en Cuba – una riquísima fuente de información sobre la realidad española y cubana del período. La diversidad nos deleita, convirtiendo a cada uno de estos autores, dentro de la gran unidad literaria que conforman, en un universo independiente en cuanto a sentimientos e ideas expresadas. De este modo podemos apreciar la variedad de testimonios legados sobre la guerra civil española y el régimen franquista como momentos históricos, los diversos estilos poéticos utilizados por estos autores para homenajear a sus colegas, soldados y civiles caídos en defensa de sus mismas ideas, o de modo más abierto, las diversas actitudes asumidas ante el inevitable exilio, donde nos encontramos posiciones de indiferencia ante la vida como es el caso de José Luis Galbe, otras más infaustas como Manuel Altolaguirre y Bernardo Clariana quienes preferían la muerte, mientras Concha Méndez deseaba perder la cordura antes que vivir en las duras circunstancias que les imponía el exilio por haber defendido una causa derrotada. Igualmente encontramos expresiones de rechazo o añoranza al regreso a la patria – indistintamente y según las circunstancias –.aunque también hubo quien se pronunció en pro de la lucha por la justicia y la transformación socio-política del Nuevo Régimen impuesto a España.

Pero en cualquiera de los casos se observaron ideas y temas comunes que convirtieron a estos autores en un grupo homogéneo en lo que a temáticas e intereses respecta, lo cual quedó materializado en su actuar conjunto tanto en la  vida intelectual, como en las actividades políticas que llevaron a cabo en la Isla con un mismo objetivo: reorganizar y repensar a España desde el exilio.

Empero los intelectuales exiliados no solo se manifestaron en el quehacer literario sino también organizacional. Ello significa que la intelectualidad española a su llegada a Cuba trató de desplegar su labor socio profesional asociándose o fundando  diversas instituciones.

Muchas fueron las instituciones culturales, revistas y periódicos que pusieron su empeño  en cooperar, desde todos los ámbitos, con la causa republicana. Los incontables trámites realizados en coordinación con otras instituciones nacionales e internacionales para el traslado de intelectuales a la Isla tuvieron en la vanguardia a dos prestigiosas instituciones culturales de la Isla: La Casa de la Cultura y el Círculo Republicano Español. Mientras, otras instituciones similares como la Institución Hispano Cubana de Cultura, el Lyceum and Lawn Tennis Club, el Centro Asturiano y el Gallego, La Universidad de La Habana y las logias masónicas abrieron sus puertas para recibir el influjo cultural de estas figuras.

El Círculo Republicano Español[8] derivado de la Alianza Republicana Española de Cuba en 1936, agrupó, en lo fundamental, a los no comunistas. Se encargó de la recaudación de fondos a través de actividades culturales y políticas para apoyar la causa republicana y fundó las revistas Mensajes (1937) y Voz de España (1940 – 1947?), donde publicaron Ángel Lázaro, Enrique López Alarcón y Gerardo Álvarez Gallego.

La labor del Lyceum and Lawn Tennis Club también fue meritoria en cuanto a la programación de diversos ciclos de conferencias donde expusieron Luis Amado Blanco, Juan Ramón Jiménez,  Concha Méndez, Manuel Altolaguirre, Herminio Almendros, María Zambrano y Juan Chabás, entre otros. Del mismo modo obtuvieron un espacio en las publicaciones de la revista Lyceum (Órgano oficial de la institución).

Los Centros Asturiano y Gallego, igualmente abrieron sus salones a disertaciones y conferencias de Luis Amado Blanco, Ángel Lázaro, Félix Montiel, José Rubia Barcia y Mariano Sánchez Roca. A su vez, la revista bimensual La Voz Gallega, acogió como colaborador a Gerardo Álvarez Gallego. 

Por su parte la Universidad de La Habana aunque tuvo sus particularidades, con respecto al resto de las instituciones culturales, se apoyó en instituciones derivadas para resarcir el cierre de las aulas a los catedráticos exiliados. De este modo, se abrieron ante estos numerosas posibilidades de impartir cursos y dictar conferencias en la Escuela de Verano de la Universidad de la Habana y la Escuela Libre de Enseñanza, en esta última el cuerpo directivo contó con la presencia de algunos exiliados, tales como Luis Tobío (Secretario de la Sección de Estudios Superiores, Universitarios, Especialidades e Investigación)  y José Rubia Barcia (Secretario de la Sección de Lenguas y Arte). La revista Universidad de La Habana también abrió sus páginas a destacados pedagogos, escritores, novelistas y poetas, publicando durante estos años un gran número de artículos y obras de José Gaos, José Rubia Barcia, Manuel Altolaguirre, María Zambrano y Juan Chabás.

La Logia Masónica  cubana también trabajó arduamente en el traslado de exiliados hacia la Isla una vez finalizada la contienda. Los masones que llegaron por esta vía, constituyeron una nueva organización: Fraternidad Española en el Exilio con sede en la Gran Logia de Cuba. Esta organización contó con un grupo reducido de miembros (40 aproximadamente) pero tuvo una gran importancia ya que continuó la labor de traslado de los refugiados desde Francia hacia la Isla.

De este conjunto de instituciones, hemos logrado cierta información de interés a nuestros fines en el Registro de Asociaciones del Archivo Nacional de Cuba de la Institución Hispano Cubana de Cultura y la Casa de la Cultura, las cuales desplegaron una prolífica labor en la década de 1940, sustentándose en la compleja situación interna y externa.

La Casa de la Cultura, fundada en febrero de 1938,  llevó sobre sí un gran peso en este proceso. Sus objetivos se radicalizaron en la medida en que avanzaba el fascismo a nivel mundial y los exiliados actuaban en consecuencia con ello. La modificación del Reglamento de Constitución de dicha Institución en septiembre de 1940, resultó demostrativo de lo anterior, en especial en lo relativo a los fines de la institución, recogidos en el Artículo 2.A y que señala:

 “Realizar una labor de propaganda y ayuda al pueblo español, que dentro y fuera de su país se afana por reconquistar lo que le fue arrebatado por la fuerza de las armas.[i][9]

Con ello se expone claramente la posición política de la Casa de la Cultura para con la II República Española y sus exiliados. Pero esto no fue suficiente, sino que además, se decidió agregar a la bandera que la identificaba – hasta el momento representada por tres franjas transversales roja-amarilla-morada (similar a la de la II República) – una antorcha y una rueda dentada sobre la amarilla. Toda esta política pro republicana fue ratificada en el Nuevo Reglamento aprobado el 28 de agosto de 1944 (cuatro años después).

Esta institución tuvo un amplio espectro de actividades, todas encaminadas a facilitar el ingreso y asentamiento de los intelectuales en la Isla: se creó un dispensario médico para atender a aquellos que procedían de los campos de concentración franceses, se realizaron actos políticos  para mostrar su respaldo al Gobierno Republicano en el Exilio, así como actividades culturales para recaudar fondos que luego servirían de ayuda a los exiliados. El estrecho vínculo de esta institución con el Partido Comunista de España lo convirtió en el centro de reunión de los comunistas españoles en el país, desde donde se organizaron y desempeñaron.

Por su definida posición política, La Casa de la Cultura experimentó un incremento notable de sus miembros procedentes del exilio y la colonia española en Cuba. De un total de 84 delegaciones que existían en el año 1940 en todo el país, se llegó a la cifra de 127 en el año 1945.

La presencia de los exiliados en la directiva no solo se reflejó en la capital, sino que se extendió a todo el territorio nacional. Pedro Atienza Simarro fue director de la Casa de la Cultura de Matanzas, mientras José María González Jerez ocupó el cargo de Delegado Provincial de la Casa de la Cultura de Camagüey. 

Desde el punto de vista intelectual, se le ofreció un reconocido espacio a los exiliados para ofrecer conferencias y disertaciones, teniendo lugar varias de  Gerardo Álvarez Gallego (CC de Ciego de Ávila, 1939), Juan Chabás (CC de Matanzas) y Ángel Lázaro (CC de La Habana).

La labor publicística no fue menor al resto de las actividades. De ello se encargaron la revista Nosotros (1938-1947) y la emisora Radio Cultura. En dicha revista se divulgaron sus actividades y publicaron muchas obras y artículos de exiliados. Del mismo modo ocuparon importantes puestos de la junta directiva destacadas figuras del exilio, entre los que figuraron Gerardo Álvarez Gallego y Francisco Mayorbe como directores. También desde aquí se organizó un fuerte ataque al Diario de la Marina y a los falangistas en Cuba.

Mientras la Institución Hispano Cubana de Cultura,  fundada y dirigida desde 1926 por Fernando Ortiz, también dio su aporte a la causa republicana en el exilio, aunque sus objetivos iniciales fueron básicamente culturales. Entre sus fundadores figuraron importantes figuras de la colonia española en la Isla, dígase Ricardo Veloso Guerra, Valentín García y otros que ante la inminencia del exilio impulsaron una digna labor de respaldo.  

Sus salones fueron espacio para las disertaciones y ciclos de conferencias de figuras importantísimas de la cultura española como Juan Ramón Jiménez y Manuel Altolaguirre acerca de la poesía española y otros como María Zambrano, Claudio Sánchez-Albornoz, Jenaro Artiles, José Rubia Barcia, Bernardo Clariana, Francisco Prat Puig y Juan Chabás. Los mismos ofrecieron tanto conferencias de carácter cultural como políticas, entre las que figuran “Política al margen de la política” de José Rubia Barcia (agosto de 1939), “La Guerra Civil Española y la presente Guerra Mundial” de Jerónimo García Gallego (1941). Esta institución también dio cabida a las ciencias, en tanto Antonio Ortega y Gustavo Pittaluga ofrecieron disertaciones sobre temas  biológicos y clínicos.

El poeta Juan Ramón Jiménez – tras arribar a La Habana a ofrecer un ciclo de conferencias a fines de 1936 - tuvo la iniciativa de  realizar un Festival de la Poesía Cubana, para lo cual contó con el auspicio y financiamiento de esta institución.  El referido evento revitalizó la vida cultural capitalina y nacional.

El trabajo publicístico de la Institución Hispano Cubana de Cultura a través de la revista Ultra es digno de admiración. Esta revista tuvo una salida mensual y se centró en los temas culturales del momento. La mayor parte de las conferencias, lecciones, disertaciones realizadas en dicha institución fue luego publicada en esta revista, mediante la cual se dio más publicidad al trabajo intelectual de los exiliados en la Isla.

De tal importancia y perdurabilidad temporal resultó ser el influjo hispánico durante los años 40 y posteriores, que puede afirmarse que el encuentro entre ambas culturas: la española, con ansias de expresión y creación, y la cubana, desarticulada por la convulsa situación política que vivía el país, produjo un renacer en la vida cultural, a la vez que un estimulo al compromiso militante de la intelectualidad de la Isla.

Bibliografía

Altolaguirre, Manuel. Nube Temporal. La Habana: La Verónica. Colección El Ciervo Herido, 1939.

Amado-Blanco Fernández, Luis. Claustro, poema. La Habana: [s.e.] , 1942.

Chabás Martí, Juan. Historia de la Literatura Española. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 1976.

Clariana Pascual, Bernardo. Ardiente desnacer, testimonio poético. La Habana: Ediciones Mirador, 1943.

Domingo Cuadriello, Jorge y Roger González. Sentido de la derrota. Selección de textos de escritores españoles exiliados en Cuba. Barcelona: GEXEL, 1998.

Domingo Cuadriello, Jorge. Los españoles en las letras cubanas durante el S. XX. Diccionario biobibliográfico. Sevilla: 2003.

Fernández Muñiz, Áurea Matilde. España. Franquismo y transición. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 2002.

Fernández Muñiz, Áurea Matilde. España. II República y Guerra Civil. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 2004.

Fusi, Juan Pablo. Un siglo de España. La cultura. Madrid: Marcial Pons, 1999.

Lázaro Machado, Ángel. Antología poética. La Habana: La Verónica. Colección El Ciervo Herido, 1940.

Lázaro Machado, Ángel. Sangre de España. Elegía de un pueblo. Noticia. La Habana: La Verónica. Colección El Ciervo Herido, 1942.

López Segrera, Francisco. Cuba: cultura y sociedad: 1510 – 1985. La Habana: letras Cubanas, 1989.

Maluquer de Motes, Jordi. Nación e inmigración: los españoles en Cuba (SS. XIX y XX). Colombres (Asturias): Ediciones Júcar, 1992.

Méndez, Concha. Lluvias enlazadas y otros sonetos. La Habana: La Verónica. Colección El Ciervo Herido, 1939.

Naranjo Orovio, Consuelo. Cuba, otro escenario de lucha: la Guerra Civil y el exilio republicano español. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1988.

Paredes, Javier. Historia contemporánea de España. Barcelona: Editorial Ariel, 1996.

Río, Ángel del. Historia de la Literatura Española. T. II, La Habana: Instituto del Libro, 1968.

Tamames, Ramón. La República. La era de Franco. Madrid: Editorial Alianza, 1988.

Publicaciones periódicas

Albornoz, Álvaro de. “Noticias literarias. Los intelectuales españoles en América”. Nuestra España (La Habana) VII (2): 35-37, abril de 1940.

Albornoz, Álvaro de. “Cronicidad de la Revolución Española”. Nuestra España (La Habana) I (1): 5-7, octubre de 1939.

Clariana, Bernardo. “La no beligerancia”. Nuestra España (La Habana) X-XI (10): 28-31, julio-agosto de 1940.

Lázaro, Ángel. “El arte y la guerra”. Carteles (La Habana) XXXIII (34): 15-18, 20 de agosto de 1939.

Martínez, Juan Luis. “Comentarios sobre la guerra”. Bohemia (La Habana) XXXI (37): 6-7, 10 de septiembre de 1939.

Miaja, José. “Lo que nos ha enseñado la guerra de España”. Bohemia (La Habana) XXXI (23): 39-41, 4 de junio de 1939.

Prats Beltrán, Alardo. “Presente y futuro del franquismo. La neutralidad de España en la guerra de Europa”. Nuestra España (La Habana) I (1): 26-29, octubre de 1939.

Rodríguez Angulo, Filiberto “Homenaje a la republica española”. Universidad de La Habana (La Habana) (55-56-57): 26-31, julio-diciembre de 1944.

Sanders, Albert. “¿Qué va a ser de los refugiados?”. Carteles (La Habana) XXXIII (7): 14-17, 12 de febrero de 1939.

Zozaya, Alfonso. “¿Ha fracasado la democracia?”. Nuestra España (La Habana) XII (11): 43-47, septiembre de 1940.

Notas:

[1] Altolaguirre, Manuel. ²Madrid² En : Domingo, Jorge y Roger González. Sentido de la derrota. Selección de textos de escritores españoles publicados en Cuba.  Barcelona: GEXEL, 1998, p. 15.

[2] Se refiere al bando franquista o de los rebeldes

[3] Galbe, José Luis. El del espejo. La Habana: Instituto del Libro, [s.a], pp. 28-31.

[4] Galbe, José Luis. Ob. Cit. p.41.

[5] Amado-Blanco, Luis: Claustro, poema. Habana, (s.e), 1942, pp.13 y 17.

[6] Méndez, Concha. Lluvias enlazadas y otros sonetos. La Habana: Imprenta La Verónica. “El Ciervo Herido”,1939, p.53

[7] Amado-Blanco, Luis. Ob. Cit., pp.31 y 35.

[8] Esta institución se constituyó en 1936 por la fusión de la Alianza de Republicanos Españoles (fundada en 1929) con diversos grupos republicanos existentes en el país. A fines de 1937 fue ilegalizado por el gobierno, aunque continuó con sus actividades clandestinamente hasta fines de 1942  en que fue nuevamente legalizado.

[9] Reglamento de Asociaciones: Casa de Cultura. Legajo 1124, expediente 23499-23500. Archivo Nacional de Cuba

 

Autoras: Lic. María del Carmen Alba Moreno
                Lic. Eilyn Oropesa Sepúlveda

Departamento de Historia.
Universidad de La Habana 
mariac@ffh.uh.cu
 

 

Ir a índice de ensayo

Ir a índice de Alba Moreno, María del Carmen

Ir a página inicio

Ir a índice de autores