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La estructura social en el campo cubano en la década del 50 del siglo
pasado Lic.
María
del Carmen Alba Moreno Departamento
de Historia. Universidad
de La Habana |
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El campesino trabajador cubano en la década de 1950. Acercarnos a la problemática campesina supone, al menos, enunciar dos definiciones que nos sirvan de instrumentos en el análisis: campesino y factores para determinar la estructura y dinámica internas de esta clase.- Ante todo recordemos que el proceso de formación del campesinado como clase social tuvo lugar durante la descomposición de la comunidad primitiva y que su esencia social y situación en la sociedad están determinadas por el modo de producción imperante y cambian con la sucesión de las formaciones económico-sociales y las etapas de su desarrollo. Por tanto la definición de campesino no puede ser asumida como un concepto estático, inamovible, sino que es ajustable a momentos, características, países diferentes. En la primera mitad del siglo XX en Cuba un conjunto de factores se conjugaron e interactuaron para determinar el cuadro social. Deben mencionarse la deformación estructural de la agricultura dada por la existencia de grandes latifundios dedicados especialmente a la explotación de un solo producto, el azúcar; la prevalencia del régimen capitalista en convivencia con rasgos semifeudales de explotación, y por último, la dominación imperialista. Todos ellos marcaron la heterogeneidad del campesinado cubano y la ascendente tendencia hacia la década de 1950 del proceso de “descampesinización” o proletarización del mismo[1] En consecuencia definiríamos al campesinado cubano de entonces como la clase social ocupada en la producción agrícola, que se basaba en la propiedad privada o explotación directa no propietaria del medio fundamental de producción y que participaba en ella con su trabajo personal. Una peculiaridad del campesinado cubano queda enmarcada en esta determinación, manifestada por el hecho de que un porciento elevado de la población campesina durante el período neocolonial, no era propietaria de la tierra que trabajaba. En términos generales pudiera decirse que el campesinado cubano vivía sometido a las condiciones y características de todo país capitalista, pero agravada por nuestra condición de neocolonia. De una parte se veían obligados a pagar rentas a los terratenientes, pues menos del 25% de los campesinos era propietario de sus tierras[2], y de la otra, el precio que se les pagaba por sus productos agrícolas resultaba ínfimo a pesar de que llegaban al mercado con precios elevados dada la existencia de “prósperos intermediarios”. Empero, las clases tampoco son un conjunto homogéneo, sino que cada clase social resulta internamente heterogénea pues su composición articula diversos grupos o capas sociales las cuales expresan diferentes grados de fortaleza y formas de manifestación y actuación con relación a los rasgos que definen la clase. Así entonces encontraremos dentro del campesinado diferentes capas las cuales están determinadas por factores tales como extensión de la tierra, calidad y ubicación de esta, tipo de cultivo, medios que emplea para explotar la tierra, cercanía al mercado y empleo o no de fuerza de trabajo asalariada[3] De tal forma podemos encontrar las siguientes capas dentro del campesinado en general: a) Campesinos ricos: son considerados los patrones capitalistas de la agricultura, que explotan su hacienda, como norma, contratando a varios jornaleros. Su relación con el campesinado sólo está dada por su nivel cultural poco elevado y por su modo de vivir. Entre las capas de la burguesía, puede incluirse este grupo de campesinos, que llegan a constituir su sector más numeroso. b) Campesinos medios: se definen como aquellos agricultores que poseen a título de propiedad o en arriendo, pequeñas parcelas de tierra, que le proporcionan bajo el capitalismo no sólo el rendimiento necesario para sostener a su familia, sino también la posibilidad de obtener cierto excedente, que puede, en los años mejores de cosecha, convertirse en capital. En ocasiones estos campesinos medios recurren también al empleo de fuerza de trabajo asalariada, aunque en pequeña escala. c) Campesinos pobres: son aquellos que poseen una pequeña parcela de tierra y que la trabaja con el concurso de su familia, utilizando sus propios y rudimentarios instrumentos de producción. Pero además de estas capas, en el campo se desarrollan otros grupos, tales como el proletariado y el semiproletariado agrícolas. El primero es explotado de forma asalariada en las grandes extensiones de tierra de los burgueses agrarios y en menor escala en las parcelas de los campesinos medios. El segundo, se gana su sustento en parte, mediante el trabajo asalariado en empresas agrícolas e industriales capitalistas y en parte, trabajando en parcela propia o arrendada. En el caso particular del agro prerrevolucionario cubano se observaba la tendencia a la existencia de un número mayoritario de campesinos pobres y medios, definidos aquí como campesinos trabajadores, y un número menor de campesinos ricos. Junto a ellos y condicionado por las propias características de la economía y del capitalismo cubano, un número increcendo de proletarios y semiproletarios agrícolas. Es válido aclarar que los datos ofrecidos por el Censo Agrícola de 1946 no permiten una definición exacta de cada capa, por lo que emplearemos los requisitos extensión de la tierra y tipo de cultivo, conscientes de que ello entraña una singular limitación. A diferencia de la mayor parte de los países subdesarrollados, la situación rural en nuestro país tenía sus particularidades, determinadas por el hecho de que casi las dos terceras partes de las tierras no eran trabajadas por métodos “campesinos”. Recordemos la causante fundamental de esta problemática, o sea, las compañías norteamericanas que desde fines del siglo XIX habían comenzado el proceso inversionista en el sector agrícola e industrial azucarero y que con la guerra hispano-norteamericana y la consolidación del capitalismo monopolista de Estado en Estados Unidos, habían crecido vertiginosamente en virtud de la ruina de numerosos antiguos propietarios. Este proceso de despojo creciente de la propiedad agrícola campesina fue acelerado igualmente durante los períodos de incremento de la producción azucarera y de crisis económica. En el mismo, válido también para el sector ganadero, tuvo gran influencia el representante de los intereses norteamericanos en Cuba, la oligarquía burgués-terrateniente, que en consonancia con ellos, actuaba y explotaba al obrero agrícola y desalojaba a los campesinos de sus tierras. Como resultado de ello, la estructura agraria en la Cuba pre-revolucionaria se caracterizaba, como se señaló antes, por la polarización de dos grupos fundamentales: los grandes y medios latifundios (norteamericanos y cubanos) explotados al modo capitalista o a través de formas semifeudales, y los pequeños minifundios campesinos. Tabla No 6Distribución y concentración de tierras_______________________________________________________________________________________
Fuente: Memorias del Censo Agrícola Nacional, 1946. Tabla No 7Tenencia de la tierra
Fuente: Primer Forum Nacional de la Reforma Agraria, 1959 Justamente, la existencia de estos dos tipos de propiedad determinaban la estructura social en el campo, y su crecimiento y disminución determinarían la movilidad de cada sector o capa social. 1.1. Campesinos medios. Dinámica. Los campesinos medios en Cuba podían ser considerados como aquellos pequeños agricultores que poseían, en propiedad o arriendo, una pequeña parcela de tierra, que le proporcionaba, bajo el capitalismo, no sólo los rendimientos necesarios para sostener a la familia, sino también la posibilidad de obtener excedente- capital. Esta capa dentro del campesinado no era explotadora pues no obtenía grandes beneficios a costa del trabajo ajeno, a pesar de emplear en la explotación de la tierra 2 ó 3 obreros agrícolas, temporales o permanentes. “(...) primero en el capitalismo, le daban por regla general, el suficiente mantenimiento al agricultor y su familia, y la posibilidad de recibir un excedente, capaz, que al menos, en los años buenos se convierta en capital; segundo, recurrir bastante al alquiler de la fuerza de trabajo ajena.[3]” Este campesino, a base del trabajo de toda la familia, lograba crearse una mejor situación que los campesinos pobres. Cuando disponía de terrenos de cierta extensión (de 25 a 75 hectáreas aproximadamente) o se dedicaban a cultivos como el tabaco o el café, utilizaba ocasionalmente el trabajo de obreros asalariados. En términos generales, los campesinos medios tenían fincas de pequeño y regular tamaño, realizaban trabajo en ellas y utilizaban mano de obra de obreros agrícolas en los tiempos “picos” de la cosecha y en menor escala durante todo el año; poseían animales de tracción y alguna maquinaria agrícola, propia o alquilada. Obtenían sus ingresos económicos trabajando ellos y su familia, así como resultado de la plusvalía que lograban con el trabajo de lo obreros asalariados que empleaban. Al igual que los campesinos pobres sufrían la explotación latifundista y al tener una situación de inestabilidad elevada podían arruinarse, pasando a ser pequeños campesinos u obreros agrícolas, o en el menor de los casos, convertirse en campesino rico. Dentro del campesinado, era el sector más vacilante, dada su dualidad de carácter, pues en parte era propietario-explotador y en parte trabajador. Esta era la razón a la que aludía Lenin y por la que hay que educarlos políticamente, tratando de neutralizar en los primeros momentos del triunfo revolucionario su posible acción contrarrevolucionaria y atraerlos posteriormente a través de la colaboración estatal y el ejemplo.[4] Antes de 1959, en Cuba era muy difícil determinar el desarrollo verdadero del campesino medio, pues las diversas formas de explotación de la tierra y los diversos tipos de cultivo, hacían que su naturaleza social no pudiera ser medida sólo por la extensión de la tierra. De esta forma, y de acuerdo con los elementos necesarios a tener en cuenta para determinar la capa a la que pertenecían, un cosechero de tabaco con una pequeña parcela de tierra, podía ser campesino medio o rico; mientras que con esa misma cantidad de tierra pero dedicada al cultivo de frutos menores, su propietario-cultivador era pequeño y en otros casos y según las características del terreno, el campesino podía convertirse en semiproletario y en última instancia, en obrero agrícola, si el rendimiento era tan ínfimo que el campesino perdía la tierra. De igual forma un campesino con una caballería de tierra dedicada a un tipo de ganadería extensiva podía ser campesino medio. En la industria azucarera, que era la predominante en la economía del país, el campesinado medio era el menos abundante, después de la burguesía agraria, pues agrupaba, según cálculos realizados, cerca de 3 mil colonos, de un total aproximado de 30 mil cultivadores de caña. [5] Este mismo ejemplo pudiera aplicarse entre los productores de café y los ganaderos, los cuales en términos generales dependían del latifundista, dueño del central y grandes compañías, a los que debían pagar elevadas rentas, las que en ocasiones alcanzaban hasta el 50% de la producción agrícola obtenida. Según el Censo Agrícola de 1946, las capas de pequeño y mediano campesino eran las predominantes en el campo, si se tienen en cuenta la extensión de la tierra y el valor de la producción. Tabla No 8Distribución de tierras
Fuente: Censo Agrícola de 1946. Puede apreciarse aquí, cómo todos los agricultores pequeños y medios tenían aproximadamente la misma cantidad de tierra que la que poseían 114 grandes magnates agrarios (1 647 602,3 hectáreas y 1 817 602,0 respectivamente). 1.2. Campesinos pobres. Modalidades. “Por pequeño campesino entendemos el propietario o arrendatario -principalmente el primero- de un pedazo de tierra no mayor de lo que puede cultivar por regla general, con su propia familia, ni menor del que pueda sustentar a ésta.
Este pequeño campesino es por tanto como el pequeño artesano, un obrero que se distingue del proletariado moderno por el hecho de hallarse todavía en posesión de sus medios, es por consiguiente, un vestigio de un modo de producción propio de tiempos pretéritos. La familia, y más aún la aldea, se bastaba a sí misma, producía casi todo lo necesario.
(...) En una palabra, nuestro pequeño campesino, como todo lo que es vestigio de un modo de producción caduco, es condenado irremisiblemente a perecer. El pequeño labrador es un futuro proletario”.[6] En términos generales pueden definirse como aquellos que poseían una pequeña parcela de tierra en propiedad, arriendo, subarriendo, a partido o en precario, que la trabajaban con su familia, sin el empleo de animales de tracción o maquinarias o empleándolas en forma muy limitada, obteniendo bajos ingresos y viviendo en la miseria e ignorancia perennes, al satisfacer insuficientemente sus necesidades primarias. Es el grupo más importante, numeroso, revolucionario y heterogéneo dentro del campesinado y constituye su núcleo fundamental. En “Prefacio a la guerra campesina en Alemania”, Engels, analizando esta clase social en descomposición, planteaba que “los pequeños campesinos- pues los grandes pertenecen a la burguesía- son de composición heterogénea”[7]. En este sentido señalaba que dentro del campesinado pobre existían diferentes gradaciones: - campesinos feudales, que estaban obligados a realizar determinadas prestaciones para sus señores. Este grupo, al comprender que la burguesía los traiciona durante la revolución democrático-burguesa, en tanto los utiliza en la lucha por el logro de ésta y luego los mantiene bajo la misma explotación, aunque con formas diferentes, sólo podrá esperar la liberación por parte de la clase obrera. - campesinos arrendatarios, deben pagar una renta al dueño de la tierra que se la alquila. Cuando la cosecha es mala se arruinan completamente y quedan a merced del terrateniente. Sólo los obreros pueden salvarlos de su situación de explotación. - campesinos propietarios, dependen de las altas y bajas de la cosecha, por lo tanto su situación económica es muy inestable. Generalmente están cargados de hipotecas, por lo que su relación con el usurero es similar a la relación dependiente del arrendatario al terrateniente. Aunque están muy apegados a su propiedad, la clase obrera debe atraerlos en su lucha por el derrocamiento del capitalismo, con lo que se terminaría la doble explotación a que es sometido: la del terrateniente y la del usurero. Esta definición general puede aplicarse a la Cuba pre-revolucionaria, y tenemos pues, la existencia por un lado de pequeños campesinos que poseían en propiedad o arriendo una pequeña parcela de tierra, sin explotar mano de obra asalariada, mientras que de otro lado y como resultado de los rezagos semifeudales que se mantuvieron en el campo, otros que debían pagar rentas en especie al terrateniente o que se asentaban en las tierras sin que mediara entre ellos certificación alguna, por lo que podían ser desalojados fácilmente, o sea, los campesinos aparceros y precaristas respectivamente. La capa de campesinos pequeños, dentro de esta clase, constituía en Cuba y en general en los países subdesarrollados, la mayoría de la población campesina La extensión de la tierra, dato ofrecido por el ya citado Censo, nos puede dar una idea general para determinar a los pequeños campesinos, pero esto no agota la realidad concreta puesto que con menos de 5 caballerías (67 hectáreas) y de acuerdo al cultivo y cría de ganado se podía ser campesino medio y rico, tal y como se expresó antes. Como ejemplo pudiéramos señalar a los cultivadores de tabaco, café o cría extensiva de ganado, que con una pequeña parcela de tierra obtenían mayores ingresos que un cultivador de frutos menores. A su vez, con más de 5 caballerías se podía ser campesino medio o pequeño, pues ello estaba en dependencia de las condiciones y fertilidad de las tierras, si estaban cerca de las vías de comunicación, o si estaban en montañas, ciénagas, etc. De acuerdo con el Censo de 1946, los campesinos más pobres, o sea, los que poseían menos de 25 hectáreas (aproximadamente 2 caballerías de tierra) constituían la masa fundamental dentro de la población rural, pues poseían en propiedad o arriendo 111 278 fincas, que representaban el 69,5% del total de fincas, y ocupaban un área total de 1 021 810 hectáreas,[8] como se muestra a continuación. Tabla No 9 La finca y su tamaño
Fuente: Censo Agrícola 1946. Si a este grupo añadimos el de los campesinos que poseían entre 2 y 5 caballerías, tendremos que para 1946 éstos representaban el 8,9% de los poseedores de tierra y ocupaban el 24% de la misma, para un promedio de 1,1 caballería.[9] Como contrapartida y demostrando el alto grado de concentración de la tierra en pocas manos analizado con anterioridad, tenemos que el total de burgueses agrarios y de latifundistas nacionales y extranjeros, que representaban sólo el 11% de los propietarios de tierra, poseían el 76% de ésta, con un promedio individual de 29,6 caballerías, es decir, que poseían individualmente como promedio 25 veces más tierra que los campesinos. Tabla No 10 Distribución de las tierras
Fuente: Censo Agrícola de 1946. Justamente esta tenencia de la tierra hacía que los campesinos pobres emplearan un régimen de cultivo intensivo en la misma y por tanto obtuviesen un valor de producción superior por hectáreas si se comparaban con los grandes propietarios y administradores de tierras que empleaban mayores y mejores técnicas agrícolas pero utilizaban métodos extensivos de cultivo y crianza junto al mantenimiento de extensiones sin explotar – característica del latifundio cañero- lo que determinaba un rendimiento inferior por hectáreas. La precaria situación del pequeño campesino se acentuó durante la tiranía batistiana, disminuyendo de forma acelerada el número de propietarios de pequeñas parcelas a la vez que empeoraba su situación de extrema miseria. De esta forma teníamos en 1959 la siguiente situación en la tenencia de tierra. Tabla No 11 Tenencia de la tierra
Fuente: Declaraciones juradas de propietarios en proceso de Reforma Agraria. (En: Economía y Desarrollo No 9, p.64) Si analizamos la extensión de la tierra en 1959 podríamos apreciar que los 20 229 propietarios hasta 5 caballerías tenían un total de 46 842 caballerías; los 7 485 propietarios de 5 hasta 30 caballerías tenían 122 314 caballerías y los propietarios de más de 30 caballerías tenían 465 994 caballerías, lo que significaba que el 90,61% de los propietarios tenían el 26,64% de la tierra, mientras que el 9,39% poseían el 73,36% de las tierras declaradas.[11] Del análisis de la tabla Número 11 también se deriva que de un total de 30 587 propietarios declarados para esta fecha, 20 229 poseían menos de 5 caballerías, para un 66,1% del total, siendo éstos los más beneficiados con la Reforma Agraria de 1959. Dentro del campesinado pobre existían gradaciones o modalidades de acuerdo a su relación con el medio de producción, de acuerdo a si era propietario o no de la tierra que cultivaba, y en ello se ponía de manifiesto la permanencia de los rezagos semifeudales en convivencia con formas de explotación capitalistas predominantes en el agro. De los 142 mil agricultores aproximadamente que ocupaban hasta 5 caballerías, 94 mil no eran dueños de la tierra que trabajaban y eran obligados a pagar abusivas rentas en dinero o en especie, viéndose forzados a entregar una buena parte de la cosecha, que además, se correspondía con la de mejor calidad, constituyendo esto una forma de explotación directa al pequeño agricultor. (Ver Tabla No 9) De acuerdo con lo anterior, durante toda la etapa republicana pero con especiales características en su última década – en la que se acrecienta el proceso de concentración de la propiedad agrícola sobre la base del desalojo- , encontrábamos, junto al pequeño propietario, el arrendatario, subarrendatario, aparcero y precarista, además del semiproletario y el desempleado. Este último era aquel poblador del campo que no poseía siquiera una mínima extensión de tierra que le permitiera satisfacer las necesidades primarias de su familia, dependía de la ayuda de los campesinos y vagaba constantemente en busca de empleo, convirtiéndose finalmente en un obrero agrícola.
La existencia de las
modalidades del campesinado pequeño expuestas anteriormente y su
superioridad numérica con relación a los propietarios de tierra se
apreció fácilmente a través del informe presentado por Antonio Núñez
Jiménez en el primer aniversario de la promulgación de la Primera
Ley de Reforma Agraria, y que se muestra en la tabla número.[12] Esto significa que de las 159 mil fincas existentes en el país, 99 817 eran operadas directamente por propietarios indirectos de la tierra, lo que representaba un 62,7% del total. Ello evidencia la separación que prevalecía entre el cultivador real de la tierra y el propietario de la misma. Si dentro de ellos analizamos a aquellos que poseían menos de 2 caballerías de tierra (27 hectáreas) y que eran los que peor vivían o supervivían, tendríamos: Tabla No 12
Fuente: Primer Fórum Nacional de la Reforma Agraria.
Quiere
esto decir que de un total aproximado de 101 mil parcelas campesinas
trabajadas por no propietarios, 85 mil (84,15%) eran extensiones
inferiores a 2 caballerías.[12] Pasemos a continuación a caracterizar cada una de estas modalidades El arrendatario era aquel que abonaba, mediante contrato, una renta preestablecida y fija en dinero, por la tierra que cultivaba, independientemente de los resultados que obtuviera en la cosecha. Podían en última instancia, ser desalojados por los terratenientes, los cuales tenían a su disposición todo el peso de los tribunales de “justicia”. Entre ellos había gran heterogeneidad en cuanto al tipo de economía que empleaban, dimensiones y el perfil de la producción. Se encontraban básicamente entre los ganaderos, productores de caña, arroz, frutos menores y tabaco. Los arrendatarios que poseían mayores extensiones de tierra eran los colonos azucareros, que empleaban al 46,4 del total de obreros agrícolas permanentes y el 65,8% de los temporales. Precisamente, el hecho de emplear fuerza de trabajo asalariada y aplicar riego y fertilizantes por una parte de ellos, determinaba que los arrendatarios constituyeran el estrato más dinámico y con tendencias capitalistas más sobresalientes entre los productores pequeños.[13] Las fincas que se encontraban en manos de arrendatarios ocupaban 202 230 caballerías, lo que constituía el 30% del total y tenían un área promedio por finca de 4,39 caballerías, o sea, 58,9 hectáreas.[14] Las tierras de los arrendatarios podían ser operadas directamente por éstos o a través de los subarrendatarios, que constituían los arrendatarios de segundo nivel. Tomaban la tierra en arriendo, no directamente del propietario de la tierra, sino de otro arrendatario. Según los datos del censo de 1946, alcanzaban la cifra de 6987, ocupaban un total de 16 040 caballerías, o sea, el 2,4% del área total de fincas, con un área media de 2,29 caballerías (30,8 hectáreas), por lo que mayormente eran muy pobres.[15] Si consideramos que el latifundista en nuestro país (nacional o extranjero) por la característica de la economía de ser básicamente dependiente de la producción azucarera, empleaba fuerza de trabajo asalariada y a la par arrendaba parte de su tierra, la que a la vez era subarrendada, resultaba una compleja relación entre cuatro personas, de las cuales tres eran explotadas directa o indirectamente por el propietario de la tierra. El número total de fincas operadas por arrendatarios y subarrendatarios en 1946 era de 53 035, y su área total alcanzaba la cifra de 2 929 145,2 hectáreas.[16] El total de las rentas pagadas en 1945 alcanzó la cifra de $ 9 612 395, que representaba un promedio de $ 3.28 por hectárea, o sea, $44.02 por caballería. Significa esto que el 32% de las tierras estaban en manos de arrendatarios y subarredantarios, de los cuales el 64% eran pequeños agricultores, que disponían de hasta 25 hectáreas de tierra.[17] Al analizar la situación socio-económica del campesinado, en La Historia me Absolverá, Fidel señalaba: “El 85% de los pequeños agricultores cubanos, están pagando rentas y viven bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas, más de la mitad en manos extranjeras (....).
Los 100 mil agricultores pequeños viven y mueren trabajando una tierra que no es suya (...) que tienen que pagar por sus parcelas como siervos feudales, una parte de sus productos (...)”[18] Junto al arrendatario y subarrendatario existía el aparcero o partidario. Esta forma constituía una típica reminiscencia semifeudal, caracterizada por el hecho de que el campesino se vinculaba a la tierra bajo la condición de entregar una parte de la cosecha al dueño de la misma, que podía oscilar entre un 30 y un 60% del producto obtenido. Esta forma de relación se practicaba fundamentalmente en aquellos productos que, como el café y el tabaco, tenían asegurada su venta a precios relacionados con su calidad. En estos casos, el campesino se comprometía a preparar la tierra, desarrollar la plantación y realizar la cosecha y en la mayoría de las ocasiones, se veía obligado a abandonar la plantación para ser empleada luego por el propietario, que no había invertido ni su dinero, ni su trabajo en ella. Por otro lado, el propietario exigía que la parte de la producción de mayor calidad le fuera reservada para el pago de su renta. De acuerdo a la cantidad que entregaban al dueño recibían el nombre de partidero, aparcero (tienen parte), tercedario (1/3 cosecha) y cuarterío (1/4 cosecha). En 1946 existían alrededor de 33 064 parcelas explotadas por campesinos aparceros, y ocupaban 91 140 caballerías, lo que representaba el 6,1% del área total, con un área media por finca de 1,24 caballerías (16,7 hectáreas).[19] De forma que por su composición, este grupo era más homogéneo que el anterior, pues cerca del 3% tenía más de 75 hectáreas y el 86% tenía menos de 25 hectáreas. Esta forma de explotación agravaba aún más la situación socio-económica del campesino pequeño y medio - de los que constituía una gran masa – pues entre él y el propietario existían otras formas de dependencia dadas por la relación establecida a través de créditos en dinero, semillas y fertilizantes. El último tipo de relaciones existente en los pequeños campesinos era el precarismo. Los precaristas eran campesinos asentados en una parcela de tierra pero sin ningún derecho jurídico sobre ella y no pagaban renta en dinero o especie. Se asentaba en tierra particular o del Estado. Surgieron con la instauración de la República neocolonial, cuando muchos miembros del Ejército Libertador se asentaron en tierras consideradas del Estado, luego de su licenciamiento masivo. Como resultado directo de esta no relación jurídica propietario-productor, el primero tenía la posibilidad de separar al segundo de la parcela en cualquier momento. Quiere esto decir que el precarista se encontraba prácticamente en manos del propietario de la tierra y se veía sometido a sus exigencias económicas. De lo contrario, sería desalojado de la tierra mediante rejuegos o por las fuerza con el empleo de la Guardia Rural. Este tipo de relación significaba gran inestabilidad e inseguridad económica y social, como rasgo típico de su situación. En muchas ocasiones eran semiproletarios, campesinos pobres desalojados de su tierra o sin posibilidad de comprar o arrendar una parcela, obreros agrícolas estacionales u obreros urbanos sin empleo que marchaban al campo producto de las migraciones internas “forzosas”. En otras ocasiones, eran familias establecidas por generaciones en tierras del Estado, sin título de propiedad que los amparara. Por ello fueron las víctimas favoritas de los geófagos, a lo que contribuía, además, su dispersión geográfica y falta de organización. En 1946 existían 13 718 precaristas, que ocupaban un área total de 18 230 caballerías, que representaban el 2,7% del área total, con un área media de 1,33 caballerías.[20] Producto de su difícil situación socio-económica era un sector muy combativo que se manifestó en contra del desalojo. Ejemplos de ello fueron Realengo 18 y Ventas de Casanova. Su crecimiento numérico estaba en relación directa con el agravamiento de la crisis permanente de la estructura neocolonial de Cuba, manifestada en todos sus rasgos, económicos, políticos y sociales, desde la segunda mitad de los años 20, lo cual los llevaba a aferrarse a la parcela que era su única garantía de subsistencia. A la situación del campesino pobre, propietario o no de su tierra, podrían añadirse otros elementos, como por ejemplo, que las tierras por él atendidas no siempre eran las más fértiles, ni estaban bien ubicadas geográficamente, lo que determinaba su explotación intensiva. Para ello el campesino requería del concurso de su familia, a fin de poder pagar las deudas y la renta, conservar la tierra y lograr subsistir. En esta pequeña parcela se explotaba la tierra de forma intensiva, por lo que su aprovechamiento era superior al obtenido en los latifundios, lo que se pone de relieve en las diferencias existentes en el valor de la producción de ambos. Tabla No 13 Valor total de la producción agrícola
Fuente: Censo agrícola de 1946. Como se puede apreciar en la Tabla, los arrendatarios, aparceros y precaristas, que eran los que explotaban la tierra con un régimen intensivo, obtenían valores de producción superiores por hectáreas cultivables. Pero a pesar de ello, el minifundio presentaba limitaciones económicas y sociales, tales como carencia de equipos y bajo nivel cultural y técnico, que contribuían a agravar el atraso y estancamiento de la agricultura cubana, bajos precios a sus productos y falta de créditos agrícolas oficiales, lo que agravaba la situación del campesinado pobre, obligándolos a alquilar su fuerza de trabajo, transformándose en semiproletarios. Téngase en cuenta que el alto interés de los créditos concedidos por el BANFAIC no permitía su acceso por parte de los pequeños productores. Cuando Lenin analizaba la estructura social en el campo, apuntaba que el semiproletario ocupaba un lugar significativo en ésta y los definía como aquellos que “ganan su sustento, en parte, mediante el trabajo asalariado en empresas capitalistas, agrícolas e industriales, y en parte, trabajando en la parcela propia o tomada en arriendo, lo que le suministra sólo cierta parte de los productos necesarios para la subsistencia de sus familias. Este problema es numeroso en los países capitalistas.”[21] En la medida en que el proceso de penetración capitalista en la agricultura cubana se iba desarrollando, aumentaba el número de semiproletarios pues los campesinos eran forzados cada vez más por sus condiciones de miseria a emplearse como obreros agrícolas durante un período determinado y compartir con éstos las escasas posibilidades de trabajo que la agricultura les ofrecía. Constituían la capa inferior dentro de los campesinos pobres. Se veían en la necesidad de vender su fuerza de trabajo una parte del año, laborando en las cosechas de tabaco, piña, tomate o en la zafra azucarera, mientras que el resto del año cultivaba un pedazo de tierra que en la mayoría de los casos era arrendada. Los semiproletarios vivían en condiciones de miseria contribuyendo a empeorar su situación las altas rentas, las pequeñas parcelas, la escasa fertilidad de los suelos, la difícil comunicación y la lejanía de los mercados. Se veían afectados, además, por la rapacidad de los comerciantes, usureros e intermediarios, dado por el alto precio de los artículos de uso y consumo y de los instrumentos de producción y la compra de sus productos a precios irrisorios, en contraposición con los elevados empréstitos e intereses que debían pagar. En los años de malas cosechas o precios bajos se llenaban de deudas, hipotecaban y perdían las tierras si eran propietarios. Pero esta situación socio - económica en que se desenvolvían los semiproletarios, se hacía extensiva a todos los campesinos trabajadores, como quedó claramente demostrado en el Censo de Población y Viviendas de 1953 y en la Encuesta de la Agrupación Católica Universitaria en 1957 y que analizaremos más adelante. En general se puede señalar que tanto los campesinos medios como los campesinos pobres, vivían en condiciones socio – económicas caracterizadas por el atraso técnico – productivo, altas rentas, carencia de vías de comunicación, bajos precios a sus productos y falta de mercado interno, lo cual tendía a mantener la poca diversidad agrícola y el estancamiento económico en las relaciones agrarias. 1.3. Sectores productivos más dinámicos dentro del campesinado. En los sectores campesinos más dinámicos se encontraban los cafetaleros, los cosecheros de tabaco y los colonos azucareros, y según el monto de su producción, ingresos y empleo o no de fuerza de trabajo asalariada, podían oscilar entre campesinos medios o pobres, con relativa movilidad. Apuntaremos a continuación algunos rasgos característicos de los campesinos ocupados en los mencionados sectores productivos, aunque su análisis y clasificación requieren de un estudio más profundo. Las fincas cafetaleras según el Censo Agrícola de 1946 con extensiones menores de 25 hectáreas (menos de 2 caballerías de tierra) ascendían a 7 527, para un 53,1%, lo cual representaba un área cultivable menor de la estipulada por la Asociación Nacional de Cafetaleros para lograr el máximo de rentabilidad. Según los estimados estadísticos ofrecidos por Jorge Ibarra[22], las fincas cafetaleras explotadas por campesinos precaristas en la antigua provincia de Oriente, (3057) obtenían ingresos anuales de $269.69, sin embargo las operadas por administradores alcanzaban ingresos de hasta $1085.66, lo cual indicaba la situación de extrema pobreza y atraso en esas regiones montañosas del país, donde por demás, se concentraba y concentra hoy, la mayor producción del grano. De ahí que los campesinos tuviesen que verse obligados a trabajar como semiproletarios agrícolas en las fincas cercanas. Los colonos azucareros, que como dijimos habían surgido en la segunda mitad del siglo XIX al separarse las fases agrícola e industrial de la producción azucarera, crecieron numéricamente a lo largo de los años republicanos, lo que queda demostrado al compararse los datos del Censo de 1899 y los ofrecidos en los años treinta por los autores de Problemas de la Nueva Cuba. De acuerdo con esas fuentes, hacia 1899 existían en Cuba 15 881 colonos de caña, mientras que en 1914 el número ascendía a cerca de 20 000 y en 1935 a 40 000 colonos. Los mencionados colonos se subdividían a su vez en colonos controlados y colonos independientes, con una tendencia ascendente a la disminución de estos últimos, en la misma proporción en que aumentaban las colonias controladas por los ingenios azucareros. Según la Foreign Policy Association en 1904 los colonos controlados producían el 35,2% de las cañas molidas, sin embargo para 1933, la cifra ascendía a 64%, lo cual era demostrativo del interés de las compañías norteamericanas y hacendados cubanos por este tipo de relación de dependencia del colono a la fábrica de azúcar.[23] De tal forma, dentro de este sector productivo, la tendencia, no la marcó la proletarización sino la conversión del colono independiente en colono controlado, aún cuando la situación socio – económica entre ambos era muy similar. Ello indica la situación de pobreza de la mayoría de los colonos azucareros, pues sólo existía un número muy inferior de colonos ricos, los cuales se ajustaban más a la categoría de burgueses agrarios. No obstante, hay que señalar que los colonos independientes, cuya producción no estaba fijada por una cuota, en los años de restricción azucarera durante el gobierno de Batista, sí pasaron a ingresar el ejército laboral de reserva, proletarizándose, al no poder vender la caña cultivada. Con relación al sector tabacalero hay que plantear que de acuerdo al ya mencionado Censo de 1899 y el Catastro de Fincas tabacaleras realizado en 1929, el número de vegas de tabaco había disminuido de 15 831 a 7 690. Sin embargo, el área cultivable aumentó de 523 a 4 578 caballerías en igual período de tiempo, sin que representase un incremento notable de la producción y los ingresos de los vegueros, los cuales oscilaban entre 40 y 80 pesos mensuales, de los que debía deducirse el pago de las rentas.[24] En consecuencia, la economía de los cosecheros de tabaco era muy precaria, sujeto a la rapacidad de los comerciantes y al más mínimo desequilibrio de los precios en el mercado mundial. Su relación con la tierra era muy estrecha, fuese propietario o arrendatario, utilizaba el trabajo y concurso de toda la familia y por tanto su situación era más estable pues el rendimiento productivo en una pequeña parcela dedicada al cultivo de tabaco era indudablemente mayor que el obtenido en otro tipo de cultivo. De ahí que a diferencia de los trabajadores azucareros, los vegueros no participaran en los movimiento huelguísticos de la época, sino que consolidaron su situación de dependencia a los dueños de la tierra o a los caciques políticos. “En el tabaco, los aparceros tenían el carácter de verdaderos siervos. El señor de la tierra era también el amo de la tienda, el proveedor del agua, el suministrador del abono y de los semilleros, por todo lo cual cargaba un sobreprecio extraordinario. Y durante años y años, estos mismos señores de la tierra fueron los caciques políticos de sus campesinos, que decían a estos cómo y por quién debían votar en las elecciones que se celebraran”.[25] Finalmente hay que resaltar cómo la situación socio – económica de los campesinos vinculados a los tres renglones agrícolas más importantes en el país – azúcar, café y tabaco – no difería mucho de la del resto de los campesinos, de ahí que la dinámica de su movilidad interna como clase, no tendiese al aburguesamiento, sino a la proletarización o semiproletarización pues su supervivencia dependía en cierta medida de sus ingresos por el concepto de contratación de su fuerza de trabajo. De ahí también que en las condiciones de deformación estructural de la economía y de polarización de la propiedad agraria en Cuba, fuese muy difícil establecer los límites entre los campesinos y los obreros agrícolas. Otras clases y sectores sociales en el campo. 2.1 Burguesía Agraria La interrelación de intereses existente entre los componentes de la oligarquía burgués-terrateniente y su inclinación por el mantenimiento y profundización de la estructura económica deformada, hacía que todos, de una u otra forma, desearan y se beneficiaran con la estructura de la propiedad agraria. Los latifundistas y burgueses industriales azucareros se encontraban sujetos económicamente dada la característica agro-industrial de la producción azucarera. Como industriales requerían solamente de una minoría de obreros calificados, por lo que la mayoría de los trabajadores vinculados a esa producción permanecían en el más bajo nivel de desarrollo técnico y cultural. Así mismo, la producción azucarera en su fase agrícola, constituye parte importante para el proceso industrial, al ofrecer la caña que es su materia prima. Ambas fases se hayan íntimamente vinculadas, unas veces de forma directa, a través de las “cañas de administración” y otras, de forma indirecta a través de los colonos “independientes”, pero para ambos el central determinaba el proceso agrícola. Esta razón explica por qué estos sectores sociales se complacían con la existencia del latifundio y la monoproducción azucarera. En estrecha relación con los anteriores se encontraban también los integrantes de la burguesía comercial importadora pues la base de su sustentación económica estaba en la creciente importación de productos extranjeros (norteamericanos básicamente, dado el tratamiento preferencial otorgado por el Tratado de Reciprocidad Comercial) y en esa misma medida se oponían a cualquier intento de diversificación agrícola e industrial. Pero junto a los exponentes de la oligarquía, en el campo también se encontraban representados los intereses de algunos elementos de la burguesía industrial no azucarera que, al no tener posibilidades reales de invertir sus capitales en el fomento de industrias nativas, sustitutivas de importaciones, se vinculaban al negocio de la tierra[26]. Como último sector explotador en el campo se encontraban los campesinos ricos. Como quiera que estos constituyen una capa dentro de la clase campesina, ofreceremos una definición de su papel y lugar en el sistema de producción en la Cuba pre-revolucionaria y su actuación posterior ante las tareas de la liberación nacional y social. Conceptualmente, los campesinos ricos son los patronos capitalistas de la agricultura, que explotan su hacienda, como norma, contratando a varios jornaleros y sólo se relacionan con el campesinado por su nivel cultural poco elevado y por su modo de vivir. En nuestro país constituían, entre las capas burguesas, el sector más numeroso, a la vez que se encontraba muy vinculado a la burguesía industrial azucarera. Era pues considerada como nuestra burguesía agraria y padecía iguales limitaciones económicas y políticas que la burguesía industrial no azucarera.. Dentro del campesinado formaban una capa reducida que disponía, por lo general, de una buena extensión de tierra (entre 5 y 30 caballerías), la que no explotaban directamente, sino utilizando mano de obra asalariada de obreros y semiproletarios, además de utilizar administradores, dedicándose ellos a las labores de control y venta de la cosecha. En términos generales producían para la ganancia capitalista y, aunque en mucha menor escala que el campesino trabajador, sentían la explotación de los latifundistas y compañías norteamericanas. A este grupo pertenecían los hacendados o grandes colonos cafetaleros, tabacaleros, azucareros y ganaderos. Entre los colonos azucareros (unos 30 mil en total) se consideraban ricos, por ejemplo, aquellos que cultivaban más de 200000 arrobas de caña, los que solo alcanzaban la cifra de 1 000.[27] Quiere ello decir entonces que los grandes colonos devinieron el sector más dinámico y próspero dentro de la burguesía agraria. El problema del abastecimiento de caña a la industria, tanto para los hacendados cubanos como para las compañías norteamericanas, se tornó difícil con el inicio de la República Neocolonial y fundamentalmente desde el momento en que comenzó a desarrollarse el ferrocarril a mayor escala como parte componente de la propia infraestructura azucarera. La alternativa empleada como solución fue la adquisición de tierras otorgadas luego en arrendamiento a los colonos. Conocido esto como colonos controlados, vinculaba al colono al central obligándolo a venderle sus cañas en las condiciones establecidas por aquel. De ahí su situación de dependencia, aunque en los primeros años de la República resultaron, al igual que los dueños de los centrales, beneficiados por el Tratado de Reciprocidad Comercial y la expansión azucarera de las dos primeras décadas del siglo XX. La mayor parte de estos colonos se ubicó en las provincias de Camagüey y Oriente, en tanto fue en ellas donde proliferaron los grandes latifundios azucareros y donde las compañías norteamericanas organizaron o estructuraron la producción azucarera sobre la base del gran colonato. En contraposición, la mayoría de los pequeños y medios colonos se asentaron en las provincias occidentales. Para Oscar Pino-Santos[28] esto obedecía a la proyección de las compañías estadounidenses de evitar la relación con los obreros agrícolas y los pequeños cultivadores cañeros, por lo cual fomentaron la aparición de un sector intermedio entre ellos y los productores, los grandes colonos.- Junto a los colonos controlados, se desarrollaron las cañas de administración, forma empleada por algunas compañías azucareras, que cultivaban la caña que suministraban a sus centrales. De ellas, la primera se utilizaba de forma preferencial ya que la relación de dependencia establecida hacía que los precios fuesen más bajos y flexibles, en correspondencia con las fluctuaciones del mercado. “Esta ventaja derivaba precisamente del latifundio, que era el que obligaba al colono a aceptar las condiciones de pago que le imponían las empresas azucareras, las cuales poseían la tierra y creaban la demanda para el casi único producto agrícola de segura realización mercantil: la caña”[29] En general, los campesinos ricos o burgueses agrarios, persistieron luego de aplicada la Primera Ley de Reforma Agraria, por cuanto esta, muy radical y avanzada, se realizaba en la etapa nacional – liberadora de la revolución, en la que perduraban aún formas capitalistas de producción. .2.2. Obreros agrícolas. La determinación de obreros agrícolas se torna difícil en el análisis de Cuba neocolonial, pues por vivir generalmente en el campo, eran clasificados como campesinos. Consideraré entonces a los obreros agrícolas como aquellos trabajadores del campo, cuya característica esencial era la desposesión de los medios de producción y que aún contando con una pequeña parcela de tierra, su producción no estaba destinada al mercado, sino al autoconsumo. Así entonces, en vísperas de la revolución existía una enorme masa de obreros agrícolas y una masa relativamente menor de campesinos. Esta preponderancia en la agricultura de la fuerza de trabajo asalariada era el resultado del rápido saqueo y despojo de la tierra del pequeño campesino, característica de toda la etapa republicana pero con mayor acentuación en la década de 1950, cuando la penetración del capital norteamericano se hizo más intensa. En este proceso de expansión de la propiedad agraria influye también el interés por la ganancia, el mejoramiento del mercado azucarero y los altos precios de los productos de la ganadería, lo que había movido a ricos terratenientes y burgueses no azucareros que poseían tierras, a dedicar mayores recursos a la explotación agrícola, junto a modernos métodos de explotación. Para lograr estos objetivos, los latifundistas emprendieron una gran ola de desalojos campesinos, no sólo para disponer de tierras para caña o ganado, sino para procurar abundante y barata fuerza de trabajo asalariada. Por tanto, los obreros agrícolas – temporales y permanentes – que eran empleados en la realización de las cosechas, habían quedado separados de la tierra y dejado de ser campesinos desde el punto de vista social y también por sus hábitos. La extensión de la propiedad latifundaria limitaba las posibilidades de los campesinos de obtener tierras para su sustento y el de su familia, lo que traía como consecuencia un aumento sensible del número de obreros agrícolas y de semiproletarios, forzados a vender su fuerza de trabajo por ínfimos salarios. Esta misma razón determinaba el incremento del desempleo en el campo. Según el Censo Agrícola de 1946 existían 477 383 obreros agrícolas, de los cuales sólo 53 693 eran trabajadores asalariados permanentes (11,24%) mientras que 423 690 eran trabajadores temporales (88,76%), los cuales trabajaban como promedio 4,1 meses anuales. A ello contribuía la característica estacional de la producción azucarera que determinaba que los niveles de empleo alcanzaran altos índices entre 1 y 5 meses anuales, con un salario mensual devengado de $45.96, mientras que en el tiempo muerto, que oscilaba alrededor de 8 meses, el desempleo alcanzaba niveles máximos, con las consiguientes consecuencias económicas y sociales y que condicionaba en medida considerable, la migración del campo a la ciudad. La situación ocupacional de los obreros agrícolas temporales quedó nítidamente expuesta en el informe elaborado por la misión Truslow y que reconocía que “el 100% de estos trabajadores laboraban un mes mientras que el 22% lo hacían durante 4 meses y solamente el 6% llegaba a alcanzar los 9 meses”.[30] Igualmente, el Censo de 1946 demostró que la mayoría de los obreros agrícolas temporales y permanentes trabajaban en fincas operadas por 48 782 propietarios (22,8%) y 9 342 administradores (18,1%) que explotaban el 40,9% del área total de fincas. Enumeró, además, 311 208 obreros agrícolas laborando en fincas de más de 75 hectáreas, lo que corrobora que eran explotados fundamentalmente en grandes extensiones de tierras. El proceso de expropiación de la propiedad agrícola que se denotó de forma creciente en la última década republicana llevó implícito un crecimiento numérico de los obreros agrícolas con la consiguiente disminución del campesinado. Esto se aprecia con facilidad al compararse los resultados de los Censos Agrícola de 1946 y de Población de 1953, el cual enumeró a 555 692 obreros en el sector, entre remunerados y no remunerados trabajando con familiares (489 005 y 66 687, respectivamente), lo que representaba aproximadamente el 60,6% de la población del campo (el 52% estaba desocupado 8 meses del año).[31] El 39,4% restante lo integraban desde los propietarios hasta los precaristas y sus familiares. La dependencia a la producción y mercado del azúcar hacía que dentro del destacamento más numeroso del proletariado cubano tuviesen un peso importante los obreros de la rama azucarera, tanto del sector agrícola como del industrial. El mencionado Censo de 1946 enumeró 303 701 obreros dedicados a la caña de azúcar (63,3% del total), mientras que en otras producciones se distribuían de la siguiente forma: 44 148 (9,2%) a la ganadería, 39 528 (8,2%) al café y 25 348 (5,3%) al tabaco.[32] Similar información ofrece el Censo de Población de 1953 En general la situación socio-económica de este sector del proletariado era pésima. Si anteriormente se señaló que el promedio de ingreso mensual de los obreros agrícolas ascendía a $45.96, es insoslayable destacar que este salario correspondía a los obreros permanentes, mientras que los temporales recibían un ingreso mensual de $15.32.[33] Además, y según la Encuesta de la Asociación Católica Universitaria en 1957, cada familia de seis personas como promedio, recibía un ingreso anual de $548.75, lo que representaba un promedio per cápita de $91.46 anuales ($7.62 mensuales), y que si bien constituían el 44% de la población total del país, sólo participaban del 10% del ingreso nacional.[34] Igualmente y completando el cuadro de miseria y explotación a que eran sometidos, las jornadas laborales ascendían a 12 horas diarias y en ocasiones las labores no eran remunerativas, agudizándose más aún su extrema situación. No menos precaria era la situación social. Teniendo en cuenta los resultados de la Encuesta mencionada “el 60% de ellos vivía en bohíos de guano y piso de tierra que carecían de servicios sanitarios, simples letrinas o agua corriente (...), el 30% no tenía ninguna clase de iluminación nocturna. El 85% de esas viviendas estaban constituidas por dos piezas (...), el 43% era analfabeto y el 44% no había podido asistir a una escuela (...)[35] Estas agudísimas condiciones de vida y el hecho de que la agricultura cubana sólo les proporcionara un trabajo estacional y por períodos muy breves, obligaba a los obreros agrícolas a establecerse en las inmediaciones de los pueblos y ciudades, con el propósito de emplearse el resto del año en el desempeño de oficios y menesteres circunstanciales que les ayudaran a no morirse de hambre. La concentración en los centros urbanos y la participación en actividades relacionadas con la prestación de servicios, con trabajos artesanales y en ocasiones, con labores de tipo industrial, fueron introduciendo en buena parte de los obreros agrícolas, las características del proletariado de las ciudades. Ello determinó en medida considerable que los obreros del campo perdieran las características peculiares de los campesinos; la mayoría de ellos veían la solución de sus problemas no a través de la Reforma Agraria que les entregase la tierra y los convirtiera en pequeños agricultores, sino mediante un proceso revolucionario que les asegurara trabajo permanente y elevara su nivel de vida como trabajadores. La forma de vida y hábitos del pequeño campesino, tales como el sentido individualista, la propensión al aislamiento, etc, no les interesaba. La historia se encargó de demostrar que entre los trabajadores agrícolas de Cuba no existía el hambre de tierra que caracterizaba a los campesinos y obreros agrícolas de Europa y ciertas partes de Asia.[36] El mismo proceso de proletarización creciente de los campesinos permitió su organización en sindicatos, elevándose su conciencia clasista y su participación en las luchas sociales del período. Es importante destacar el trabajo desplegado por el Partido Comunista desde su fundación y la Confederación de Trabajadores de Cuba en la elevación de la conciencia política y revolucionaria de los obreros del sector. De ahí su papel positivo en el proceso revolucionario cubano y muy especialmente en su última etapa (1953-1959). Consideraciones finales: El proceso de concentración de la propiedad agraria, caracterizado por una ascendente tendencia al crecimiento del latifundio, constituyó un factor determinante en la estructura social del agro pre-revolucionario cubano, así como en la movilidad y tendencias de las diversas clases y sectores sociales. Dos factores más, al menos, deben considerarse junto a la deformación estructural de la propiedad agraria, o sea, la prevalencia del régimen capitalista de producción en convivencia con rasgos semifeudales de explotación al campesinado y la propia dominación imperialista, en tanto de conjunto marcaron la heterogeneidad del campesino como clase, la prevalencia numérica de los obreros agrícolas y las migraciones de las zonas rurales a las ciudades. El desarrollo del capitalismo en el agro cubano asociado a la forma de tenencia latifundiaria de la tierra se realizó sobre la base de nuevos propietarios capitalistas y de grandes arrendatarios, lo que determinaba un predominio de la fuerza de trabajo asalariada. En el conjunto de ella mayoreaban los obreros agrícolas temporales. Cuba, país eminentemente agrario aunque no campesino, mantuvo un elevado porciento de tierras incultas, demostrativo de las subutilización de las fuerzas productivas en el agro. El desarrollo del capitalismo en la agricultura, impulsado por los nuevos propietarios (norteamericanos y nativos) y por los arrendatarios, se vio obstaculizado por la permanencia de elementos precapitalistas como la aparcería. A pesar de la introducción de maquinarias agrícolas, del creciente proceso de descampesinización – que había avanzado al punto de que el campesinado era una “clase social en descomposición” – y de que en consecuencia era predominante la fuerza de trabajo asalariada, no puede obviarse que la mayor parte de la mano de obra estaba contratada temporalmente y que un número no despreciable de los trabajadores empleados no recibían salario alguno. Derivación importante de este fenómeno fue el incremento del número de campesinos desvinculados de la tierra que cultivaban y por tanto, la disminución del número de pequeños propietarios en contraposición con el permanente aumento del número de aparceros y partidarios. Ello fue más evidente en la ultima década de dominio neocolonial pues los ajustes impuestos al modelo económico profundizaron las características del capitalismo en el campo, incrementaron el proceso de disociación entre el productor directo y el medio de producción a la vez que generaron un importante crecimiento del número de obreros agrícolas NOTAS, CITAS Y REFERENCIAS [1] - Ver Carlos Rafael Rodríguez: “La Revolución Cubana y el campesinado”. En: Letra con Filo, Ob, cit, Tomo II, pág. 239-240. [2] - Cálculos realizados por la autora a partir del Censo Agrícola de 1946. [3] - Ver Lenin: “Esbozo inicial de la tesis sobre el problema agrario”. En: Obras Completas, Editorial Progreso, Moscú, 1977, Tomo 31, pág. 146. [4] - Ver Lenin: “Discurso en el III Congreso de los Sindicatos de toda Rusia”. En: Obras Escogidas en 3 tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1961, Tomo I, pág. 50. [5] - Para mayor información véase Jorge Ibarra Cuesta: Cuba: 1898-1958. Estructura y procesos sociales. Editorial Ciencias Sociales, Habana, 1995, pág. 107-114. [6] - Ver Engels: “El problema campesino en Francia y Alemania”. En: Obras Escogidas en 3 tomos, Editora Política, Habana, 1963, Tomo II, pág. 426-426. [7] - Ver Engels: “Prefacio a la guerra campesina en Alemania”. En Obras Escogidas en 3 tomos, Editora Política, Habana, 1963 Tomo II, pág. 173. [8] - Cálculos realizados por la autora partiendo del Censo Agrícola de 1946. [9] - Cálculos realizados por la autora con datos del Censo Agrícola de 1946 [10] - Cálculos realizados por la autora con información del Censo Agrícola de 1946. [11] - Cálculos realizados por la autora a partir de las declaraciones juradas de los propietarios en el proceso de aplicación de la Primera Ley de Reforma Agraria. [12] - Cálculos realizados por la autora tomando como base los datos ofrecidos por el Primer Fórum Nacional de Reforma Agraria. [13] - Ver José Acosta: “La estructura agraria y el sector agropecuario al triunfo de la Revolución” En: Economía y Desarrollo, número 9, enero-febrero 1972, pág. 74. [14] - Ver José Acosta: “La estructura agraria y el sector agropecuario al triunfo de la Revolución” En: Ob. Cit, pág. 75. [15] - Ver Censo Agrícola Nacional de 1946. [16] - Ver José Acosta: “La estructura agraria y sector agropecuario al triunfo de la Revolución”. En: Ob. Cit, pág. 69. [17] - Ver José Acosta: Ibid, pág 69-70. [18] - Ver Fidel Castro: La Historia me Absolverá. Edición anotada. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Habana, 1993, pág. 58. [19] - Datos calculados a partir del Censo Agrícola Nacional de 1946. [20] - Ver: Censo Agrícola de 1946. [21] - Ver Lenin: “Esbozo inicial de la tesis sobre el problema agrario”. En: Obras Completas, Editorial Progreso, Moscú,1977, Tomo 31, pág. 149. [22] - Ver Jorge Ibarra: Cuba: 1898-1958. Estructura y procesos sociales. Editorial Ciencias Sociales, Habana, 1995, pág. 105. [23] - Ver Foreign Policy Association: Problemas de la nueva Cuba, New York, 1935, pág. 86. [24] - Ver Jorge Ibarra: Cuba: 1898-1958. Estructura y procesos sociales, ob. Cit pág. 107. [25] - Ver Blas Roca: Los fundamentos del socialismo en Cuba. Ediciones Populares, Habana, 1960, pág. 38-39. [26] - Recuérdese que la burguesía industrial no azucarera la que, como dijera Carlos Rafael Rodríguez puede ser considerada nuestra burguesía nacional, era débil económicamente, amén de mantenerse entrelazada y de manera dependiente a las estructuras de poder neocoloniales, por lo que no pudo, a pesar de los tímidos intentos, concebir un programa real para solucionar la situación de crisis estructural y favorecer el desarrollo del país. [27] - Ver: Carlos Rafael Rodríguez: “Las clases en la Revolución cubana”. En: Letra con Filo, Ob. Cit , Tomo I, pág. 25. [28] - Ver: Oscar Pino-Santos: El asalto a Cuba por la oligarquía financiera yanqui. Instituto Cubano del Libro, Habana, 1975, pág. 152. [29] - Ver: Oscar Pino-Santos: Ibíd., pág. 158. [30] - Ver José Acosta: “La estructura agraria y el sector agropecuario al triunfo de la Revolución”. En: Ob. Cit, pág. 74. [31] - Informe presentado en 1959 por el Gobierno Revolucionario en la XV Conferencia de la FAO, Roma. En: Hoy, 4 de noviembre de 1959. [32] - Ver: María Caridad Pacheco: “Situación de los obreros agrícolas e industriales al triunfo de la Revolución Cubana”. En: Cuba Socialista número 36, noviembre-diciembre 1988, pág. 97-98. [33] - Ver: Severo Aguirre: ¨Ponencia presentada en el intercambio de opiniones entre teóricos marxistas celebrado en julio-septiembre de 1960 en La Habana y Bucarest¨. En: La cuestión agraria y el Movimiento de Liberación Nacional, pág. 297. [34] - Ver: “Encuesta de la Asociación Católica Universitaria”. En: Economía y Desarrollo número 12, julio-agosto 1972, pág. 83. [35] - Ibíd., pág. 84. [36] - Ver Carlos Rafael Rodríguez: “La Revolución Cubana y el campesinado”. En: Letra con Filo, Ob cit , Tomo II, pág. 243.
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por
Lic. María del Carmen Alba Moreno
Departamento de Historia.
Universidad de La Habana
mariac@ffh.uh.cu
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