Hoy, es otro día, afortunadamente |
Luego de verla venir de regreso de la misma ruta en que salió, observó dentro de sí mismo que el cosquilleo le volvía pero de forma diferente. Recordó el tiempo vivido, el tiempo añorado, el tiempo deseado, el tiempo esperado, el tiempo conversado y cerró los ojos, mientras ella se acercaba. Ella sonrió muy a su manera, muy a su manera, con su sonrisa de Monalisa, que era la sonrisa a su manera. La vio venir, abrió la puerta del vehículo, la saludó con un beso tibio, pero distante y nervioso, en la mejilla; mientras ella, ufana, sentía de nuevo que estaba ganando, pese a que fue él quien la llamó, mientras salía de dar una conferencia sobre el paradigma cartesiano (causa/efecto, pues) y cuestionar la autoridad pedagógica de los maestros o profesores y de la escuela como tal, a profesores en servicio, futuros pedagogos, haciéndoles una fulminante pregunta: ¿por qué habiendo tantos pedagogos, la educación en el país, no ha cambiado? Aplicable también para todas los profesionales y profesionistas que se ejercitan haciendo docencia. Mudos se quedaron, mudos hacen que sean sus estudiantes con su forma tradicional de enseñar, les dijo. De este tipo de conversaciones tuvieron muchas con finales duros por la formación de cada uno, sumado a sus propias vivencias y experiencias de vida. ¡Pero nada cambió! Nada. Le entregó los recuerdos que había recién elaborado con palabras y ahora editados. Recibió las gracias y empezaron a preguntarse por sus vidas, trabajo, hijos, familias, luego de estar ausentes desde hacía un año o más, pues no se sabe si lo que predomina es el tiempo reloj o el tiempo psicológico en cuestiones afectivas. Se entretuvieron en los aspectos que según su contexto se llenaba de ilusiones y alegrías, en la parte de sus hijos, horizontes de realidad de los padres, según el turno de cada uno en la conversación que intentaba cubrir los silencios generados por la distancia, silencios que generan en la vida y lo humano oscuridad por más que se abran o cierren los ojos, donde la memoria no siempre los trae renovados, salen en claroscuro y pocas veces en technicolor y se rió al recordarse de la Oración por Marilyn Monroe de Ernesto Cardenal y que disfruta leyéndolos a jóvenes como una forma de acercarles nuevas perspectivas a través de otras voces, de otros sueños, de otras denuncias y de otras búsquedas artísticas. Luego cada uno habló sobre sus trabajos y los cobros políticos que le hacía su jefe en el área de trabajo por el poder que estaba perdiendo ahora que volvía a haber elección, mientras Foucault, aparecía en su mente, luego de aquellas lecturas solitarias de la Microfísica del poder, al no tener con quien conversar con sus colegas, pues ninguna de ellas lee, ni ellos, y buscan que los demás lean[1] Ironizó con una frase gastada, que el infierno está lleno de buenas intenciones, olvidando que la pasión práctica más conocimiento puede llegar a resolver muchas cosas mientras haya vida y nos unamos superando nuestras diferencias estúpidas y no seguirle haciendo el juego al sistema. La ignorancia es atrevida, se dijo para sí mismo e incluyo a los colegas hombres también y no lo consideren un machista rencoroso, pues para todos da Dios se corrigió y soltó una carcajada de pura catarsis. Mientras llegaban al punto adonde le había pedido lo dejara y que las lluvias intensas y el lento avanzar por tanto hoyo en el asfalto y los buses que prolongaban los horarios o cumplimientos de compromisos de reuniones, reflexionaba y se había dado cuenta que había tenido miedo. Lo había tenido bien guardado y le hacía daño, mientras le decía que si podían festejar el día del padre, su cumpleaños, todas la fiestas dejadas de compartir –y con eso evidenció que hacía mucho, mucho, pero mucho, no se veían- y que por pura cortesía dijo sí, claro, me avisa y con gusto. Había tenido miedo, se repitió y que era lo que había tenido bien guardado por si quien lee no se recuerda. Había sentido que la suerte también lo había abandonado, si es que alguna vez la tuvo. Había sentido que ya no podría seguir intentándolo. Había sentido que únicamente había que actuar como ser vivo, al haber recibido de su interacción como humano, destrucción y bloqueos permanentes y con ello la amiga soledad había estado presente. Había estado en la oscuridad y lo sabía, hasta que la bendita vida le permitió conocerla, no a la de la sonrisa estilo Monalisa, no, ya no, para su fortuna emocional. Cuando la conoció, se preguntó con mucha intensidad e insomnio y quedarse en blanco e intentar saber, qué le quería decir la vida en estos años de su vida y empezó a ver de nuevo y a creer que Dios aparecía en mayúsculas por el amor que lo hacía volver a sentirse vivo sin tener que aceptar celebrar nada, porque hoy, afortunadamente, es otro día, otro tiempo. Ah, pero la vida, ah, la vida, enseña que hasta que no se conoce a las personas no se sabe cómo serán o son. Descubrió a un ser egoísta, individualista (el amor no lo es), inconforme con lo que recibía pero no para darse, complejo Cenicienta dice la teoría psicoanalítica. Y ella, lo sabe, lo sabe, cuando se lo repite y sus llamadas telefónicas no son respondidas, mientras él ojea De qué hablamos cuando hablamos de amor de Raymond Carver y suena Suavecito de Tito Puente, mientras él sabe que hoy, afortunadamente es otro día y está solo, aunque sabe de memoria que nada es tan intolerable para un hombre como vivir sin amores, cuando nos domina una terrible soledad y nos sentimos desamparados y vacíos, por ahora.
[1](Ay, de ellas –también de ellos- si nadie lee, y uno se da cuenta que son puro discurso: ciegas y ciegos de su ignorancia, no videntes, usureras y usureros de la diz que verdad absoluta, sobre qué es primero: el currículum o la vocación o las instituciones o los alumnos o los libros o la sociedad o los directores o los decanos o terminan diciendo que los padres no colaboran y que ellas no son las madres o padres de los patojos. ¡Excusas de salón!). |
Daniel Alarcón Osorio
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