Escribiendo
sobre mí mismo Juan Carlos Alarcón |
¡Lo
prometido es deuda!... sabía decir un viejo amigo mío de Córdoba que,
cada vez que se emborrachaba, pagaba otro vino y luego terminábamos
tirado en la cuneta de alguna calle hasta que nos recogían los basureros
a la madrugada. Claro que eso fue cuando vivía en Argentina y el tiempo
parecía deslizarse como una poesía, cuando los años todavía no se sentían
en el cuerpo y, si regresaba encorbado a mi casa, era sólo porque había
pasado por alguna peña para picar un par de empanadas acompañadas de
alguno vinito riojano mientras me entretenía con los chistes de
Landrisina. ¿Qué
puedo contarte de mí?... ¿Qué soy un mercenario de la cultura? ¿Qué
mis actividades principales son escribir libros, un poco de teatro,
algunos poemas para apagar mis rabias? ¿Qué
reivindico la imperfección del ser humano como una bandera de guerra? ¿Qué
soy un antiguo guerrero de batallas nunca ganadas o de amores perdidos que
dejaron mi cuerpo lleno de cicatrices? Me
mataste con tu pedido. Yo no sé hablar de mí, siempre han sido los otros
que me han cuereado, que me han criticado o que, por curiosidad, se
interesaron más a mi vida que les parecía más crocante que mis
escritos. En todo caso, puedo decir que soy bastante epicuriano y trato de
darme todos los placeres de la vida porque soy un convencido que las
tripas tienen una importancia grande. En
política no soy diferente, a mí no me gustaron nunca las dictaduras de
ningún tipo. Nunca me gustó que nadie pensase en mi lugar, y a menudo
dije –y digo- que prefiero la peor de las democracias a la mejor de las
dictaduras. Eso ya lo había escrito en Argentina a fines del 70, pero a
los militares de la época, pareció no gustarles mucho escuchar que
dijera cosas así y terminaron por correrme a patadas, a pesar que traté
de explicarle que no soy un tipo antimilitar, que simplemente pienso que
cada uno tiene que hacer el trabajo que le corresponde. Hoy vivo en
Francia, desde hace 30 años digamos. Vivo
en un departamento, en un primer piso, y el balcón de mi casa da sobre un
parque. Ahora el invierno ya agonizó y se largó la primavera con todo.
El parque esta cubierto de hojas marrones, doradas. Hace
unos minutos estaba en el balcón tomando mates y pensando en la carta que
me vienes de pedir y, de pronto, sentí algunas gotas sobre mis ojos. Me
dije que los recuerdo de Latinoamérica me estaban traicionando. De tanto
en tanto la nostalgia me hace cosquillas en alguna parte del cuerpo, el país
uno lo lleva pegado como una segunda piel. Pensar en el país, en el
barrio, en las vecinas que me sabían sonreír tímidamente siempre me
hizo poner un poco triste. Entonces traté de secarme esas gotas que me
impedían ver los árboles desnudos. Desde
chico tuve la costumbre de secar mis lágrimas con dos dedos y luego
llevarlos a mi boca, como buscando que los recuerdos regresen adentro mío
sin escaparse. Pero de pronto, tuve una especie de sorpresa porque mis lágrimas
normalmente son saladas y, esta vez, era distinto. Me dije que, a lo
mejor, era que tenían el gusto a la soledad del tango “Uno” o a ese
otro gusto sensual que se me despierta cuando pienso en mi primero amor;
sin embargo lo que sentí era distinto, era un gusto rancio como esas
pesadillas en tiempos oscuros. La segunda sorpresa fue escuchar la vecina
de arriba que decía “perdon monsieur”. En realidad, no era lágrimas
de tantos recuerdos, era la mujer que estaba lavando el piso de su balcón
y el agua caía sobre mi cara. De
todas maneras, son las 11 horas, cerca del medio día, y, antes de
terminar la mañana, me dije que valía la pena responderle a ese quijote
soñador de Uruguay, que trata de conquistar el mundo con su portal
cultural de Internet. En él se siente un aire combatiente y yo siempre
tuve respeto por esos locos que son capaces de morderle el codo a sus
proyectos. Primero
pensaba comentarte de una novela “El
ladrón de campanas” que salió en el 2005 y que todavía duele en
mis tripas. Después me dije que te hablaría de otra novela mía “Cuando
los pájaros vuelan en libertad” publicada el año pasado también
por la Editorial Espartaco. Pero con la cuestión de libros soy como con
las mujeres, nunca sé con cuál quedarme. Y ahora pienso que podría
contarte de mi último libro, publicado a fines del año pasado “País
Chúcaro”, que es un libro de poemas bilingüe de la Editorial
Recovecos. ¡Está lindo el libro, ché! Y no sé más que decir, por eso
te voy a mandar un comentario que hizo la Lic. Gabriela Vidal para un
trabajo universitario, creo. Ella tiene más autoridad para cuerarme. Un
abrazo |
Juan Carlos Alarcón
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