Tlacuilo |
Sindicalismo y globalización |
En nuestro país, después de haber sufrido los efectos de la contrarrevolución -de Manuel Ávila Camacho a José López Portillo- y del neoliberalismo al servicio del imperio -de Miguel de la Madrid a Felipe Calderón- tenemos la responsabilidad de retomar la lucha de los trabajadores expoliados por la revolución industrial en el siglo XIX, para crear un nuevo sindicalismo libre de perversiones. ¿Cómo hacer para romper la cadena de ignorancia-corrupción-traición en la que son expertos quienes se apropian de la riqueza creada por los trabajadores? Esa es la gran interrogante cuya factibilidad veremos en hechos futuros, de los cuales son precursores los trabajadores independientes que los están promoviendo. Lo cierto es que deberán considerarse, entre otros, los siguientes factores: 1) Educación sindical permanente. Más que confiar en las virtudes teologales para que los dirigentes sindicales sean honrados y leales, lo que debe establecerse es una educación sindical permanente que forje trabajadores con la necesaria consciencia crítica que destierre la obediencia ciega, garantice la designación democrática de los representantes de todos los niveles y asegure la destitución inmediata, el enjuiciamiento y la sanción correspondientes de aquellos que traicionen la confianza de sus agremiados. 2) Organización global de los trabajadores. Porque la limitación a los espacios nacionales en que los dueños del dinero han logrado mantener a los trabajadores, no son más que el camino de la derrota anunciada. La unión local de los trabajadores independientes, por mucha cohesión que tenga, no es suficiente para doblegar a los poseedores de la riqueza porque éstos dominan la economía mundial. La organización internacional de quienes se han apropiado de la riqueza solo puede ser vencida por la organización internacional de los trabajadores. Lo que le ha sucedido a México también le ha ocurrido a las demás naciones explotadas por las potencias capitalistas, pero nosotros debemos empezar por la región a la que por herencia histórica y geográfica pertenecemos: América Latina El concepto “globalización” no es nuevo. Se inauguró hace cinco siglos, al desplomarse las bases del conocimiento del mundo antiguo cuando la tripulación del primer viaje de circunnavegación mundial bajo el mando de Fernando de Magallanes y Sebastián Elcano concluyó el 6 de Septiembre de 1522, demostrando que el mundo no era plano sino esférico. La revolución científica provocada por ese acontecimiento propició en Europa los primeros esbozos del capitalismo y en el siglo XVIII los de la Revolución Industrial, de la que se derivó el surgimiento de dos clases sociales: de un lado la propietaria de las fábricas y del otro la trabajadora, cuya única posesión era su fuerza de trabajo, misma que vende por un salario fijado por el propietario o por el gobierno a su servicio. La forma que los trabajadores encontraron para defenderse de la explotación inicua que padecieron hasta mediados del siglo XIX fue la unión organizada, aplicando medidas como la huelga para forzar al patrón a mejorar las condiciones laborales. Pero también buscaron otros medios para hacerse oír en los órganos del Estado, como la lucha para conquistar el derecho al voto, es decir, que se les considerara ciudadanos. Ese fue uno de los orígenes de los partidos políticos. En 1864 los obreros europeos crearon la Asociación Internacional de Trabajadores, más conocida como Primera Internacional, que luego se transformó en segunda, en tercera y en cuarta, cada una con una tendencia política dominante de izquierda, actualmente en desventaja. Posteriormente empezaron a surgir organizaciones sindicales con ideologías de centro y de derecha, actualmente dominantes. El imperio capitalista acuñó la expresión “estado de bienestar” -principalmente sobre la teoría publicada por el economista inglés de la Universidad de Cambridge George Maynard Keynes en 1936- que a diferencia del liberalismo clásico considera que el Estado debe intervenir para mantener una economía relativamente justa haciendo sentir la preocupación del gobierno por elevar el nivel de vida de los trabajadores, tratando, así, de evitar que estos voltearan sus ojos hacia la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que al finalizar la contienda contra el nazismo en 1945 emergió de entre los “aliados” como la gran potencia que equilibró, durante cuatro décadas, la geopolítica mundial frente al capitalismo. Pero cuando termina la “guerra fría” con el desmantelamiento del imperio soviético en 1991, el imperio capitalista se siente dueño del mundo. Revive el individualismo y el liberalismo económico en su máxima crudeza y, apoyado en la idea expuesta en 1961 por el filósofo canadiense Marshall McLuhan en su libro “Guerra y paz en la aldea global”, desarrolla su propuesta moderna de la “globalización”, con base en la utilización como instrumento de las técnicas que están dando nacimiento a la Revolución Cibernética; en lo económico se apoya en el surgimiento del llamado “Neoliberalismo” promovido por el estadounidense Milton Friedman y otros directivos de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, EUA, con la que se empieza a desmantelar en 1973 el “estado de bienestar” y le impone a América Latina primero y al mundo entero después mediante el llamado “consenso de Washington” de 1990, la política macroeconómica mundial de mercado a favor de la libre empresa multinacional; la aceptación irrestricta de la rapaz inversión extranjera directa; el consumismo; la eliminación de la protección de los productos internos ante las embestidas del comercio exterior con resultados negativos en los términos del intercambio para los países sometidos, etcétera. El afán del imperio capitalista por apropiarse del patrimonio de sus colonias y destruir las medidas estatales de protección a los trabajadores en beneficio del mercantilismo internacional, es una estrategia hegemónica establecida por los grandes capitales que poseen instrumentos internacionales de presión como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional tan poderosos, que la Organización de las Naciones Unidas -al desvirtuar sus principios al igual que su antecesora la Sociedad de Naciones- ha sido incapaz de evitar las invasiones militares mediante las que sostiene a sangre y fuego el dominio sobre las materias primas y la fuerza de trabajo de las naciones sojuzgadas. Desde entonces lo que predomina en el mundo es lo que calificó el papa Juan Pablo II como “capitalismo salvaje”, al quedar eliminado totalmente cualquier intento por controlar la ambición desmedida de los grandes propietarios, quienes han difundido por todos los medios el mito de que la globalización es un arma que solo les pertenece a ellos. El instrumento violento utilizado por Estados Unidos para experimentar el neoliberalismo en América Latina fue uno de los más siniestros traidores de la historia: Augusto Pinochet, quien siendo jefe de las fuerzas armadas de Chile asesinó en 1973 al presidente democráticamente electo Salvador Allende y a muchos de sus colaboradores mediante un ataque aéreo y terrestre al palacio de gobierno, seguido de una permanente represión al pueblo. Pinochet inauguró así la era de los golpes de Estado y la proliferación de las dictaduras conocidas como “gorilatos” en América del Sur en lo que se conoció como “Operación Cóndor”, bajo la dirección del Departamento de Defensa de los Estados Unidos (Pentágono) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA), gracias a la domesticación de militares latinoamericanos de alta graduación en el campo de entrenamiento instalado en Panamá en 1946,[i] al que en 1963 -en el marco de su combate al “comunismo castrista”- impuso el inofensivo nombre de Escuela de las Américas. En toda la región muchos dirigentes sociales fueron masacrados, desaparecidos, torturados y encarcelados. Todo para que el Departamento de Estado de los Estados Unidos -siempre con el hipócrita disfraz de defensor de la libertad y la democracia- pudiera desmantelar la escasa economía solidaria que se había logrado establecer en favor del pueblo para sustituirla por su “neoliberalismo”, que no es otra cosa que el secuestro del patrimonio nacional y el despojo de la riqueza producida por el trabajador, para entregarlos en bandeja de plata a los dueños mundiales del dinero. La táctica pacífica para imponer el neoliberalismo en los demás países latinoamericanos consistió, entre otras cosas, en pervertir sus sistemas educativos y privatizar la enseñanza; deformar o eliminar las materias académicas forjadoras de los valores nacionales como la historia y el civismo, y del pensamiento crítico como la filosofía, para castrar así el centro neurálgico de nuestras naciones. Es en esa corriente que surgen instituciones “departamentales” de enseñanza superior. Y es precisamente en 1973 -año del “pinochetazo”- en que el Consejo Directivo del Instituto de Ciencias de nuestro Estado inicia su transformación en Universidad Autónoma de Aguascalientes (la primera en México con mentalidad privada a pesar de ser pública, es decir, sostenida por el Estado) dentro de ese patrón mercantil previamente fomentado por Rudolph P. Atcon en el Caribe, Centro y Sudamérica. De allí a la plaga de “universidades patito” que continúa proliferando. En el terreno de la administración pública, la táctica “pacífica” consistió en domesticar a los primeros presidentes (tal como lo había recomendado en 1924 Richard Lansing, en el sentido de que la mejor manera de dominar a México era mediante un solo hombre: su presidente, previamente “educado” en sus universidades en el “modo de vida americano”). Tres presidentes priístas tecnócratas (De la Madrid, Salinas y Zedillo) y dos panistas (Fox y Calderón) han sido los encargados de entregar la patria al extranjero, hundiéndola en un desastre cívico, político, social, económico y cultural. Con excepción de Fox, quien solo estudió un curso para vendedores de la cocacola en Harvard, los otros obtuvieron maestrías y doctorados; Zedillo en la universidad de Yale y los demás en la de Harvard, donde está la “Escuela de Gobierno John F. Kennedy”, en la que se prepara a futuros gobernantes de todo el mundo para actuar en favor de los cánones ideológicos del capitalismo estadounidense. En el terreno laboral profundizaron la corrupción para comprar a muchos líderes de los sindicatos que aún defendían a los trabajadores. El factor último y definitivo fue la presión de los grandes instrumentos financieros del imperio que son el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional con sus empréstitos, “cartas de intención” y compromisos secretos. En fin: después de haber aplicado el neoliberalismo en América Latina desde 1973, en los años 90 el imperio integró las experiencias en una serie de documentos a los que denominó “consenso de Washington”, aplicándolas en otros continentes con el título de “Globalización” y utilizando tanto las tácticas “pacíficas” como las violentas de acuerdo con las circunstancias, incluyendo la invasión aún cuando la mayoría aplastante de los miembros de la inútil Organización de las Naciones Unidas votara en contra. La
verdad es que todas las invasiones imperiales tienen como propósito real
apropiarse de las materias primas, los mercados y la fuerza de trabajo de
sus colonias mediante la imposición de la citada globalización
neoliberal, que incluye la supresión de las organizaciones sindicales,
las instituciones de seguridad social y las leyes protectoras del
trabajador. - o O o - Nota:
Las imágenes no están incluidas en la publicación del diario. Operación “Cóndor” “Países
participantes en la Operación Cóndor: Rojo:
miembros activos (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay,
Uruguay). Rosa:
miembros esporádicos (Colombia, Perú, Venezuela). Violeta:
EEUU.” (Wikipedia) Gris:
Estos países fueron sometidos por la vía “pacífica” con excepción
de Cuba y, relativamente, las Guayanas y otras colonias europeas del
Caribe. Estados Unidos fue el país responsable de su dirección, organización y financiamiento. (El autor). EN AMÉRICA LATINA: La “...desigualdad
en la región es 65% más elevada que en los países de ingresos altos,
36% mayor a la observada en Asia oriental y 18% más alta que en África
subsahariana.” Esto lo testifica el Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) en su “Informe sobre desarrollo humano para América
Latina y el Caribe 2010” del mes pasado. EN LA UNIÓN EUROPEA: El año 2000 la Unión adoptó la globalización con el propósito de
convertirse “en la economía más competitiva del mundo antes del
2010”. Subordinada así al imperio, en lugar de atacar el desempleo
aplicó recortes presupuestales que afectan salarios y prestaciones. Pero
los obreros europeos -creadores de los sindicatos- son los más combativos
y su lucha ya está en marcha; el mes pasado realizaron una huelga tres
millones de trabajadores... solo en Francia. Anteayer sacudió a España
una huelga general de ¡diez millones de trabajadores! que hará recular
al gobierno. Al mismo tiempo comisiones de todos los países se
manifestaron en Bruselas, capital de la Unión, en el principio de una
movilización que estremecerá no solo a Europa sino al planeta entero si
no se corrige el rumbo. EN EL MUNDO:
El FMI y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) declararon que
la desocupación llegó a 210 millones provocando una “situación
desesperada” que paraliza el desarrollo, daña la seguridad social y
agudiza la crisis global que en lugar de haber sido superada -como se había
anunciado- continúa y se agrava peligrosamente, como lo demuestran las
incumplidas “Metas de Desarrollo del Milenio” prometidas a los pobres
el año 2000. Con el despiadado neoliberalismo global, de las crisis cíclicas
de sobreproducción industrial estudiadas por Marx, el capitalismo pasó a
las crisis financieras de lo que Lenin llamó imperialismo (etapa superior
del capitalismo o del “estado usurero” “agonizante”, conocida
ahora como “globalización monetarista”). Surge del hecho de que los
banqueros, antes empleados de los empresarios, se convirtieron en sus amos
al hacer creer a los ingenuos que lo que produce la riqueza no es el
trabajo sino el dinero, hundiendo en la crisis el sistema al pretender
conciliar dos principios contrapuestos: la libre concurrencia y el
monopolio, mezcla explosiva productora de la corrupción que inunda al
mundo con las toneladas de basura sin respaldo que son los billetes
impresos. En estas condiciones, José
Luis Gutiérrez Lozano nos asegura que “la quiebra del sistema bancario
internacional es inminente”. EN ESTADOS UNIDOS: Anteriormente el gobierno controlaba gran parte de la economía del planeta. Al imponer el capitalismo financiero en el mundo cavó su propia tumba, porque se convirtió en su súbdito desde que ese nuevo imperialismo -que como dios de la nueva religión “global” no se ve pero está en todas partes- lo puso de rodillas con el crack inmobiliario de 2008 -en la peor crisis económica después de la gran depresión de 1929- obligándolo además a pagar un rescate de 787,000 millones de dólares para evitar la quiebra bancaria. Una de sus consecuencias es el incremento de la pobreza que sufren en su propio territorio uno de cada 7 estadounidenses (“la cifra más alta en el medio siglo que el gobierno ha registrado estas estadísticas.”) Jalife nos da a conocer dos lapidarios textos, uno de Associated France Press: “la primera economía mundial se encuentra al borde del colapso... en medio de altas tasas de desempleo, y un déficit público en espiral”; el otro de “David Brooks, influyente editorialista de The New York Times”, quien comparó “la pérdida de su dominio mundial [de EU] con el derrumbe británico de hace más de un siglo”. El
“Neoliberalismo” fue ensayado por Estados Unidos en su “patio
trasero” latinoamericano desde 1973 e impuesto mundialmente como
“Globalización” a partir de 1991, al desaparecer la Unión Soviética.
Veamos el resultado: EN MÉXICO: Nos creíamos independientes desde 1821; ideológicamente maduros desde 1857 y económicamente soberanos desde 1938. Pero después de cinco siglos de saqueos fuimos sorprendidos como incautos con el más escandaloso de todos en solo 37 años de neoliberalismo. Estamos en la quiebra más vergonzosa y ensangrentados por una guerra civil impuesta por el imperio. Innecesario es publicar los copiosos datos estadísticos, pues el mejor termómetro es el monedero del ama de casa. El colapso es tan fuerte que después de haber sido la nación insignia en América Latina, actualmente nuestro menguado crecimiento económico es inferior al de Haití, el país más pobre. Hasta el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) han reconocido el grave error que cometieron al imponernos la globalización. “No
podéis servir a Dios y al dinero.” (Santa Biblia, Nuevo Testamento, Mateo,
6,24). -
- - - -
o 0 o - - - - - A
la Confederación de Jubilados, Pensionados y Adultos Mayores de la República
Mexicana; al
Grupo de Jubilados del Sindicato Mexicano de Electricistas, Ags. a
la Escuela Normal Rural “Justo Sierra Méndez” Mientras exista el CAPITALISMO existirán los SINDICATOS; vimos que con la Revolución Industrial surgieron dos clases sociales: los dueños de las fábricas, empresarios o capitalistas; y los trabajadores contratados por ellos para producir, posteriormente organizados en sindicatos con el propósito de defenderse de la explotación esclavizante de los dueños del capital (EL CAPITAL NO ES EL DINERO, sino los bienes con que se realiza la producción: terrenos, edificios, maquinaria, herramientas, energía, materias primas, transportes, etc., nada de lo cual tiene valor alguno sin EL ALMA DEL PROCESO que ES EL TRABAJO, esencia humana capaz de transformarlo todo para producir riqueza); ambas clases desaparecerán cuando la Revolución Industrial sea sustituida por la Revolución Cibernética en gestación desde hace cientos de años y en pleno alumbramiento desde hace apenas medio siglo. Pero eso no será el día de mañana; y mientras eso ocurre, estas clases opuestas pero complementarias continuarán enfrentadas entre sí: una esperando que sus dirigentes sindicales obtengan una más justa distribución de la riqueza; otra tratando de enriquecerse cada vez más mediante la corrupción de esos dirigentes más la degradación de la enseñanza pública y la enajenación del pueblo gracias a los medios masivos de información, para facilitar la práctica del milenario “divide y vencerás”. Sin embargo, esa confrontación es cada vez más aguda no solo por las manifestaciones combativas de los trabajadores debido a la pérdida de su poder adquisitivo, sino también indirectamente como es el caso del calentamiento global resultante de la producción industrial, pues la contaminación emitida por las chimeneas y los motores de combustión interna destruyen aceleradamente la biósfera, hogar no solo de la humanidad sino de millones de especies animales y vegetales que se extinguen en forma cada vez más acelerada. Pero el imperialismo continuará contaminando y no parará hasta que la elevación del nivel del mar provocada por el derretimiento de los hielos polares inunde no solo pequeñas naciones insulares, poblaciones costeras como Villahermosa, Tlacotalpan, Minatitlán, Coatzacoalcos o ciudades tan históricas como Venecia y otros grandes puertos del mundo, sino el más emblemático de sus territorios: la ciudad de Nueva York con su Wall Street, capital de la burguesía mundial. Hasta entonces los señores del dinero pondrán el grito en el cielo y dirán que ellos no tienen la culpa del desastre, lo cual es cierto en parte, pues los trabajadores hemos cooperado, junto con ellos, a destruir el mundo. Una tabla de salvación dentro de esta gran crisis puede ser la conscientización de los trabajadores por la parte de la responsabilidad que nos corresponde, contribuyendo a la construcción de un nuevo sindicalismo, lejos de los líderes corrompidos por los capitalistas y sus testaferros los funcionarios gubernamentales. Para ello es necesario definir una estrategia clara y simple, que propongo fundada en los dos principios mencionados al inicio de esta serie: 1) Educación sindical permanente. Para que el sindicalismo sea eficaz debe ser crítico, ético, libre y democrático. Eso solo lo obtendremos preparándonos para ingresar al mundo del futuro con un rico acervo fundado en los más altos valores humanos mediante la educación dirigida a todos los trabajadores pero enfocada preferentemente a las nuevas generaciones: juventud, adolescencia y sobre todo niñez. 2) Organización global de los trabajadores. La globalización también puede ser de los trabajadores. ¡Debe ser de los trabajadores! Ya sea en el sentido antiguo o en el moderno, la globalización no es propiedad de nadie. El globo terrestre es la casa de todos; y la ciencia, como todo conocimiento, es producto de los trabajadores intelectuales de la humanidad. UNIDAD. Es la palabra clave. Sin ella no hay educación ni organización posible. Lo único que hay que hacer es poner por delante no los intereses de un imperio o de otro, sino los intereses de los trabajadores. Pero eso sí, empezando desde abajo: primero la unidad de todos los trabajadores de cada localidad; luego la unidad en cada estado o provincia; luego en cada nación; y antes de llegar a la unidad mundial o globalización total, debemos conseguir la de todos los trabajadores latinoamericanos porque en el actual esquema geopolítico de transición de una revolución a otra, las naciones aisladas -por poderosas que sean- poco pueden hacer frente a los imperios o los bloques regionales. Solamente una América Latina integrada será soberana; y cuando ello ocurra, todas y cada una de las naciones que la integran dejarán de ser colonias saqueadas por los imperios. Entonces y solo entonces México será realmente México. Para ello no se requiere violencia alguna; lo que se requiere es la decisión de unirse en forma inteligente, organizada y leal, despojándose de intereses mezquinos para luchar todos por la justicia social que significa igualdad de derechos y obligaciones, a fin de garantizar el bienestar de tu familia, de mi familia y de todas y cada una de las familias que integran la sociedad en que vivimos. [i] “Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad” Wikipedia. |
Netzahualcóyotl Aguilera R. E.J
La
Jornada (Aguascalientes, México)
3 de setiembre a 8 de octubre de 2010, en 5 entregas semanales.
Autorizado, para Letras-Uruguay, por el autor
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