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Errare Humanum Est |
A todos los estudiantes, pero en especial a los niños y los adolescentes que usualmente son los más afectados. |
n días pasados, después de cometer algún error más significativo de lo usual en lo que escribo y publico, recordé mi niñez porque en esa temprana edad adquirí un mal hábito, derivado de la actitud impropia de algún profesor que seguramente se había visto obligado a trabajar como tal sin tener vocación: cuando nos equivocábamos nos aplicaba el calificativo de burros y cuando le decíamos que no sabíamos nos endilgaba el de inútiles, aparte de castigos a los respondones. Tratando de evitarme problemas adopté la habilidad de eludir preguntas, con tan buen resultado que me dediqué a no estudiar y continué así hasta que tuve que repetir el tercer año de Secundaria por haber reprobado varias materias. Más por temor al castigo que por convicción, para regularizarme e ingresar a Bachillerato tuve que estudiar a consciencia materias que considerábamos “coco”, encontrándome con la sorpresa de que no solamente no me parecieron tenebrosas, sino más bien interesantes y hasta apasionantes, pero el entusiasmo no me duró mucho porque estábamos al final de la adolescencia y eran otros descubrimientos los que nos deslumbraban; así fue que volví a la holganza y entonces mi padre arregló mi ingreso como aprendiz de redactor en El Sol del Centro; no me caían mal los veinte míseros pesos semanales, pero ese es otro cuento. ERRARE HUMANUM EST. Fue precisamente en Bachillerato donde conocí este latinajo que tiene lógica, pues todos los seres humanos nos equivocamos; si no lo hiciéramos seríamos dioses. Pero la enseñanza no pasó de memorizar latinajos para sorprender incautos. EL PENSAMIENTO CRÍTICO. Mi madre y maestra la Universidad Nacional Autónoma de México -en la que pude estudiar porque es pública y gratuita- fue la que verdaderamente me transformó; allí aprendí lo que es el pensamiento crítico, aplicado no solo hacia afuera, sino hacia adentro: el autoanálisis y la autocrítica me enseñaron a superar más complejos de los que hubiera creído tener. Allí entendí que todo error tiene consecuencias no solo personales, sino familiares y sociales, dependiendo de las dimensiones del ámbito en el que el error trasciende. Por eso los errores cometidos por los que enseñan, escriben o predican, son generalmente más dañinos. También tendemos a justificarnos con un sinfín de pretextos, aunque la verdad es que muy pocas veces logramos convencer a nuestro juez interior, pues podemos explicar de muchas maneras nuestro equívoco, pero muy rara vez encontrar una justificación válida. También asimilé que hay errores por acción y por omisión, a veces más graves éstos que aquellos, y a qué grado me había dañado el inmovilismo mental que yo había adoptado durante tanto tiempo. Allí encontré grandes maestros-amigos, inolvidables sabios que me estimularon a preguntar cuanto se me antojara sin miedo a sufrir reprimendas. Me enseñaron a no tener temor de equivocarme exhibiendo mi ignorancia, quedando en ridículo frente a los que sabían más que yo, o avergonzándome ante las muchachas bonitas. ERRARE HUMANUM EST, SED PERSEVERARE DIABOLICUM. Entonces conocí, completa, esta sentencia de Séneca el joven, sabio cordobés contemporáneo de Cristo que llegó a desempeñar altos cargos en el imperio romano, así como a padecer y morir trágicamente debido a la decadencia espiritual tan parecida a la que estamos presenciando en la caída del imperio estadounidense. Mutilado, el precepto de este filósofo estoico y moralista no pasa de ser un simple latinajo en el repertorio leguleyo; solo cuando se conoce completo adquiere su pleno significado, porque es comprensible que el ser humano sea falible (Errare humanum est) es decir, que esté en su naturaleza equivocarse; lo que no tiene justificación alguna es que persista, “que se monte en su macho” a pesar de estar consciente de su error solo “por no dar su brazo a torcer”, porque entonces su persistencia se torna diabólica (sed perseverare diabolicum). ¿PERDÓN PORQUÉ? Se debe pedir perdón cuando se ofende con toda intención, pero nadie tiene qué pedir perdón por cometer una equivocación que lo califica como ser humano. Pero cuando nos percatamos de que cometimos el error debemos reconocerlo con toda sencillez y claridad, y públicamente si al público trascendió. Si no lo hiciésemos, entonces empezaríamos a convertirnos de seres humanos en seres diabólicos capaces de los engaños más nefandos. Aprender a preguntar sin temor, reconociendo nuestra ignorancia; a analizar e identificar nuestros errores y a reconocerlos públicamente, es un ejercicio de salud mental recomendable para todos, pero principalmente para los niños y los adolescentes porque están en la más delicada etapa formativa. Conquistar la valerosa humildad del que se atreve a preguntar porque quiere adquirir conocimiento, es la mejor manera de enriquecer el equipaje cultural, evitar padecimientos futuros y adquirir madurez. Aguascalientes, México, América Latina
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Netzahualcóyotl Aguilera R. E.J
La
Jornada (Aguascalientes, México)
Viernes 15 de febrero 2013
Autorizado, para Letras-Uruguay, por el autor
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