Ulises |
Cuando James Joyce empezó a escribir su monumental Ulises, los críticos se dividieron. Como siempre. A mí, la lectura de la obra me hubiese resultado muy cansadora si no fuera por ese sentido de la disciplina que mantengo a la hora de leer. Comienzo con la letra mayúscula, que es como una nariz chata, o un pequeño signo, a veces, y no paro hasta el punto final. James
Joyce habla, deja fluir el subconsciente, se propone liberar muchas claves
y abre una brecha literaria que hoy encuentra sus satisfactorias
respuestas en libros de escritores como Ernesto Sábato, o William
Faulkner, en su texto Mientras agonizo. |
No
hay posibilidad de lógica en su Ulises. Estamos ante una expresión
infatigable, eterna, infinita, un monólogo que deja pasar un pensamiento
que crece de sí mismo, de sus propias raíces, de sus dolores interiores,
de sus numerosos costados. |
Delfina
Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 16 de noviembre de 2008
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