Hay una historia de amor en esa inolvidable novela donde la enfermedad de
la heroína cubre con una suerte de velo todo aquel inútil querer que se
profesaban Efraím y María. El libro ronda las experiencias autobiográficas
del novelista. Pero ¿qué puede ser más imposible y al mismo tiempo más
irrenunciable que el enamoramiento entre primos? Decir que ella sufría de
epilepsia y que tal enfermedad (tras sucesivos ataques) la llevaría a la
muerte es ya, en sí, un todo literario romántico, profundo. Ese todo
literario se completa (magistralmente ) con el regreso de Efraím de
Europa, dos años después de su fallecimiento. Mientras María va
perdiendo en salud, en lozanía, aunque su enamorado todavía encontraba
bello aquel rostro suyo traspasado por el sufrimiento, la novela se
refuerza y toca las cumbres. La interpretación trágica del amor halló
en la pluma del genial escritor Jorge Isaacs una exaltación sin límites.
Madame Bovary es una novela que hasta hoy se lee con entusiasmo. Sepa el
lector que su autor, el escritor francés Gustave Flaubert (1821-1880)
trabajó durante cinco años en la preparación del libro. Vale decir que
la novela fue concebida en 1851, aunque no sería publicada sino en 1856.
Como toda obra que irrumpe dentro de una sociedad pacata, hipócrita y
ampliamente censuradora, Madame Bovary fue calificada como una sublevación
contra la moral.
Esta es la triste historia de Emma, una joven que contrae matrimonio con
el médico Charles Bovary, y con quien pronto se aburre, por cierto. Es
que ella, mejor dicho, la heroína de Flaubert, es una mujer de
sensibilidad desbordada. En términos prácticos, es una dama que solo
entiende la vida a través del amor, de la pasión, de los extremos. Otra
razón no va con sus sentidos, con su apurado interés por conocer la
vida. Emma va corriendo a consumirse en su fuego, a sumar pilas y pilas de
desventuras que se le caerán encima, finalmente, cuando caiga en la
cuenta de que el amor no perdona niñerías. Muchas mujeres se identifican
con sus adulterios y rinden un piadoso culto a su suicidio. Otras llegan a
comprender la situación incómoda que le tocó vivir en compañía de un
médico subordinado a sus caprichos, enteramente conforme a una actitud
perruna, y piensan que, en su lugar, obrarían de la misma manera.
Ejemplo de hoja que es llevada y traída por el viento, de dama que se
entrega sin razones a las pasiones, que derrocha bienes materiales para
complacer a sus amantes, es, sin lugar a dudas, Emma. Una Emma así, sin
embargo, es todo un arquetipo femenino. Su creador, el infalible Gustave
Flaubert, hasta hoy es leído mundialmente.
Toses
y moralina
Otra heroína de novelas es Marguerite Gautier. Me refiero a la obra La
dama de las camelias. El creador de la historia es Alejandro Dumas ( hijo
), nacido en París en 1824. Se sabe que él tenía grandes diferencias
con su padre, el escritor Alejandro Dumas.
La protagonista era una cortesana, una joven hermosa acostumbrada al buen
pasar y al amor de los hombres. Se enamora, pero se enamora de veras, de
un joven perteneciente a la alta burguesía, Armando Duval. Cae enferma de
tuberculosis. Hay una leyenda, una versión todavía no desmentida, de que
la tisis, la palidez mortal en las mejillas, embellecía a las mujeres,
mientras que a los hombres daba un aspecto feroz. En el retrato femenino,
Marguerite se presenta como una violeta que se va languideciendo
irremediablemente, aunque se resiste, con una fuerza casi divina, a morir.
Sin lugar a dudas, la enfermedad de las heroínas de novelas ha sido un
instrumento literario valioso.
Aquellas pulseadas contra la muerte, aquel tira y afloja, han dado un
toque trágico a las historias de amor. Por otro lado, cabe apuntar que el
padre de Armando Duval encuentra inmoral a Marguerite y se resiste a la
idea de que su hijo se una a ella. La moralina de la época, confabulada
con toses y más toses al alba, a la tarde, a la noche, y sangrados, pañuelos
empapados en sangre, ha creado un mundo especial para La dama de las
camelias.
Surgieron muchos argumentos que dieron fuerza a las novelas. En este breve
comentario, he recordado a las protagonistas de María, Madame Bovary y
Las damas de las camelias.
Alejandro Dumas tenía amores con una cortesana, Marie Duplessis (su
verdadero nombre era Alfonsina Plessis). El suyo fue un amor desgraciado.
Ella lo abandona por Franz Listz... Está visto, en toda su obviedad, que
el escenario de la vida real se traslada muchas veces al escenario de una
obra literaria.
La dama de las camelias fue llevada al teatro con éxito. Pero yo deseo
indicar, humildemente, que el dolor siempre fue un éxito literario.
¿Cómo son las heroínas de ahora? Es cuestión de tomar un libro y leer
para saberlo.
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