Yo
acuso a los gobernantes de agigantar ese monstruo que se llama corrupción.
Estimado lector, dicho monstruo nos devora desde que clarea el día hasta
que baja la noche. Buscador de sangre, deja anémicos a los paraguayos.
Poseedor de siete mil cabezas, alimenta la alienación de la ciudadanía.
Propietario del tiempo, empaña las posibilidades que tiene el Paraguay de
pasar del siglo pasado al siglo presente.
Yo
acuso a los oficialistas de arrear a los empleados públicos a los actos
proselitistas.
Que se levante el pueblo. Que se sienta su voz de protesta de esquina en
esquina, de posta en posta.
Se nos presenta la oportunidad de salir al paso de este Gobierno mafioso
para requerirle, públicamente, el dinero que nos debe. Y nos debe todo
cuanto no tenemos para pagar las deudas de fin de mes. Pero nos debe más
todavía. Empiece a hacer cálculos y encontrará millonarias cifras de
deuda en la alcancía del futuro.
Su voracidad económica debe ser frenada. Para frenarla estamos los miles
de paraguayos que no tenemos la valentía mutilada y manejamos métodos y
estrategias diversas.
Por el bolsillo del ser humano pasa la vida, en gran parte. La vida de los
paraguayos es, actualmente, la búsqueda desesperada de empleos, la
postergación de tantísimos sueños, el dolor de las despedidas en los
aeropuertos, el peregrinar de los indígenas con olor a hambre, los jóvenes
hundidos en el ocio, siendo el día soleado, la salud desatendida, la
calamidad en todas las instituciones públicas.
Yo acuso a los políticos oficialistas de convertir las reuniones
proselitistas en festines. Faltando el pan en la casa de los pobres, de
los marginados sociales, fíjese nomás, cómo sobran las comidas y las
bebidas alcohólicas en las concentraciones de tinte politicoide.
Yo acuso al Gobierno de convertir al trabajador honrado en un esclavo.
Los malvivientes proliferan como lo que son, malas hierbas, en este período
gubernamental. Si conoceré a las pobres gentes que caen en poder de los
usureros. ¿Tiene alma el usurero? Pues no. Posee entrañas animales
porque come las vísceras, el corazón y la vida misma de las familias
empobrecidas.
Yo acuso al Gobierno de querer clausurar el futuro. De mal usar el nombre
del Partido Colorado. Valiéndose de su fama, roba al pueblo por vías
secretas o escandalosas.
Largo es el camino para el ciudadano común que recorre el mes inventando
metáforas para pagar las cuentas en los negocios.
El salario nunca alcanza para nada.
Caramba, el oficialismo quiere seguir estrangulando al país. Lo
estrangula estomacalmente. Nos toca el turno a nosotros, ciudadanos del
Paraguay, de manifestarnos públicamente y echar a este monstruo de siete
mil bocas y dientes como serruchos.
El pueblo siente bronca. Y cómo lo comprendo.
Nos aguarda un infinito camino de fracasos, de sueños abortados, de
descalabro económico, de hundimiento mental, sicológico y social si
permitimos la continuidad en el poder del oficialismo.
La República se hará polvo, se enseñorearán sobre nuestra tierra los
cuervos, no tendremos qué comer el día de mañana, el pasado mañana no
existirá, y solamente habrá en nuestro entorno un panorama desolador
como la muerte misma si permitimos la continuidad del oficialismo.
Pero somos muchos, demasiados, los paraguayos que buscamos el cambio.
Nuestro lema es la fortaleza.
Vendrá el cambio. Y el suspiro de alivio se hará ancho, inmenso,
parecido a una sonrisa sobre el territorio paraguayo. |