Ningún otro poder que él mismo, que su ojo —siempre— vigilante era
suficiente garantía para el supremo dictador del Paraguay.
José Gaspar Rodríguez de Francia ejerció el poder absoluto sobre un
pueblo confinado a la ignorancia y al miedo.
Esto, grosso modo, es el ambiente, el reflejo de una sociedad que recupera
para las letras el escritor Augusto Roa Bastos en su novela Yo el Supremo.
A través de un lenguaje barroco, denso, calculado frase por frase, el
perfil del dictador se asoma en el libro del autor, constituyéndose en el
principal referente de la literatura del Paraguay.
Según mi modo de ver las cosas, el destino de las letras paraguayas
hubiera sido avasallado por el polvo de la indiferencia sino fuera por la
obra maestra de Roa Bastos, quien tan bien delinea, marca y remarca los hábitos,
la historia, las vicisitudes, las peculiaridades, los conflictos, las caídas
y las resurrecciones de un pueblo.
LA PENA DE LOS ESCLAVOS
En los Estados Unidos, norteños y sureños se enfrentaron en una guerra
civil (1861- 1865).
Los norteños eran abolicionistas. Los sureños estaban a favor de la
esclavitud.
La esclavitud generaba ganancias cuantiosas; la mano de obra proveída por
los negros (se tomaba, a veces, la irracional idea de que los tales eran
seres sin alma para justificar su explotación) era gratuita y estaba a la
venta.
Religiosos, pastores, hombres públicos respetables, políticos de
prestigio, pregoneros del amor, de la caridad y del respeto al prójimo,
hipócritas en general, contaban en sus propiedades, en sus plantaciones
de algodón, con cientos de hombres de color que trabajaban apremiados por
el látigo. Expuestos a sanciones severas si flaqueaban, condenados a
trabajar de sol a sol, muchos de ellos perdían su vida miserablemente.
Harriet Beecher Stowe nació en Connecticut (Estados Unidos) en 1811. Su
padre era un pastor de almas. La novelista contrajo matrimonio con un
religioso. Esta la mínima reseña de una escritora que reflejó
valientemente el amargo sabor de la vida asfixiada por la esclavitud.
La ley de 1850 que obligaba a las personas a denunciar a los esclavos prófugos
empezó a alentar la rebelión en el espíritu de la novelista.
Harriet Beecher Stowe, abolicionista, mujer de profunda formación
cristiana, escribe una novela inspirada en el sufrimiento y en la desdicha
de los esclavos.
Concibe la escritura del libro (que va apareciendo por entregas periódicas
en el periódico The National Era) como un punto de partida para la
reflexión de la sociedad y la reversión de la perversión humana.
Nace así La cabaña del tío Tom; nace una historia, la de la familia
Shelby, que posee numerosas plantaciones en Kentucky. Los Shelby, frente a
la pérdida de cuantiosas sumas de dinero, se ven en la obligación de
vender a una esclava y su niño (ellos escapan sorteando la persecución y
encuentran, finalmente, la libertad) y a Tom, el más querido de los
esclavos de la familia, quien muere entre penalidades y suplicios.
La obra, que tiene sus excelentes momentos literarios, su sostenido vuelo
místico (así como sus informes fieles sobre casos de autoeliminación de
negros sometidos a vejámenes) es un llamado ferviente a la piedad y a la
conmiseración y es, también, un elemento determinante en el
desencadenamiento de la Guerra de Secesión.
Dijo Abraham Lincoln que Harriet Beecher Stowe fue la mujer que ganó la
guerra.
EL BESO DE LA MUJER ARAÑA
Existe un libro que ha sido un verdadero “escándalo” en la fecha de
su publicación. Me refiero a El beso de la mujer araña, del escritor
argentino Manuel Puig.
Cuenta el autor la existencia dura dentro de una celda de un homosexual y
un activista político. La obra se ubica en la época del régimen militar
argentino de la década de los setenta, ligado a cautiverios, secuestros y
desapariciones de personas.
La sociedad porteña se vio interpretada en estos dos protagonistas
extremos, si bien esa misma sociedad es la que los suprime con salvajismo.
Cierto es que la venta del libro se prohibió en la época de su aparición
(1976). Pero también es cierto que la obra dejó al descubierto el rostro
demasiado maquillado de una sociedad que marginaba a quienes se atrevían
a tomar rumbos distintos del denominador común.
La novela sobrevivió a todos los confinamientos en el plano literario.
Manuel Puig se convirtió en un escritor consagrado.
El beso de la mujer araña es un clásico de la literatura
hispanoamericana.
Fue llevada al cine en los Estados Unidos. |