Estoy
feliz pues ha caído por el peso de su propia podredumbre el Partido
Colorado.
La devolución al Estado del dinero robado es la justicia que todo el
pueblo paraguayo espera.
Existe
un sentimiento generalizado de algarabía en las calles y en los negocios.
La opresión que a muchos compatriotas fatigaba cedió para dar paso a un
largo respiro.
El pueblo fue el legítimo ganador en las elecciones del 20 de abril de
2008. Mostró al mundo una conducta democrática con cualidad de ejemplo.
El Paraguay, mediante el uso del voto, se levantó como un solo hombre
contra la miseria desoladora de la clase obrera y el lujo ostentoso de los
colorados en el poder.
Los paraguayos se manifestaron a través de las urnas contra el saqueo
sistemático de los bienes del Estado. Pálida y esquelética queda la
visión de la Francia del siglo XVIII, cuando la chusma desdentada buscaba
restos de banquetes en las basuras, ante el Paraguay sometido a una claque
política que abusó desmedidamente del poder.
Que la cosa, lector, es para pellizcarse mes y medio: Vino abajo el
Partido Colorado. Cayó al suelo, por efecto de las leyes naturales, la
fruta podrida del árbol. La fruta trajinada por dentro y por fuera por
cientos de gusanos rodó por el suelo.
Muchas cosas nos quedan a los paraguayos por empezar a hacer. Quedamos los
hombres y las mujeres que no nos hemos dejado infectar por el
prebendarismo colectivo. Prestos estamos para poner de pie al país.
La enseñanza en los colegios debe ser eficiente. La educación mediocre
limita la mentalidad de los estudiantes.
La salud necesita volver a sus orígenes: la prevención. En muchos
parajes del Paraguay ni siquiera existen puestos de salud. Muchísimos niños
de las zonas marginales de Asunción y de lugares aislados del país
sufren de parasitosis intestinal. La conciencia de la medicina paraguaya
debe estar a la altura de la salud eficiente y gratuita que el Gobierno
garantiza a todos los compatriotas.
Hace tiempo, cuando cursaba los estudios primarios, en mi pueblito de
Villeta, cantaba en el patio –diariamente– junto a los demás alumnos
del colegio “Carlos Antonio López”, el Himno Nacional. Así lloviera.
Así cayera una llovizna impertinente. Así el viento sur, con
probabilidades de resfrío, pintara un cardenal en la mejilla.
En los días patrios, los estudiantes llevábamos la escarapela en los
uniformes. Conclusión: Cuánto patriotismo prendía en nuestros
sentimientos, marcando, al mismo tiempo, el sentido de la disciplina
escolar en nuestro comportamiento.
Los escolares deberían volver a entonar el Himno Nacional diariamente. La
patria no es algo abstracto, sino un conjunto de valores y conocimientos
que se deben volver a poner en uso.
El sentido de la denuncia necesita desarrollarse en la conducta colectiva.
Basta de mirar con indiferencia los caños rotos y las lámparas del
alumbrando público prendidas en pleno día. Llamemos a la Essap y a la
ANDE reclamando un servicio eficiente.
Vivimos para presenciar la derrota del Partido Colorado.
Ahora, los que celebramos la caída del coloradismo, deberíamos vivir, si
es posible, para reconstruir el país. Y el trabajo que nos espera es un
desafío a nuestra inteligencia, nuestra perseverancia, y nuestro
patriotismo.
¡Manos a la obra! |