Sesenta años rojos
Delfina Acosta

Sesenta años de coloradismo es demasiado. Con el siniestro Higinio Morínigo, empezó en el Paraguay una época marcada por la violencia y la tiranía. La revolución del ’47 fue una revolución de ensañamientos, de vilezas dignas del infierno, de crueldades y de persecuciones.

Fueron despellejados miles de inocentes. La delación se hizo moneda corriente. Las familias caían en el desmembramiento. El infortunio era el pan de cada día. El coloradismo en el poder mandó al exilio a intelectuales, pensadores y escritores como Augusto Roa Bastos, Rubén Bareiro Saguier, Armando Almada Roche, José Asunción Flores, Oscar Creyd, Elvio Romero y otros. El Partido Colorado necesitaba de los mediocres, de los chatos de mente y de los chupamedias para perpetuarse. ¿De qué puede jactarse el “glorioso Partido Colorado” con estos antecedentes? En las escuelas y en los colegios de Asunción y del interior del país, los maestros deberían enseñar la historia real del coloradismo a los alumnos. Muchos chicos no saben nada del oscuro período que sufrió nuestro pueblo. Los hombres del Partido Colorado en el poder arrancaron de cuajo cualquier intento de vuelo, de libre respiración, de canto a la libertad, al patriotismo y a los ideales. ¿De qué puede jactarse el “glorioso Partido Colorado” con estos antecedentes? Se dio el éxodo masivo de artistas que terminaron con sus valijas y con sus huesos, en la mayoría de los casos, en la Argentina. Cierto es que el exilio benefició a los escritores, intelectuales y artistas paraguayos, pues en un ambiente eminentemente culto (me refiero a la atmósfera de un Buenos Aires abierto al ir y venir de las corrientes artísticas) pudieron depurar sus ideas y tomar mejores apuntes de la realidad literaria y del arte. Sin embargo, cómo la lejanía y la distancia devoraron a nuestros exiliados, quienes elaboraban con obsesión la teoría del retorno. Hérib Campos Cervera anhelaba, lejos de la patria, un puñado de tierra. Solamente eso: un puñado de tierra. Pero murió en el exilio, con su poesía en el semblante y la nostalgia picoteando sus entrañas. De Higinio Morínigo pasamos a Stroessner. Tuvimos que tragarnos más de treinta años de botas militares y autoritarismo. El nombre de Pablo Neruda fue espantado por él. Las obras del poeta comunista no debían estar en los estantes de las bibliotecas públicas. Miles de compatriotas conocieron el destierro con la presencia del dictador en el sillón presidencial. Y conocieron las cárceles. Y sufrieron las torturas en el Departamento de Investigaciones. En fin, todo cuanto vengo diciendo es cosa demasiado sabida, pero, quién sabe, a lo mejor es materia desconocida para algunos estudiantes de estos tiempos que nos toca vivir. ¿De qué puede jactarse el “glorioso Partido Colorado” con estos antecedentes? ¿Qué tenemos ahora? Pues fíjese, lector: prebendarismo, justicia sometida a los intereses de los jerarcas, impunidad absoluta, éxodo histórico, nivel de vida miserable, carencia de fuentes laborales para la juventud, y una educación que, según las estadísticas, es una de las más bajas del mundo. Se sabe que la educación es el primer mandamiento de un pueblo. Los jóvenes bien educados pueden pensar con holgura y dar un servicio intelectual, artístico y cultural solvente a la sociedad. Estando como estamos, ellos se nos van alienando; la mediocridad les habla malas cosas a los oídos. Mientras tanto, los colorados en el poder, siguen con sus discursos y con sus promesas buscando la reelección. Y el pueblo, idiotizado, sigue que te sigue, tal parece, creyendo en las promesas y tomando en serio los floridos discursos. ¿De qué puede jactarse el “glorioso Partido Colorado” con este presente? Mandemos a los colorados a retiro.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 17 de Diciembre de 2007

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