Según
pasan los días, los meses y los años, algunas palabras que tenían
mucho uso en nuestra comunicación diaria, tiempo atrás, se van
quedando (ahora) colgadas de unas perchas viejas dentro de un ropero
desocupado y húmedo.
Me viene a la memoria la palabra “pretendiente”.
Así por ejemplo, se decía, en conversación de chicas que tenían la
cabeza ocupada por las abejas de los amores y los desamores, algo así:
“Oscar es el pretendiente oficial de María.
Hace rato que afilan. Parece que se van a casar”.
Pretendiente era el “festejante”, el enamorado.
“Afilar” significaba estar de novios, o casi novios, encontrarse
en un algún sitio del pueblo para decirse esas cosas dulzonas que se
dicen los enamorados y que tan bien hacen al corazón, porque la
verdad sea dicha, el amor levanta el ánimo y pone un momento de
belleza, de inspiración en el rostro de las jovencitas.
Hoy se habla de “amigovios”.
Las mujeres de mi tiempo (aclaro que tengo cincuenta y dos años),
formando un pequeño grupo en la casa de alguna amiga, solíamos
hablar sobre las ropas que usaríamos en el “coctel”, el día sábado.
Usted querrá saber qué venía a significar entonces la palabra
coctel, relacionada –directamente– con una combinación de tragos.
Pues bien, coctel significaba para los bailarines de mi época, lo que
vendría a ser hoy día un bailecito de rutina.
Los cocteles no necesitaban de un discjokey, pues las jóvenes bailábamos
según como iban girando los enormes discos de vinilo.
Nos resultaba tentadora la idea de usar un vestido sin “enagua” o
sin “viso”.
Estas dos últimas palabras han pasado definitivamente de moda y solo
están presentes en el lenguaje de las modistas de edad.
Por otra parte, hoy las chicas visten muy a gusto con el cuerpo, que
cuanto más a la vista está, más sensual y atractivo es.
A las chicas de mi generación no les tocó lucir el “peinado
globo”; teníamos preferencia, a la hora de embellecernos, de darle
cierta forma rebelde a nuestros “jopos”.
Jopo, traducido al cristiano, es flequillo.
De repente, las palabras, con su naturaleza camaleónica, nos colocan
a los jovatos ante términos nuevos, que no nos hacen comprender, a
veces, la real dimensión social de los tiempos que vivimos.
Algún periodista de la farándula dice en la televisión o en la
radio, que las chicas hot están muy fuertes.
Y nosotras, las de la generación ya polvorienta, nos quedamos un
tanto discriminadas por este nuevo término.
Se dice ahora así: vino corriendo como un caballo cuando se enteró
de la noticia.
Antes nos expresábamos de la siguiente manera: Me fui corriendo como
un bólido cuando me enteré de que mi novio estaba con otra chica,
besándose.
En fin, esta columna tiene la sencilla intención de rescatar aquellas
palabras que formaban parte de la comunicación que animaba nuestras
charlas allá por la década del 70.
Me mueve el interés, no sé por qué, de aprender las cosas que dicen
los chicos de hoy. Pero enseguida me mareo.
No acabo de entender las abreviaciones, las contracciones gramaticales
como: “¿Qué hacés bolú?”.
No me amoldaré a las palabras de hoy. Lo siento.
Pensar nomás que decía, a cualquier amiga aparecida en la esquina:
“Carlos quiere afilar conmigo. Es tan buen mozo... y besa tan
bien”.