Recordando a Rubén Darío
Delfina Acosta

Rubén Darío nació en Nicaragua en 1867. Falleció en 1916. Estamos a ochenta años de su partida. Fue el creador del Modernismo, que tuvo definitiva influencia en las obras de los poetas hispanoamericanos. Nuestro vate Manuel Ortiz Guerrero bebió de las fuentes del Modernismo. Toda la obra rubendariana nos habla de la condensación elevada de un incomparable talento verbal. En sus palabras poéticas se conjugaron armoniosamente colores, técnicas, musicalidad, ideas.

Nadie como él tan grande, ni tan expuesto a las interpretaciones dispares de los colegas de su época. El Responso a Verlaine es el súmmum, la perfección y la altura impensada del arte. “Es que es tan cansador leer hoy día a Rubén Darío; además ya pasó de moda”, suelen decir algunos jóvenes paraguayos que se inician en la escritura, desconociendo que en la obra del vate nicaragüense puede encontrarse lo más íntimo y los más externo de una poesía.

Además, no se puede llegar al conocimiento de la palabra por excelencia sin haber leído a los clásicos y genios como Rubén Darío. Una de sus obras recibe el nombre de Azul. Su primer libro de poemas, aparecido en 1885, se llama Epístolas y poemas. El hombre que estaba detrás de la fama y de la gloria sufría de continuos agotamientos nerviosos, y solía ir a buscar un poco de paz para su espíritu en España. Vivió en una extrema pobreza, que contrastaba con aquellos palacios de sus poemas. De una extracción social pobre, Rubén no conoció riquezas, sino fama. Y su fama vivía separada del éxito como siempre ocurre cuando se revoluciona, se impone un cambio rotundo, definitivo, en los versos.

MARGARITA
In Memorian

¿Recuerdas que querías ser una Margarita
Gautier? Fijo en mi mente tu extraño rostro está,
cuando cenamos juntos, en la primera cita,
en una noche alegre que nunca volverá.
Tus labios escarlatas de púrpura maldita
sorbían el champaña del fino baccarat;
tus dedos deshojaban la blanca margarita,
“Sí...no...sí...no...” ¡ y sabías que te adoraba ya!
Después ¡oh flor de histeria! llorabas y reías;
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas, tus fragancias, tus quejas eran mías.
Y en una tarde triste de los más dulces días,
la Muerte, la celosa, por ver si me querías,
¡como a una margarita de amor te deshojó!

Rubén Darío

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Domingo 31 de Diciembre de 2006

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