Opinión |
Paraguay extremo |
A
ver si nos entendemos. El país está que apenas puede caminar, porque la
desnutrición le ha llegado a los huesos. Los momentos de dignidad social
son pocos, raros, y cuando se dan, los festejamos con los brazos abiertos
bajo el sol. Supone una gran desilusión pasar los días en blanco, en
permanente postergación, en silenciosa oscuridad. Es una pena decirlo: en este suelo donde los días suelen ser soleados, casi siempre, nuestra tristeza se reaviva, a menudo, por culpa de la mala acción de los hombres. En tales condiciones a nadie resulta fácil sobrellevar los meses y los años, que se presentan ásperos, pues el ánimo se va curtiendo. La única medicina que hoy funciona es la idea del cambio. Está
instalada en la conciencia de los paraguayos, la idea, la esperanza de que
este Gobierno (al que se lo puede impugnar por sus permanentes y sistemáticos
robos al pueblo) sea enviado a un escenario lejano, al otro lado del mar,
a un sitio geográfico donde terminan sus días los hombres ambiciosos. Necesitamos
tomar conciencia de que no debemos habituarnos a una existencia miserable.
Yo, particularmente, no acepto este estado de parálisis general que vive
nuestro país. No
cabe en mi mente un solo renglón de los discursos oficialistas. Cierta
cosa en mí (supongo que es un cachito de inteligencia) me lleva a
rechazar este Gobierno que está succionando diariamente la sangre del
pueblo. ¿Cómo puede salvar al Paraguay de su desarticulación política,
social y económica, el oficialismo, si los oficialistas están al margen
de la razón, del patriotismo, de la mesura, de la honradez y de la
decencia? |
Delfina
Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Lunes 16 de julio de 2007
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