Un poemario de marcado valor lírico ha escrito hace un tiempo ya Egidio Bernardier. Y otros más, que son de mucha fluidez.
Su poesía es
de las que
se instalan
en el gusto
de los
lectores
porque
la sencillez
es el trazo
firme que la
define.
Hay poetas
que aventan
sus versos
sin haberlos
sentido en
el momento
de
su concepción
como hijos
de su carne,
de sus
sentimientos
y de su
razonamiento.
Por esa
razón,
quizás,
abundan y
sobreabundan
algunos
poemas que
son
el reflejo
de las
palabras
colgadas del
azar, del
correr
presuroso de
las teclas.
Reconforta a
los lectores
de estos
tiempos
hallarse
frente a
versos que
no practican
excesos de
verborragia,
que no van
ya en busca
de caminos
que
no llevan a
ninguna
parte, salvo
al vacío. Y
el vacío
suele ser
"peligroso" por
cierto.
La danza del
verano, que
así se llama
el libro del
autor nacido
en
Villarrica
(Paraguay),
no tiene
demasiadas
pretensiones.
Lo mueven el
amor, la
fuerza de un
lirismo
genuino y
unas cuantas
brasas que
arden en
el corazón
enamorado.
El verano
con sus
colores, su
promesa de
fogosidad,
su tiempo
estival,
se instala
en sus
versos. Y
ellos nos
llegan con
la firmeza
de una
temática bien
recorrida,
pues este
poeta sabe
escribir,
ciertamente,
poesías.
Escribe un
juicio
crítico
sobre su
obra nuestro
recordado
vate
José-Luis Appleyard:
"Búsqueda
constante en
la gran
aventura de
la palabra,
la poesía de
Bernardier
trasciende
sin
dificultades
el mero
juego de los
vocablos y
se introduce
en el mundo
de su propia
experiencia
para
dialogar
consigo
mismo. Huye
así del
artificio
para hacer
un arte
digno y
responsable.
Tal, en
síntesis, su
obra". Pues
bien, en
torno a su
arte digno,
su coloquio
interior, su
único afán
de llegar
al alma del
hombre sin
vanos
rodeos, sin
gastar más
de lo debido
y
permitido la
palabra, la
pobre
palabra que
en la pluma
de ciertos
poetas cae,
quisiera
agregar que
el autor de
La danza del
verano es
un poeta
pleno.
No hacen
maridaje con
su
entendimiento
las cáscaras
de los
poemas.
La
esencia del
lenguaje es
cuanto
define su
obra
sencilla.
Y así nos
dice, nos
canta: