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Pablo Neruda
El lado peligroso de la poesía

Delfina Acosta

La vida del poeta chileno Pablo Neruda fue recogida, en todo su esplendor, por él mismo, en su obra Confieso que he vivido. La obra de marras tuvo una aparición póstuma. Las muchas crónicas, los abundantes libros y ensayos que sobre el autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada se han escrito, siguen el itinerario poético del poeta, pero no entran, obviamente, en la sangre y la sal tormentosas de aquella existencia marcada por grandes pasiones amorosas, por dolorosos exilios, y por una entrega total a la causa comunista, como Pablo Neruda nos narra en Confieso que he vivido.

Nacido en Parral, en 1904, su padre lo inscribió en el registro civil con el nombre de Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basualdo. Su primer poemario, Crepusculario, lleva el nombre de Pablo Neruda.

Ese libro, y el que le sigue, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, causaron asombro y admiración, al mismo tiempo, en los lectores, en los críticos y en los poetas. Forzada tarea se le hizo, después, a las generaciones posteriores, no dejarse influenciar en sus poesías por el autor. Los que pudieron, a través de austeras revisiones de sus propias obras poéticas, no dejarse arrastrar por el poderoso canto amoroso de Pablo Neruda fueron, ciertamente, pocos. Se hizo tan común escuchar esta frase: “La poesía de fulano es muy nerudiana”.

Después de la aparición de los dos primeros libros capitales del vate chileno, se impuso el estilo nerudiano. Ese estilo ha ahogado, sin lugar a dudas, muchos talentos, pues en esto de escribir y de ganar autoridad poética, debe prevalecer -siempre- la voz propia. Un gran poeta de Chile, Vicente Huidobro, “trabó enemistad” con Neruda. Siendo ambos contemporáneos, no encontraban otro punto en común que no fuera la rivalidad, acentuada en Huidobro. Vaya este apunte como ejemplo de lo difícil que suele ser la amistad entre los escritores.

VERSOS DEVORADORES

Los poetas que entienden el oficio de la escritura, también entienden que es imposible no dejarse influenciar, aunque sea mínimamente, por los grandes autores de la poesía universal. De hecho, un poemario es la suma de varias voces. Mas el autor debe mantener una particular voz, un especial acento, el suyo.

Pablo Neruda le lee algunos versos suyos a Federico García Lorca, su amigo, en cierta ocasión. El vate granadino le interrumpe con estas palabras: “No sigas, no sigas, porque me influencias”.

¿Cómo escapar de estos devoradores versos de amor de Pablo: “Te recuerdo como eras en el último otoño. / Eras la boina gris y el corazón en calma. /En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo. / Y las hojas caían en el agua de tu alma./ En 1927 empieza para Neruda la experiencia de los viajes. Ocupó cargos diplomáticos en Ceilán, Madrid, París, México, China y Birmania.

La totalidad de sus obras publicadas es muy amplia, pero se destacan nítidamente: Crepusculario, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Residencia en la tierra, Canto general, Memorial de Isla Negra. Aquel libro suyo, Los versos del capitán, apareció con seudónimo, pues Pablo Neruda lo había dedicado a su compañera de amor y de causa: Matilde Urrutia. Hermosos poemas encierran el texto. Temiendo herir la sensibilidad de su esposa, Delia del Carril (La hormiguita), el autor no quiso asumir la paternidad del poemario. Sólo después de que vino el divorcio, Neruda dio la cara por Los versos del capitán. Los versos de ese texto, maravillosos a la simple vista, y cargados de lirismo, causan en el ánimo de quien los lee, un todo de angustia, de nostalgia, de hechizo y de poesía auténtica. Cuidado, cuidado... Quien lea esos versos, debe plantearse, quizás, el peligro que corre de caer bajo su influencia.

 

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Domingo 18 de Marzo de 2007

ABC COLOR

 

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