Me queda la palabra |
Si uno se callara en este país que está inmerso en el robo a gran escala, si uno se tapiara la boca, los políticos que están en el Gobierno y sus alrededores seguirán comiendo al pueblo, como si este fuera un plato servido de bife con huevos revueltos. ¿Por qué los periodistas abrimos la boca, mal que les pese a muchos o a algunos políticos? Pues porque si nosotros, que hacemos la función del parlante, no damos a conocer la mentira diaria con que este Gobierno pretende mantenerse en su asiento, ¿quiénes hablarán por aquellas mujeres pálidas y por aquellos niños enclenques que se rebuscan entre las basuras para sobrevivir? Miedo
deberíamos tener los periodistas de quedarnos mudos. Con
la rosca mafiosa a su favor, ¿qué favores puede hacer Blanca Ovelar al
pueblo paraguayo? Eso me pregunto yo. Y eso les pregunto a los lectores,
que son, por supuesto, electores. El
pueblo quiere unidad social, pan en la mesa, una cama limpia y de buen
olor. Me cuesta pensar en el silencio. No puedo ser cómplice de otra sangría que se ve venir si Blanca Ovelar llega a la presidencia del Paraguay. Y aquí estoy, como el grillo de la medianoche en la habitación, estorbando –seguramente– a muchos, pero cayendo en gracia a quienes están haciendo oposición en serio. Dios y el diablo me libren de tener miedo. Dios libre de tener miedo a quienes tienen la gran oportunidad de denunciar la diaria delincuencia de quienes devoran a la patria. |
Delfina
Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 31 de marzo de 2008
Ir a índice de América |
Ir a índice de Acosta, Delfina |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |