No
fue precisamente la traducción del libro al idioma alemán lo que le costó
a Martín Lutero ser excomulgado, sino el hecho de haber desafiado
–abiertamente– a la Iglesia católica. Un monje dominico, Tetzel,
predicador de las indulgencias, deja mal a la Iglesia, en 1517. Grandes
cobranzas percibía la Iglesia católica a través de la “compra” de
las almas recluidas en el purgatorio por medio de las indulgencias. Esas
sumas de dinero eran invertidas, en parte, en la construcción de la basílica
de San Pedro.
Ofendido por la manipulación de los bienes materiales en asuntos
espirituales, Martín Lutero escribió sus noventa y cinco tesis, clavándolas
(dicen) en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg.
Pero demos un salto brusco. Vamos a otras prohibiciones, a otros libros
que eran considerados por sus críticos como atentados contra la moral y
las sanas costumbres.
El poeta censurado
Algunos poemas de Las flores del mal, del poeta francés Charles
Baudelaire, fueron motivo de críticas escandalosas. El 25 de junio de
1857 salió a la venta la primera edición de Las flores del mal que causó
sensación en el mundo literario.
Un artículo insidioso de Le Figaro denunció la obra por inmoral, y en
agosto se procesó al autor y al editor en un sensacional juicio del
Tribunal Correccional, que condenó a que fueran excluidos seis poemas del
mismo. Victor Hugo felicitó al autor de Las flores del mal por su obra,
desde su destierro de Guernesey.
Cierto es que los versos de Baudelaire blasfeman, pero blasfeman
bellamente, y contra esto no se puede tomar resolución contraria, pues la
belleza está por sobre todas las normas. La mediocridad sí debería ser
condenada en el vientre mismo del libro.
Una novela, por demás divertida y llena de canales eróticos, es Lolita,
escrita por el novelista ruso Vladimir Nabokov (1899–1977). Trata sobre
la relación amorosa entre una niña de doce años y un hombre mayor de
cuarenta. La obra de marras fue publicada en el año 1955, en París,
motivando reacciones y comentarios como “inmoral, perversa, lujuriosa,
etc, etc.”, en Francia y en Inglaterra.
La novela, censurada, y después aprobada, fue llevada además al cine.
Tiene mucho que ver, por cierto, con el sexo, con los arrebatos románticos,
con las huidas de las mujeres que dejan a sus maridos flácidos; el éxito
de muchas novelas que repiten –casi invariablemente– estos dos actos:
a) reprimenda de los críticos b) calurosa aceptación por parte de los
lectores. Por ejemplo cito a El amante de Lady Chatterley. Escrita por D.H.
Lawrence, la novela cuenta la existencia de una mujer que encuentra la
plenitud amorosa y sexual en brazos de un leñador, ante la incapacidad de
su marido por hacerla feliz.
Provocó el libro indignación. Cierto es que no hacía más que poner al
descubierto la moralina hipócrita de una sociedad, pero en la fecha de su
publicación, en 1928, El amante de Lady Chatterley fue objeto de todo
tipo de censuras. El hecho de ser un gran aporte artístico a la
literatura del siglo XX le perdonó la vida, como se dice.
Dicen que hay muchos libros que fueron y siguen siendo prohibidos porque
su lectura lleva a la locura a quienes lo leyeron. Puede tratarse de
aquellos libros en los que el escritor aborda los grandes enigmas de la
mente, tal vez.
Pero hay muchos libros que fueron censurados por ser considerados
peligrosos para determinados gobiernos. ¿Quién, en un país totalitario,
no despertó sospechas por haber leído El Capital, de Carlos Marx? Y cito
sólo este título, pues si no, me iría en una lista excesivamente larga.
El mismo Sigmund Freud, sufrió en carne propia la persecución, por el
hecho de ser judío e investigador eminente.
Sus libros y los libros de otros colegas suyos, fueron quemados por los
nazis, en Berlín.
El totalitarismo es la misma peste. |