El
Nuevo Testamento ha servido, a través de su lectura, para transformar
vidas magulladas por el dolor. El pensamiento cristiano se instaló en la
mente, y también en las almas de las gentes.
El cristianismo tomó su lado más grotesco cuando llegó el tiempo de la
Inquisición, y muchos infelices, acusados de herejes, eran condenados a
sufrir tormentos físicos y morir en la hoguera.
La transformación del alma es algo subjetivo, y sobre eso, pensándome
prudente, no me atrevo a hablar. Sí puedo decir que, amparados en la
religión cristiana, los pueblos de América han tratado de observar
costumbres que, al menos en su contextura escrita, buscan dar una vida
digna al individuo.
Cuántos religiosos, cuántos hombres de la Iglesia Católica se han
rebelado contra las torturas y los vejámenes cometidos por los gobiernos
totalitaristas en América Latina.
La Cabaña del Tío Tom
Hay un libro, La Cabaña del Tío Tom, escrito por la autora Enriqueta
Beecher Stowe, que contribuyó -grandemente- a desencadenar una guerra
civil que ya se veía venir entre los pobladores del norte y del sur de
los Estados Unidos. La escritora iba publicando su novela, por entregas, a
un periódico abolicionista. Esas entregas causaron una impresión
prudente en los lectores, pero la publicación del libro, en el año 1852,
despertó la conciencia del pueblo norteamericano. Se vendieron 50.000
ejemplares. Se desató la guerra entre los norteños y sureños que duró
tres años. Al terminar el enfrentamiento, la esclavitud fue suprimida. Ya
no más recolección de sol a sol, y bajo el látigo, de algodones para
los amos insensibles quienes pensaban -incluso- que los negros no tenían
almas. Ya no más grilletes, ni ventas en subastas públicas.
Había dicho Abraham Lincoln, de la autora de La cabaña del tío Tom, que
Enriqueta fue la mujer que ganó la guerra.
El poder de la palabra
El poder de la palabra es infinito. Cuando uno escribe, guiado no
solamente por el intento de denunciar, de poner en el tapete de las
discusiones, aquellos vicios que arruinan la moral y las costumbres del
hombre, cualquiera que sea su nacionalidad y su creencia religiosa, está
justificando el uso de la palabra.
La palabra, que el autor la concibe como un arma de cambio para mejorar el
nivel de vida de la gente, debe ser dicha con firmeza, casi con sentido
religioso, sin faltar a la verdad.
El libro El capital, de Carlos Marx, cambió el destino de muchos países.
Instaló el comunismo, que para mi interpretación, es una doctrina llena
de luces. Pero el lector sabe que la intención del libro sólo tuvo éxito
en la teoría, pues el comunismo desapareció, o, mejor expresado, mostró
que era un pan muy duro.
El hecho de privar de la libertad al hombre es la más enorme tragedia que
se pueda diseñar.
Ahora piense el lector en el grado extremo de tragedia que significa el
secuestro de personas, práctica muy común en nuestros tiempos.
¿Cómo se puede aceptar que se separe a un ser humano de su familia, y se
lo mantenga privado de su libertad, en un lugar solitario, a cambio de
dinero?
Cierto es que el secuestro no tiene nada que ver con el comunismo de
Carlos Marx.
Es preciso que alguien de mentalidad iluminada escriba un libro sobre la
práctica atroz del secuestro para que éste desaparezca de la faz de la
tierra. Sería el libro de los libros.
Hasta la fecha, poco o casi nada han hecho los gobernantes para acabar con
el secuestro. Y debe considerarse que los países del mundo hacen un
llamado ferviente, a través de la prensa, pidiendo por la liberación de
los rehenes de las FARC.
Si la política verbal o activa de los dirigentes de varios países no da
mayores resultados, ¿habrá que aguardar, pues, que alguien escriba una
obra maestra capaz de desatar la bronca de los pueblos contra el
secuestro?
Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, es un libro que
intranquiliza; a través de sus muchas páginas, escritores, periodistas,
sociólogos y simples lectores entiendan cómo se fue gestando el poderío
de los pueblos desarrollados sobre la debilidad de los países de América
Latina.
Escribir un libro
Lo importante de escribir un libro que toca las más sensibles cuerdas de
un pueblo es que se está ayudando al lector a considerar la opción de
rebelarse contra la historia oficial y tomar como causa de lucha, la práctica
de la deforestación, el exterminio de indígenas, el rapto (a través de
la política manipuladora) de los derechos del hombre.
Los versos de Pablo Neruda, quien escribe sobre el minero chileno que va
perdiendo lentamente la vida en un trabajo de explotación, trazaron
pensamientos angustiosos en el hombre del siglo XX.
Cierto es que la poesía social es una herramienta poderosa para muchos
fines.
Pero quiero referirme a la poesía social de altos quilates. Entre los
poetas socialistas que tuvieron gran influencia en muchas generaciones se
encuentran Pablo Neruda, Hérib Campos Cervera, Elvio Romero, César
Vallejo, Rafael Alberti. Y paro de contar.
Arte del Mundo
Hay libros de gusto exquisito, de forma literaria llena de gracia y de
creatividad, que pasan a formar parte de la gran colección de arte del
mundo de habla hispana. Por ejemplo, Fortunata y Jacinta, Don Quijote de
la Mancha, Don Segundo Sombra, etc.
Aun dentro de estos libros, es posible percibir, y con mucha fuerza, una
intención de cambio. Creo que todo escritor escribe, finalmente, porque
quiere cambiar el mundo. Don Cervantes, a través de su personaje Don
Quijote, nos muestra un planeta donde la formulación idealista está
dispuesta a marchar por algún camino.
Quien escribe pensando en su prójimo está ayudando al lector a tomar
conciencia de la sociedad y del individuo. |