Los gobiernos de Bolivia y Paraguay
hicieron que miles de jóvenes perdieran la vida en el territorio
chaqueño, en una confrontación bélica que duró tres años. Dejaron de
existir en el infierno verde tanto paraguayos como bolivianos,
porque las balas impactaron en sus pechos o porque la sed los
devoró. Siempre pensé que no hay nada tan demencial, tan dantesco
como la guerra.
La guerra es el más grave y dramático conflicto sociopolítico que se
da entre los seres humanos. Una guerra se intenta justificar porque
están en juego los intereses económicos, los recursos naturales y el
territorio de un pueblo. Es la guerra la expresión más cruel de la
humanidad. Hubo, hay y habrá guerras en el mundo, lamentablemente.
Los seres humanos, manipulados o forzados por decisiones tomadas por
los gobernantes de turno, se desangran en los campos de batalla,
sintiendo que están sirviendo a un bien común. O a la patria. Miles
de seres inocentes pierden la vida de la manera más absurda e
injusta, mientras que el mundo no para de girar.
Pues bien, sobre episodios que guardan relación con la Guerra del
Chaco, escribió recientemente un libro la doctora en historia y
escritora Margarita Prieto Yegros. El texto se llama Cuentos de la
Guerra del Chaco y fue publicado por la Editorial Servilibro.
Tiene tinte patriótico todo cuanto nos cuenta Prieto Yegros. Cabe
decir que su material literario es una suerte de guía, porque
cuenta, en forma resumida, cómo se dieron los enfrentamientos entre
bolivianos y paraguayos.
Así, partiendo de una suerte de “relatos ilustrativos”, los lectores
nos encontramos con la pregunta de un alumno de sexto grado que se
dirige a su profesor queriendo saber por qué una calle de Asunción
se llama Choferes del Chaco. El profesor responde en estos términos:
“En homenaje a los choferes que durante la Guerra con Bolivia
condujeron los camiones, venciendo al polvo y al barro de los
caminos, para transportar agua y alimentos a los heridos graves”.
Va tramo por tramo avanzando la autora. Nos relata la historia de un
comandante mercenario, del Yvy’a, un tubérculo milagroso que calmó
la sed de 150 paraguayos, de cómo se fundó el famoso fortín
Boquerón. Vale la pena que los estudiantes de estos tiempos sepan
por qué hay celebración patria el 29 de setiembre. Había que dar la
vida por el fortín Boquerón y los cadetes de la Escuela Militar
“Mariscal Francisco Solano López” sufrieron su bautismo de fuego
entonces. Escribe Margarita Prieto Yegros: “El 29 de setiembre,
agotada por la sed y el hambre, la guarnición boliviana decidió
rendirse. El comandante Marzana izó la bandera blanca. Entonces se
escuchó el ‘¡piiiipuuu!’ de los soldados paraguayos festejando el
triunfo”.
Más que recordar simplemente esta fecha, los paraguayos deberíamos
honrar en el más amplio sentido de la palabra a los pocos
sobrevivientes de la Guerra del Chaco. Ellos son los héroes
verdaderos de nuestra sociedad.
Siendo jóvenes partieron al infierno verde para defender a la
patria. Muchos cayeron. Los que volvieron honraron al país y hoy, en
el último tramo de sus existencias, merecen sobradamente el respeto,
el bienestar económico y la recordación gloriosa de parte de la
sociedad.
También los ex combatientes bolivianos son héroes. Se lee en el
libro de la autora: “En 1938, un avión pequeño de la Misión Militar
de Estados Unidos sobrevolaba haciendo un reconocimiento de la
laguna del fortín Yrendagué en el Chaco. De pronto los observadores
vieron, brillando al sol, en el suelo, grandes círculos blancos.
Aterrizaron y vieron que eran los esqueletos de millares de soldados
bolivianos que murieron de sed cuando perdieron la posesión del agua
de ese lugar, en 1934.
“Un médico militar afirmó: —El General que más combatientes mató en
la Guerra del Chaco fue el General Sed.
“En esa trágica y absurda guerra, millares de hombres murieron de
sed. Los sobrevivientes disputaban hasta por los cadáveres para
chupar la sangre y mitigar así la sed. La escasez del agua
enloqueció a más de uno y el suicidio se hizo común”.