La obra de Arte
Delfina Acosta

Al escuchar “La polonesa heroica” del compositor polaco Federico Chopin, nuestro corazón pareciera ensombrecerse o endulzarse, según la predisposición de nuestro estado anímico.

Bajo el influjo de una excelente obra de arte, los artistas entran en la necesidad de revelar las estaciones del alma. Y es así que algunos poetas escriben sonetos (aunque los sonetos ya están pasados de moda para muchos sectores literarios), adecuándose a la tristeza del desencanto que les produce la vida tan áspera, tan fiera para con los desposeídos, quienes esperan su turno de morir mientras van sobreviviendo.


Yo no entiendo, ni entenderé, una obra de arte mientras ella sea solamente la prolongación de circunstancia cultural. La obra de arte debe ser la afirmación de una manera de pensar que marche al compás de la tragedia y de la alegría del hombre.

Aun con la cultura más disciplinada que el resto de los creadores antecesores y contemporáneos, un artista trae escasa luz a la sociedad cuando no tiene genio, o eso que se puede llamar, en términos más o menos dispares, de las siguientes maneras: chispa, talento, brisa de las mañanas, gato azul a la luz nocturna de la luna.

Los mejores escritores son, según mi parecer, aquellos que ya han muerto. Sí, existen algunos, vivos todavía -como Gabriel García Márquez, autor de una gesta literaria: Cien años de soledad-, dignos de crédito.

La obra de arte se hace realidad a través del talento sui géneris y de la fuerza de voluntad que vence el desaire de muchas editoriales empecinadas en publicar tan sólo libros livianos y fáciles, aptos para un público demasiado complaciente.

LOS MISERABLES

El verdadero arte, originariamente, se expresa en formas muy elocuentes, y comienza llamando la atención de unos pocos, al inicio, para finalmente despertar el fervor y la admiración en la gran mayoría de los lectores.

Los miserables, joya de Víctor Hugo, es una historia que nos hace elevar la mirada al cielo, en busca de un ser justo, pues no se puede concebir, desde la expectativa de los sentimientos, tanta injusticia y aberración en el mundo.

Hay escritos que nos permiten tomar posiciones no sólo éticas, sino también políticas. Político es el hombre y, por ende, de opinión mudable.

Luego hay obras de los nuevos tiempos, por allí, que circulan con mucha aparatosidad, pero no llevan dentro de sus páginas aquel mundo, aquella realidad que observamos, por ejemplo, en Crimen y castigo, del novelista ruso Fedor Dostoievski.

Y qué decir, y con qué razones apreciar la fortaleza de su lenguaje, que ha revelado a la ciencia y al estudio de la mente circunstancias y desenlaces de variadas escenas psicológicas.

Un cuadro de Vincent Van Gogh no es lo mismo que el cuadro de cualquier pintor que experimenta con los razonamientos de los mediocres.

EL TEMA

El tema de los cuentos del escritor argentino Julio Cortázar no se acaba nunca. Es cierto que él ya publicó su libro Rayuela y aquellos relatos fantásticos que le valieron la admiración de varias generaciones de cuentistas y novelistas. Su muerte, en 1984, en París, fue su firma y su rúbrica a la vez. Pero su concepción del humor y de la existencia sigue prolongándose en numerosos aprendices de escritores, quienes, en sesiones de lecturas y escrituras colectivas, continúan dando vueltas a “la autopista del sur” o a aquel desdichado personaje que termina acabando con su vida harto de sacar conejos de su boca.

Los libros que no perecen, que siguen vigentes porque la conciencia humana necesita de ellos, que marcan el Norte tantas veces extraviado en el escenario del mundo, son los libros que el escritor, deseoso de trascender, debe leer.

Con la misma pasión con que el poeta escribe para sacarse de encima sus demonios, o para enfrentar de una vez por todas los misterios de su estado anímico, con esa misma pasión, el vate busca la lectura de textos (de todos los tiempos ) que lo conmuevan y movilicen en él la capacidad de operar en los difíciles caminos de la creación artística.

Quienes pretenden leer solamente libros de autoayuda, o sagas de escritoras que naufragan en la superficialidad de un lenguaje que no dice casi nada, escriben, de hecho, valiéndose de cualquier muleta que les viene a la mente para ir llenando las páginas en blanco.

Desear la excelencia en la literatura es una especie de religión para los escritores. Y han de saber, ellos (los escritores ), que la literatura es un destino, un horario, una disciplina, una conjunción de amigos y confianza epistolar tomada con poetas y escritores que viven al otro lado del mundo.

RESEÑA BIOGRÁFICA DE SAN JUAN DE LA CRUZ: Español (1542 - 1591). Llamado Juan de Yepes; nació en Ávila. A los diecinueve años se hizo novicio carmelita. Conoció a Santa Teresa y con ella emprendió la reforma de la orden carmelitana, lo que le causó una prisión de nueve meses. Finalmente, triunfa. Se divide la orden en dos ramas y Juan ocupa cargos en una de ellas. Es destinado a América, y cuando se preparaba para el viaje, muere en Úbeda, en 1591. Canonizado en 1726, doctor de la Iglesia, gran poeta, excelso místico. Obras: Subida al Monte Carmelo, Noche Obscura, Cántico Espiritual.

         Canción

San Juan de la Cruz (español)
En una noche escura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí, sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.


A escuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a escuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.


En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba,
más cierta que la luz del mediodía,
a donde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste,
oh noche amable más que la alborada
oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme, y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 29 de junio de 2008

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