Yo no entiendo, ni entenderé, una obra de arte mientras ella sea
solamente la prolongación de circunstancia cultural. La obra de arte debe
ser la afirmación de una manera de pensar que marche al compás de la
tragedia y de la alegría del hombre.
Aun con la cultura más disciplinada que el resto de los creadores
antecesores y contemporáneos, un artista trae escasa luz a la sociedad
cuando no tiene genio, o eso que se puede llamar, en términos más o
menos dispares, de las siguientes maneras: chispa, talento, brisa de las
mañanas, gato azul a la luz nocturna de la luna.
Los mejores escritores son, según mi parecer, aquellos que ya han muerto.
Sí, existen algunos, vivos todavía -como Gabriel García Márquez, autor
de una gesta literaria: Cien años de soledad-, dignos de crédito.
La obra de arte se hace realidad a través del talento sui géneris y de
la fuerza de voluntad que vence el desaire de muchas editoriales
empecinadas en publicar tan sólo libros livianos y fáciles, aptos para
un público demasiado complaciente.
LOS MISERABLES
El verdadero arte, originariamente, se expresa en formas muy elocuentes, y
comienza llamando la atención de unos pocos, al inicio, para finalmente
despertar el fervor y la admiración en la gran mayoría de los lectores.
Los miserables, joya de Víctor Hugo, es una historia que nos hace elevar
la mirada al cielo, en busca de un ser justo, pues no se puede concebir,
desde la expectativa de los sentimientos, tanta injusticia y aberración
en el mundo.
Hay escritos que nos permiten tomar posiciones no sólo éticas, sino
también políticas. Político es el hombre y, por ende, de opinión
mudable.
Luego hay obras de los nuevos tiempos, por allí, que circulan con mucha
aparatosidad, pero no llevan dentro de sus páginas aquel mundo, aquella
realidad que observamos, por ejemplo, en Crimen y castigo, del novelista
ruso Fedor Dostoievski.
Y qué decir, y con qué razones apreciar la fortaleza de su lenguaje, que
ha revelado a la ciencia y al estudio de la mente circunstancias y
desenlaces de variadas escenas psicológicas.
Un cuadro de Vincent Van Gogh no es lo mismo que el cuadro de cualquier
pintor que experimenta con los razonamientos de los mediocres.
EL TEMA
El tema de los cuentos del escritor argentino Julio Cortázar no se acaba
nunca. Es cierto que él ya publicó su libro Rayuela y aquellos relatos
fantásticos que le valieron la admiración de varias generaciones de
cuentistas y novelistas. Su muerte, en 1984, en París, fue su firma y su
rúbrica a la vez. Pero su concepción del humor y de la existencia sigue
prolongándose en numerosos aprendices de escritores, quienes, en sesiones
de lecturas y escrituras colectivas, continúan dando vueltas a “la
autopista del sur” o a aquel desdichado personaje que termina acabando
con su vida harto de sacar conejos de su boca.
Los libros que no perecen, que siguen vigentes porque la conciencia humana
necesita de ellos, que marcan el Norte tantas veces extraviado en el
escenario del mundo, son los libros que el escritor, deseoso de
trascender, debe leer.
Con la misma pasión con que el poeta escribe para sacarse de encima sus
demonios, o para enfrentar de una vez por todas los misterios de su estado
anímico, con esa misma pasión, el vate busca la lectura de textos (de
todos los tiempos ) que lo conmuevan y movilicen en él la capacidad de
operar en los difíciles caminos de la creación artística.
Quienes pretenden leer solamente libros de autoayuda, o sagas de
escritoras que naufragan en la superficialidad de un lenguaje que no dice
casi nada, escriben, de hecho, valiéndose de cualquier muleta que les
viene a la mente para ir llenando las páginas en blanco.
Desear la excelencia en la literatura es una especie de religión para los
escritores. Y han de saber, ellos (los escritores ), que la literatura es
un destino, un horario, una disciplina, una conjunción de amigos y
confianza epistolar tomada con poetas y escritores que viven al otro lado
del mundo.
RESEÑA BIOGRÁFICA DE SAN JUAN DE LA CRUZ: Español (1542 - 1591).
Llamado Juan de Yepes; nació en Ávila. A los diecinueve años se hizo
novicio carmelita. Conoció a Santa Teresa y con ella emprendió la
reforma de la orden carmelitana, lo que le causó una prisión de nueve
meses. Finalmente, triunfa. Se divide la orden en dos ramas y Juan ocupa
cargos en una de ellas. Es destinado a América, y cuando se preparaba
para el viaje, muere en Úbeda, en 1591. Canonizado en 1726, doctor de la
Iglesia, gran poeta, excelso místico. Obras: Subida al Monte Carmelo,
Noche Obscura, Cántico Espiritual.
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