Gogol
era un gran melancólico.
Fue
un escritor ucraniano nacido en Soróchintsi el 1 de abril de 1809 y
fallecido el 4 de marzo de 1852 en Moscú. Se cumplen, pues, doscientos años
de su nacimiento.
En
vida no encontró la fama buscada. Los biógrafos y los estudiosos dicen
que era una persona de carácter difícil e inquieto.
Su
vida privada estaba marcada por los compases de una economía llena de
problemas y frustraciones. Tendía a alejarse de la sociedad; era
hipocondriaco, mas sus escritos, llenos de esplendores de la mente,
marcaron un nuevo panorama dentro de la literatura rusa.
Su estilo tiene un fuerte contenido crítico contra la sociedad. Todo es
posible en el mundo literario de Nikolái Gogol, quien escribió una obra
por demás original y llena de expectativas espirituales Las almas muertas
(1842). Como esta novela transcurre entre los pasadizos de la ultratumba
después de la muerte, y viéndose el autor cerca de ella, quemó la
segunda parte de las almas muertas, si bien algunos capítulos y páginas
fueron rescatados.
ATAQUES DE MELANCOLÍA
Otra obra suya es su comedia El Inspector (1836).
Los “ataques de melancolía” (a diferencia de hoy, la palabra
“melancolía” remitía, en el siglo XVII, a un estado patológico
cercano a la locura) suelen darse en las personas de extrema sensibilidad,
causando en el organismo estragos.
Rubén Darío, el poeta nicaragüense que admiraba al escritor y poeta
Edgar Allan Poe, escribió los versos finales de su poema emblemático
diciendo: “¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?”.
Rubén Darío pasaba períodos —cada vez más— extensos bebiendo
alcohol. Era su destino el alcoholismo.
Inteligente, el artista generalmente reconoce que una forma de hacer
terapia es escribir, si bien no puede manejar su impulso creativo que toma
rumbos independientes de su enfermedad.
¿Qué enfermedad?
Neurastenia,
histeria, trastorno bipolar, manía, paranoia, monomanía, etc.
Uno de los casos más emblemáticos de escritores torturados es quizás la
novelista inglesa Virginia Woolf. En vida no fue reconocida como una gran
escritora, salvo por algunos amigos y escritores que conformaban su círculo
literario. Eso dicho sea de paso.
Pero vamos al centro de su angustia. Se sentía perseguida; temores
permanentes la asaltaban; temores a los bombardeos y a los asedios que
cercaban la existencia de los ingleses. A pesar de aquella circunstancia
que debilitaba su organismo seguía escribiendo.
Los críticos de su tiempo sabían de sus temores y aguardaban que alguna
vez se le acabaría la paciencia, o el arte de conjugar sus temores con
sus fantasías literarias se hiciera añicos. “No puedo más”, le decía
a su esposo.
La autora de Orlando y La señora Dalloway se metió en el río Hudson. Su
cuerpo fue recuperado de las aguas tres días después.
Edgar Allan Poe, alma sensible, demasiado sensible, recurría al alcohol y
a la morfina para superar los desgarramientos que le producía su
acentuada enfermedad mental. Esa misma mente alucinada habría de dar
forma a uno de los poemas más bellos que la literatura de nuestros
tiempos conoce: “El cuervo”.
Sylvia Plath, que según su esposo gozaba de poderes extraordinarios para
comunicarse con seres de otras dimensiones, fue una de las poetisas que
mayor influencia ejerció en las generaciones de poetas norteamericanos.
Nació en Boston el 27 de octubre de 1932. Puede decirse que era un
prodigio literario, pues siendo todavía niña publicó su primer poema.
Sus versos expresan, muchas veces, una psicopatología literaria.
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