Aquella
gran Rusia zarista, representada en las escenas literarias donde conviven
los distintos personajes de un pueblo azotado por la guerra, encontró en
La guerra y la paz, la obra que la historia le reclamaba. El libro de León
Tolstoi es un enorme palacio en permanente edificación.
No menos importante fue su novela Ana Karenina (1873-1877), que se mete en
las costumbres, en el modo de vida de la sociedad rusa y que revela un
elevado valor literario.
“Los mejores del mundo”, dijo Gabriela
Leyendo Confieso que he vivido, del autor de Veinte poemas de amor y una
canción desesperada, me he enterado de que la poetisa chilena Gabriela
Mistral le había comentado a Pablo Neruda que los escritores rusos eran
–definitivamente– los mejores del mundo. A mí, particularmente, me
suenan a verdad las palabras de Gabriela Mistral. Mi razonamiento sobre el
tema es simple; por cierto: hago comparaciones de la novelística rusa con
la novelística de otros países y tomo partido por los rusos, tan hábiles
en la descripción de ambientes y de situaciones, y tan creativos, tan artísticos
(y esto es lo fundamental) a la hora de echar a amar, de hacer felices o
infelices a los personajes de sus novelas.
Pero esta apreciación mía quiere tener simple carácter de opinión. En
cuanto a Fedor Dostoievski (1821-1881), aquel hombre que escribía siempre
al filo de la inspiración y de las necesidades económicas, ¿qué puede
decirse sino que dio un gran paso hacia lo infinito al plantear la idea
del hombre dotado del poder y de la libertad para tomar decisiones entre
la vida y la muerte? En su novela Crimen y castigo, Dostoievski refleja el
drama de una conciencia, la de Raskolnikov, que debe lidiar con su
pobreza, para después tomar una resolución extrema. Matar a una avara
anciana usurera para sacarle su dinero, no le parece una idea espantosa a
Raskolnikov, si con ello ha de salvarse de la miseria y ayudar a su
familia que se ahoga en la pobreza.
Como muchos escritores rusos, Fedor Dostoievski conoció el agobio de las
deudas financieras. Debía escribir y escribir para ganarse el pan diario.
Salvado del fusilamiento
El siguiente tramo de su existencia es muy conocido, ciertamente: Unido a
intelectuales que abrían debates sobre la literatura socialista, entonces
prohibidos por la Rusia zarista, fue delatado y llevado posteriormente a
prisión. Se salva del fusilamiento, en el último momento, pero va a
parar con sus huesos en Siberia donde es condenado a hacer trabajos
forzados durante cuatro años. Corría el año 1849.
Esos duros tiempos de hambre y de esclavitud hacen mella en su cuerpo y el
novelista enferma de epilepsia, un mal que lo acompañaría durante toda
su existencia. ¡Qué desgraciada suerte la suya! Observador hasta la médula,
entró en el mundo de lo inconsciente cuando escribió la obra Los
hermanos Karamazov. Aquellos pensamientos cambiantes, rápidos, difusos,
que le sobrevienen a la gente en situaciones extremas o de perturbación
psicológica, hicieron no solamente apasionante la historia de Alexei,
Mitia, Aliocha..., sino que han servido a los investigadores, a los
estudiosos de la conducta de los enfermos mentales, como vía para
acercarse más a los fenómenos de perturbación, de crisis nerviosas, y
de enajenación. Por otra parte, son tan visuales sus novelas.
Uno puede observar nítidamente las escenas: ya las conversaciones, ya los
gestos, las provocaciones, los encuentros, las despedidas. Constituye todo
un símbolo literario el esfuerzo de sus personajes por deshacerse de la
cadena de enfermedad y de pobreza que no terminan por desesperar o
arrancar –sin embargo– sus afanes, pues un indomable espíritu de
supervivencia los levanta, una y otra vez, cuando caen. Dostoievski
escribió, entre sus muchas obras, El jugador. Sepa el lector que en ese
libro está recreada la adicción de Fedor por los juegos de azar, a los
que echaba mano para intentar librarse de la pobreza.
Generalmente, se hacen comparaciones entre los escritores León Tolstoi y
Fedor Dostievski. “¿Cuál te parece mejor?”, le pregunta alguien,
cualquiera, a otra persona. Algunos lectores toman partido por el primero,
argumentando sus razones, y otros opinan que Dostoievski es el mejor,
diciendo lo que creen razonable.
No hay nada más apasionante que escuchar a dos personas de buena formación
literaria entrar en una educada discusión sobre las obras de estos dos
maestros de la literatura rusa.
Los pensamientos
Chéjov (1860- 1904) es un novelista preferido por muchos lectores (y
también escritores, por supuesto). Extraordinariamente voluntarioso, tuvo
que trabajar, estudiar y escribir para ayudar económicamente a su
familia. Había dicho en una oportunidad: “Durante mi infancia, no tuve
infancia”. Su capacidad de captación del razonamiento de la gente lo
lleva a escribir obras en las que los individuos comunes, simples, son
retratados con un agudo poder de observación. El lector puede apreciar
clara, nítidamente, una mente, una conducta determinada, cuando hojea las
obras de Chéjov.
En su obra La estepa van desfilando, marchando, pasando, deteniendo el
paso, corriendo, los pensamientos. No se quedan quietos. No deben
hacerlo, después de todo, pues si se detuvieran, no habría libro. ¿Cómo
es posible escribir de esa manera?, se preguntará quien lee estas líneas.
Pues siendo Antón Pavlovich Chéjov, no puede ser de otro modo y menos en
estos tiempos en que los novelistas han dejado de crear y recrear
estereotipos y tipos.
La época de los grandes novelistas rusos ya pasó. Pero leerlos,
releerlos es encontrar estilos literarios de dimensiones magistrales. En
breve aparecerá una novela, cualquiera, de algún escritor de cualquier
parte del mundo (no sé quién), y será lanzada al mercado con gran pompa
por parte de la editorial que sea. No la leeré. Genios eran los de antes. |