Precisamos
de un sitio donde sentarnos a charlar sobre literatura de otras latitudes,
sobre nuestra realidad literaria, sobre cuanto podríamos hacer para dejar
atrás nuestra condición de élite sin existencia, casi, en las librerías
de los países de Sudamérica y de Europa.
Para lograr tantos objetivos, es imprescindible estar juntos, bajo un
mismo techo. Es urgente profundizar, mediante las charlas, sobre aquello
que hace a nuestra condición de autores éditos en nuestro pueblo, por
cierto, pero inéditos en el resto del mundo.
Tantas obras, tantos buenos propósitos, se quedan en el camino, mientras
deambulamos. Y desde la dispersión no se puede sino perecer - siempre -
en el intento de llevar a buenos puertos los mejores planes.
Los literatos se apasionan durante las conversaciones. Después de la
escritura, al escritor le apetece charlar con sus pares, recordar algún
pasaje del libro del momento, traer a la memoria anécdotas, hacer críticas
en torno al ambiente literario, tomar un café u otra bebida, leer una
nueva obra, etcétera, etcétera.
NOVELES POETAS
Por otra parte, quiero contar una experiencia personal: De cuando en
cuando, vienen llegando junto a mí, noveles poetas, en busca de
conversación y de contactos con los escritores que viven en Asunción.
Yo me pongo en la situación de ese joven vate que llega de un pueblito
lejano de la República, con sus poemas tipeados con una vieja máquina de
escribir, en una carpeta. Al terminar la charla, le digo que siga leyendo
a los clásicos y a los poetas de la nueva generación, que escriba mucho,
que adopte la rutina de la palabra, que busque un guía o maestro, que
investigue, pues la poesía es, entre otras cosas muy fundamentales,
oficio. Oficio y práctica, así como una suerte de religión. Y me quedo
pensando: “Bueno; este chico irá a su valle, y es probable que se
desmoralice; ¿con quién hablará sobre versos?, ¿con quién discutirá?,
¿tendrá ganas de volver de nuevo a la capital, donde tampoco pasa gran
cosa?
Si tuviéramos “La casa del escritor”, distinta sería la cosa. La
casa estaría abierta todos los días a los interesados en la literatura.
Y yo imagino la casa como un sitio grande, con fotografías de los mejores
novelistas, narradores y poetas del Paraguay, colgadas de las paredes.
Yo sueño con una casa que pueda ser visitada por alumnos de los colegios
de la capital y del interior del país, para que ellos tengan acceso a los
libros, a las numerosas obras de los artistas.
BIBLIOTECA VIVA
Es que precisamos una biblioteca viva, llena de sentido patrio y
sentimental. Y también necesitamos un sitio donde puedan estar a la vista
del público los objetos de gente como Elvio Romero, Hérib Campos
Cervera, Augusto Roa Bastos, Helio Vera, Josefina Plá, Oscar Ferreiro,
Hugo Rodríguez- Alcalá, por citar solamente algunos nombres.
A veces, por dispersión, quienes escribimos nos perdemos de vista. Cuando
vayamos a morir, ¿quién recogerá nuestros papeles?, ¿y nuestras
fotografías, donde nos veremos más o menos melancólicos, alegres, o
serios, se quedarán en el encierro de nuestra pobre casa? No. Deberíamos
estar, después de nuestra partida, en un lugar público, para que los
estudiantes tomen registro mental y emotivo de todos quienes intentamos, a
través de la palabra, hacer más digna e ilustrada la existencia de los
paraguayos.
LIBRADO A SU PROPIA SUERTE
Mi idea puede parecer frívola para algunas personas, pero tiene la seria
intención de salvar del olvido a los escritores, y de transformar en una
memoria viva los libros, los recuerdos, las máquinas de escribir, los
manuscritos y las fotos de ellos.
En otros países, mejor dicho, en los países desarrollados, las casas de
los novelistas se transforman en museos. El gobierno pone, de hecho, mucho
interés en mantener lúcida la memoria de los artistas.
Aquí, en el Paraguay, el escritor vive librado a su suerte.
Importa más un político. El político está en la vidriera, en todos los
medios de prensa. El escritor no gana el dinero que ganan los políticos.
Los artistas son quienes dan la forma bella, el detalle escritural que
faltaba a nuestra sociedad, pero raras veces aparece en la prensa. ¡Qué
cosa triste!
Días pasados, estuve conversando con el Presidente de la Sociedad de
Escritores del Paraguay, Luis María Martínez, quien me manifestó que,
cuando estuvo en el Museo Británico, pudo observar con deleite y
sorpresa, pertenencias literarias de autores ingleses desde el año 1400
en adelante. Con tono de admiración me decía: “Vi los poemas de puño
y letra, corregidos, de Lord Byron, y de muchos más. Vi máquinas de
escribir, objetos de uso privado, cuadernos, hojas sueltas, plumas,
escritorios, manuscritos y todo cuanto alimenta la curiosidad y la fantasía”.
En España, las calles más importantes adoptan los nombres de los
ilustres hijos de la lengua española.
Una sociedad que honra, con tal categoría, a sus intelectuales, es,
obviamente, una sociedad que no sólo ha superado el atraso económico,
sino además el atraso mental, que es la misma plaga y la desfiguración
de la mentalidad.
Hay tantas casas en la capital que pertenecieron a Stroessner. Ellas son
devoradas lentamente por los yuyales. El Estado debería donar una casa de
las muchas comidas por los yuyos, a los escritores. |