Gabriela Mistral, la grande

A cincuenta años de su partida
Delfina Acosta

Es la poetisa que escribía por la gracia de Dios. Nacida en Chile, Lucila Godoy Alcayaga, ha dado a la humanidad una poesía donde puede notarse que cada verso, cada poesía de su autoría, tiene la altura poética que no deja ver desniveles. Ella era, como la poetisa uruguaya Delmira Agustini, un caso de precocidad.

A los catorce años, Gabriela Mistral empezó a publicar artículos en prosa y en verso que iban apareciendo en los periódicos “El Coquimbo” y “La voz de Elqui”. Se habla de ella como de la maestrita rural de Chile, y en efecto lo fue, porque ejerció la docencia en La compañía, población situada cerca de La serena, pero por cierto tiempo. Luego representaría a su país en diversas partes del mundo como diplomática.

Por una tristeza de amor (su novio, un empleado ferrocalilero se había quitado la vida), ella habría de escribir aquellos desesperanzados poemas amorosos que le reportaron tanta fama como éxito. Tan genial para la prosa como para el verso, esta artista dejó un estilo originalísimo en sus obras. Puede hablarse de la poesía mistraliana, que es hablar de un arte que superó y sigue superando las fronteras.

Sonetos de la muerte, un poemario suyo, participó en 1914, de los Juegos Florales de la Sociedad de Escritores de Chile y obtuvo la Flor Natural. El Premio Nobel, que le fue otorgado en 1945, le llega a ella cuando ya su nombre y la altura de su obra poética eran ampliamente conocidos.

Supo de la premiación estando sola, en su casa de Petrópolis. La tristeza era el largo camino de su vida. Pienso, particularmente, que ese amor casi juvenil quebrado tan dolorosamente tomó posesión de su ánimo. Hay poesías tristes en la producción de todos los poetas, pero aquella tristeza que era pura llama con que se agrandaba su poesía, la poesía mistraliana, no encuentra semejanza alguna con la obra de nadie. Murió el 2 de enero de 1957. Hace cincuenta años se apagó la voz más elevada de la poesía femenina de todos los tiempos.

                               El niño solo

Como escuchase un llanto, me paré en el repecho y me acerqué

a la puerta del rancho del camino. Una ternura de ojos dulces me 

miró desde el lecho ¡y una ternura inmensa me embriagó como el vino!

La madre se tardó, curvada en el barbecho; el niño, al despertar, 

buscó el pezón de rosa y rompió en llanto... Yo lo estreché contra 

el pecho, y una canción de cuna me embriagó temblorosa.

Por la ventana abierta la luna nos miraba. El niño ya dormía, y la 

canción bañaba, como otro resplandor, mi pecho enriquecido... Y 

cuando la mujer, trémula, abrió la puerta, me vería en el rostro 

tanta ventura cierta ¡que me dejó el infante en los brazos dormido!

                                                                                  Gabriela Mistral

 

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Domingo 21 de Enero de 2007

ABC COLOR

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

Email: echinope@gmail.com

Twitter: https://twitter.com/echinope

Facebook: https://www.facebook.com/letrasuruguay/  o   https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

Círculos Google: https://plus.google.com/u/0/+CarlosEchinopeLetrasUruguay

 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

Si desea apoyar la labor cultural de Letras- Uruguay, puede hacerlo por PayPal, gracias!!

 

 

Ir a índice de periodismo

Ir a índice de Acosta, Delfina

Ir a página inicio

Ir a índice de autores