El mar iracundo atrapó su espíritu aventurero. Tenía una constitución
física admirable y una predisposición innata para la vida marina; por
otro lado, su capacidad para ahorrar el dinero de su sueldo, lo ponía
—siempre— en ventaja sobre los otros marineros que perdían lo poco
que ganaban en borracheras descontroladas.
¿Cómo puede un adolescente, un niño casi, hacerse a la mar, y convivir
con hombres rudos, acostumbrados a las riñas y al alcohol? No lo sé.
En varias oportunidades estuvo a punto de perder la vida, pero la
conservó sana e intacta, y pudo conocer muchos países, y enamorarse
varias veces, y hasta escribir sobre sus romances.
Vino al Paraguay cuando solamente contaba con diecinueve años de edad.
Dedicado exclusivamente a los negocios, observó acongojado al
desmembramiento del Paraguay cuando el mariscal Francisco Solano López
arrastró a un población diezmada y desnutrida a una guerra contra la
Triple Alianza.
Presenció la capitulación del Ejército paraguayo en Humaitá, admirando
la valentía de los soldados, que alimentados sólo con raíces, se
lanzaban una y otra vez contra los aliados, dispuestos a morir por la
patria.
Cuenta Casabianca que estando en Patiño Cué pudo levantar un negocio que
le dio cuantiosas ganancias. Me refiero a un aserradero.
Adquirió cuatrocientas hectáreas de terreno y puso cincuenta obreros a
plantar tabaco.
Tenía veintidós años al finalizar la Guerra Grande.
Se preguntaba si debía casarse o regresar con su familia. Un accidente
ferroviario, que casi le costó la pérdida de una pierna, tuvo un
desenlace inesperado para él. Estaba ya avanzada la gangrena, y los
galenos consideraban que había que amputar con urgencia la pierna, pero
nuevamente saltó el espíritu fuerte y batallador de François, quien se
negó a la mutilación; con la ayuda de cataplasmas que le suministraban
las mujeres que trabajaban en su aserradero, se libró de ser un lisiado.
Entró, porque su negocio casi se fue a pique, en tratos con tres
individuos franceses que después le darían mucho dolor de cabeza, además
de litigios: Eugéne Dano, abogado, Hippolyte Guette y Félix Ducasse.
Robado, estafado, calumniado a través de la prensa, Casabianca consiguió
sobreponerse y levantar nuevamente su empresa.
Las memorias de François Casabianca llegaron a publicarse después de
mucho tiempo, pues los papeles o apuntes corrieron toda clase de suerte y
extravíos.
En el año 1891, fue nombrado por el Presidente de la República,
Intendente Municipal de Asunción. Entre sus obras destacadas hay que
mencionar, sin lugar a dudas, el reordenamiento del cementerio de la
Recoleta. Durante su mandato, se implementaron los impuestos por alumbrado
público y por limpieza pública.
François Mathieu Casabianca falleció en Asunción, el 18 de septiembre
de 1925. Y el libro con sus memorias ha salido a la luz mediante la
voluntad y el esfuerzo de su biznieto, Esteban Bedoya. |