Pero
qué histéricos andan en los últimos tiempos Nicanor Duarte Frutos,
Carlos María Santacruz y la misma Blanca Ovelar. Che Dios. Están
interpretando un parlamento lamentable y propio de épocas despistadas.
No
hace falta perder los estribos ante las elecciones del 20 de abril de
2008. No se justifica esa suerte de llamado a la violencia de Duarte
Frutos, al hablar con vehemencia casi explosiva.
El pueblo paraguayo irá a los locales de votación a elegir a conciencia,
al candidato de su preferencia para gobernar desde el Palacio de los López,
y luego vendrá a su casa a almorzar o a tomar tereré. Así nomás será
la cosa, probablemente. Algún que otro incidente habrá, pero se aguarda
que la cobertura policial sea la suficiente para desbaratar cualquier
tumulto.
El
Presidente de la República no se comporta como un hombre equilibrado
cuando hace uso del micrófono. Habla de guerra, de trincheras, de
conflictos, de esto, de aquello y de lo otro, con la pasión de un hurrero.
Los gritos acalorados ya no persuaden a la gente, que quiere ver aparecer
desde los escombros, un país donde se pueda vivir con dignidad económica,
salud y educación para todos.
Tanto alboroto de gallinero, tanta exaltación del ánimo, tanto
enfurecimiento, tanto pregonar que la ANR está preparada contra una
gigantesca conspiración política, suena a explosión de pororo.
En pleno siglo XXI, cuando la era digital está en auge, y cuando los
pensamientos valen por su capacidad de movilizar para el bien común a los
individuos de distintas partes del mundo, el griterío sale sobrando.
Duarte Frutos y otros políticos vociferan mucho en los últimos tiempos,
interpretando un culebrón de aquellos.
Si
piensan que con los gritos (que son, eso sí, una forma concreta de
violencia) y con las hurras propias de la época dictatorial, van a
convencer a los electores paraguayos de que voten por ellos, están
haciendo un flaco papel ante la historia, que los juzgará, y también,
ante la sociedad, que ya los está juzgando de cerca.
Creo que ya pasó, o ya debería haber pasado, el mal hábito de las
vociferaciones para dar paso al tiempo de los programas puntuales de
Gobierno. Recogerás tu siembra, Nicanor.
Mira que siembras vientos y cosecharás tempestades. Mira que ya nadie te
cree, como en un principio te creían, cuando te declarabas creyente de la
palabra de Dios y seguidor de Jesucristo. Mira que tu credibilidad
desapareció, pues ya has mentido más de la cuenta al prójimo. En varias
oportunidades, las personas comentan que cuando te escuchan vociferar por
televisión, cambian de canal automáticamente, pues, cómo decirlo,
enfermas... Eso: sacas de quicio a la gente, levantas la presión arterial
de los televidentes, pones de mal humor a cualquiera. No se puede remontar
sesenta años de fracaso en el Gobierno, deseando salud eterna al
“glorioso Partido Colorado”. Ese verso ya no corre.
No se puede remontar lo que nunca se hizo por los obreros, por los
campesinos, por los jóvenes, por el pueblo, por la salud pública y por
la educación del Paraguay, prometiendo palabras bonitas de por medio,
desarrollo, justicia social, etcétera, etcétera, etcétera.
Se imponen el juicio, el sentido crítico, y no la locura y las flores en
el pico. |