En torno a las supremas dictaduras
El código Roa Bastos
Delfina Acosta

Muchas veces -y más en los últimos tiempos- nos quejamos del Gobierno, y de sus robos, sobre todo, y no nos quejamos en balde. Usamos la voz de la prensa que hasta la fecha representa, aun con deficiencias, a la opinión pública.

Los partidos políticos de la oposición no saben o no pueden hacer oposición. Creo -particularmente- que la sociedad paraguaya es muy pasiva, así como también, que es ignorante, y no digo más cosas pues cada uno, lector común y corriente, pero inteligente y pícaro, se me adelantará.

Quien lee, contrariamente a quien escribe, va con sus ideas más lejos y a otra parte.

Una sola cosa a mí me queda clara como el agua: La ignorancia es la principal dictadura.

El Paraguay, al desprenderse de la dependencia española, cayó por veintiséis años bajo la sombra omnipresente del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia. Después de pasar por el largo gobierno de dieciocho años de don Carlos Antonio López, volvió a caer en la alucinante Guerra contra la Triple Alianza, durante la imposición militar del Mariscal Francisco Solano López, volvió a caer, decía, reduciéndose a una esquelética figura como sociedad, y, finalmente, en pleno siglo XX, vino a caer ¡una vez más! en treinta y cuatro años de opresión, bajo la dictadura militar de Alfredo Stroessner. O la historia varió ayer, y no nos dimos cuenta, o nuestro pasado nos condena.

Los acontecimientos históricos incidieron para que no podamos estar a la altura de los cambios sociales, políticos y económicos que corren por Brasil, Argentina y Uruguay, los países limítrofes contra los que nos enfrentamos desde 1866 hasta 1870.

He aquí que, nos guste o no, formamos parte de una sociedad muy limitada en numerosos aspectos.
Cuánta impresión de rareza, casi de sorpresa, produce en propios y extraños, el hecho de que nuestro país haya dado una sola figura literaria mundial: el ingenioso cervantino Augusto Roa Bastos. Nuestro premio Cervantes fue un hombre de letras que ha sabido interpretar (valiéndose de parámetros históricos y literarios) el fenómeno de la dictadura.

En su obra “Yo el Supremo”, dio cuerpo y habla al dictador José Gaspar Rodríguez de Francia. Al lado de la sombra del hombre absoluto, dibujó también la prolongación de su sombra, que correspondería a Policarpo Patiño. Policarpo se suicidó después de la muerte de Francia, acaecida en 1840.

Así como Gabriel García Márquez pintó, con el realismo mágico del mejicano Juan Rulfo, la decadencia de un dictador, en “El otoño del patriarca”, Augusto Roa Bastos mostró, con un lenguaje barroco y también mágico, la figura de un hombre solitario que sumió en la soledad, el ostracismo y el aislamiento al Paraguay. Si habrá sabido de dictaduras el escritor paraguayo porque sufrió en carne propia la intransigencia de un gobierno dictatorial al ser condenado al exilio.

El Dr. Gaspar Rodríguez de Francia dio forma a un gobierno radical e inflexible: “estaba decidido a romper todas las normas y estructuras que pudieran perjudicar, a su modo de ver, a la empresa de forjar la independencia paraguaya y su revolución popular. Consecuentemente, afectó también al culto, pues se cerraron los conventos. Inflexible el Supremo en el cumplimiento de la política nacional, decretó también la supresión de las comunidades religiosas...”.

Así como se debería temer a quien busca someter la creencia, también se debería temer por la sociedad paraguaya; huérfana y desesperada, ella es una criatura recién nacida, cuyo llanto a nadie importa, al parecer.

La sociedad vive afligida por un Gobierno que le arrebata todo lo que tiene. Pienso en los niños, quienes desde su más tierna infancia deben mendigar en las calles para sobrevivir. Imagino la clase de sociedad purulenta e infecciosa que se está engendrando -rápida e irremediablemente- en ellos sin que nos demos cuenta.
Los políticos no sólo decepcionaron, sino que también inspiran algo parecido a la repulsa general en el pueblo.
Los intelectuales, escritores, gente pensante, si la hay, religiosos, individuos de fe, quienes predican el amor y el valor de la solidaridad, civiles, hombres y mujeres, nos debemos pronunciar sistemáticamente contra los absolutistas, y quienes nos mal gobiernan.

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 15 de mayo de 2005

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