Reconoce Casaccia que los personajes de sus novelas, todos tan mediocres,
tan básicos, tan sometidos, son así, tal como los retrata, porque la
realidad de la idiosincrasia paraguaya (muy chata) no puede pretender otro
tipo de personajes. El tema del suicidio lo apasiona. Estas son sus
palabras: “Los hombres se engañan buscando, por distintos caminos, una
razón a su vida. La verdad es que vivir no es más que una costumbre,
como otra cualquiera. El que se suicida es alguien que no pudo
acostumbrarse a la vida. Algunos de mis personajes, ya sea por abulia, o
por temor a la vida, o por no poder acostumbrarse a ella, se suicidan,
aunque -por supuesto- obran siempre de mala fe, culpando de su muerte a
causas ajenas a ellos. Pero en el fondo es la angustia de la Nada que se
oculta tras distintos disfraces”.
Casaccia cree en la literatura que es capaz de encender la duda, de
inquietar al lector. Afirma que la mejor novela del mundo es Crimen y
castigo, de Fedor Dostoiesvki.
MELANCÓLICO Y TRISTE
En determinados párrafos de la conversación, el lector se encontrará
con un ser humano melancólico, triste. Melancólico porque siente que su
vida no se completa, no se termina de completar, estando tan lejos de
Areguá, un pueblo imaginado desde las más diversas maneras, que se
agiganta, que toma forma de coloso en Buenos Aires, donde vive exiliado.
Triste porque sus estados anímicos sólo se levantan y encuentran
momentos de alegría, de satisfacción, cuando está escribiendo. Conviene
recordar que Gabriel no hacía uso de la máquina de escribir; escribía a
mano, como se dice, y su esposa, Carmen Dora, tecleaba los trabajos. Sobre
la obra de Gabriel Casaccia se ha escrito mucho en el exterior. De hecho,
su obra literaria fue reconocida internacionalmente, no sólo por su
aporte literario, por su carácter de iniciadora de la narrativa en el
Paraguay, sino -también- por haber retratado fielmente un pueblo, sus
costumbres, su modo de ser, de existir, y también de morir en la
ignorancia, en la sumisión y en la chatura.
Con más precisiones que imprecisiones, el novelista tiene palabras sobre
el papel del escritor dentro de la sociedad. Habla sobre su mundo personal
y cuenta que la historia del Paraguay está llena de dictadores y
guerreros. “Ellos han creado el mito del éxito de los gobiernos fuertes
al elogiar sin reflexión, sin el suficiente espíritu crítico, a hombres
como Gaspar Rodríguez de Francia y a los López. Se ha ido creando un
clima proclive para los gobiernos personalistas”, dice en un momento de
la charla.
En el libro El padre de la novela en el Paraguay, gracias a las agudas y
muy inteligentes preguntas de su entrevistador y amigo, Armando Almada
Roche, el autor cuenta todo de sí. ¿Y qué es contar todo ? Pues hablar
de sus inicios literarios, de su admiración hacia grandes hombres de la
literatura universal que han influenciado en su trajinar literario como
Marcel Proust, Ernest Hemingway, Fedor Dostoievski y Jean Paul Sartre, del
sufrimiento que significa para él la escritura, de los agradecimientos
que le debe a la Argentina, donde aprendió a disciplinarse como escritor;
de Jesucristo, de las obsesiones, de la relación existente entre Dios y
los artistas. Integro, total, sin fronteras, Casaccia cuenta y explica
-pormenorizadamente - su vida en este texto que tiene valor anecdótico,
moral y literario.
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