Se
da el caso de que cuando va a llover, la temperatura debajo de la tierra,
pareciera que tendiera a hervir. Apenas los rayos aparecen en el
firmamento, el calor del ambiente se torna insoportable y los bichos se
apresuran a salir a la superficie. Es así que observamos a los sapos,
cucarachas, hormigas e insectos de luz asomarse por los rincones varios de
la casa y del jardín.
En
estos tiempos en que hay una importante cantidad de personas que van a
tener que abandonar sus puestos y despachos para ceder la silla a otras
gentes, está ocurriendo un fenómeno parecido a lo mencionado más
arriba.
Por
apuro de los nervios, por el miedo generalizado instalado en las
autoridades coloradas que han tocado la cosa pública, por las delaciones
de individuos que han sido testigos de casos de corrupción, por el tropezón
de los delincuentes, desesperados por cubrir, de alguna manera, sus lícitos,
muchas “bichos” van “saltando” a la superficie.
Y eso es bueno. Muy bueno. Hasta plausible, diría yo.
Es más: No es ningún detalle que apenas estamos viendo la punta del
iceberg de las culpas que han cometido las autoridades en el desempeño de
sus funciones.
Lo importante, lo útil para reconstruir este país en ruinas, es fomentar
en los paraguayos el sentido de la denuncia.
Por la vía de la denuncia y de las investigaciones, cientos, miles de
robos serán ventilados en los medios de prensa. Y la sociedad y el nuevo
Gobierno tendrán la oportunidad de juzgar. Y la pena carcelaria caerá
sobre cabezas conocidas y desconocidas.
A decir verdad, es para entrar en estado de pánico la cantidad de dinero
saqueado al país. Y los mayores culpables, pertenecientes al Partido
Colorado, siguen dando lecciones de virtud. Hay que ver lo dura que tienen
la cara.
Como si no hubiese pasado gran cosa nada, como si no tuviesen su parte de
culpa en nada, los culpables de nuestro empobrecimiento, pretenden seguir
girando en torno a sus discursos y señalar los defectos de los demás.
Toda la población paraguaya, a través de los anuncios aparecidos en este
diario, está siendo invitada a dar un paso de conciencia cívica,
denunciando ilícitos.
En las páginas de ABC vienen apareciendo las fotos de las fachadas
ostentosas de las mansiones de muchos aduaneros.
Esas casas fueron pintadas con nuestros impuestos. Las bolsas de cemento
para su edificación las pagamos nosotros, pueblo.
Se odia al impuesto. El impuesto es defendido por Jesucristo cuando dijo,
ante una moneda que le extendieron los judíos, hastiados del tributo:
“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Lo
que debe odiarse y perseguirse hasta el fin es la desviación oscura del
destino del impuesto.
Qué campante sería que quienes han robado y saqueado al Paraguay se
queden libres de pena carcelaria.
Y me dirán que soy mala. Y ocurre que soy una persona que se cansó de
ver y oír calamidades. Es probable que sienta mucha aversión contra
quienes han desfigurado la función que cumple el impuesto, convirtiéndolo
en una pesada carga sobre los hombros.
Pero los tiempos han cambiado.
Tenemos que denunciar a quienes ayer nomás estaban en una posición
humilde, como la nuestra, y hoy, política sucia de por medio, se han
convertido en gente con poder económico para comprar la conciencia de
fiscales y jueces. |