Sus
libros reviven versiones poéticas enamoradas de la esencia del fuego
divino.
En España, son muchos los poetas que ofrecen su inspiración a Dios. Se
cuenta con tres vates emblemáticos de la literatura mística española:
Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.
Uno de los últimos textos de contenido espiritual (algún adjetivo
calificativo hay que buscar para no caer en la redundancia) fue la obra
Cristo del alma del vate peruano-español Alfredo Pérez Alencart. Sin
embargo, debo hacer la siguiente observación: dentro del bagaje de su
producción poética hay constelaciones de olas amorosas para la mujer, y
un reconocimiento de la necedad humana, y del sufrimiento existencial del
hombre, lejos de Dios, y un afán constante por reivindicar al prójimo,
al carbonero de la calle, al mendigo, al ser humano a quien le saquearon
sus leyes y sus derechos. En otras palabras, es muy vasta, amplia y
compleja la obra de Alfredo Pérez Alencart.
Tengo ahora en mis manos un libro que pertenece a Frank Estévez Guerra.
Se trata de una antología llamada Atravesando el Jordán. En los versos
asoma un dulce decir a Jesús crucificado.
ACTITUD GOZOSA
La búsqueda y el encuentro de Dios sorprende en actitud gozosa al autor
del texto, quien muestra amar, con intención sincera, al Creador. Sus
libros anteriores así lo confirman: Convidado a vivir, dedicado a Cristo
Jesús, el Autor y consumador de la fe, Confesiones para el retorno, Vino
nuevo en odres viejos. Estas obras aquí citadas fueron premiadas en España
y tienen una mistura mística y un lenguaje que llama a la redención.
El entrevero del espíritu con las llamas de la fe es la constante de sus
octosílabos y endecasílabos.
La antología Atravesando el Jordán es la suma de una entrega genuina (no
mediática, ni filosófica) al dador del amor que restaña sus heridas.
Dice Carlos Nejar, de la Academia Brasileña de las Letras: “Frank Estévez
Guerra, después de haber iniciado su andadura lírica a los veintitrés años,
es una de las voces fundamentales de la poesía contemporánea de las
Islas Canarias, así como un indiscutible valor de la literatura española.
Entre los poetas de confesión evangélica, en lengua castellana, se erige
en uno de los más importantes por su lirismo”.
Eso. Evangelio. Con términos que llaman a orientar la existencia por un
camino a solas y en paz con el Señor, a sumarse a la fe cristiana, a
mantenerse en vigilia para no ser arrastrado por las corrientes de la duda
o de la indiferencia, los endecasílabos y octosílabos del autor se
vuelven páginas de evangelio vivo.
De una u otra manera, Dios es siempre tema de los versificadores. Ya para
descubrir el rostro del ateísmo, ya para la saya con que viste la gnosis,
ya para llenar la sensación de ausencia íntima y cósmica. La palabra
gira, fundamentalmente, en torno a Dios, o el Verbo.
Los poetas son profetas.
Sin embargo, escribir poesía para buscar la paz de Jesús, para nombrar a
Dios en la quietud del alma, es de muy pocos escritores. Frank Estévez
Guerra no solamente es la excepción, sino que por el amor divino que su
lengua confiesa, es un poeta referente de la literatura cristiana.
Me gusta, por sobre todo, esa suerte de diario que es su libro. Siendo el
autor del libro el pastor de la Iglesia Evangélica Metodista Unida, es de
esperar que se interrogue, que se escudriñe, tratando de avanzar, de
madurar en su relación afectiva con Dios. Y con su rebaño.
Ser humano al fin, se hace planteamientos diversos, como los que se hacen
los mortales comunes.
Frank Estévez Guerra arenga, canta, alaba, duda, en un lenguaje clásico
y relevante.
Con cuánta pasión nos entrega estos versos: |