ARACELI SAGÜILLO

En busca de lo que no se encuentra
Delfina Acosta

Lo que nunca se encuentra es el título del poemario de la poetisa española Araceli Sagüillo. Buen título, pues a mi juicio, lo que nunca se encuentra, a veces, es la poesía misma, y por eso, acaso por eso, el poeta reincide, y va una y otra vez en pos de un ramaje herido por la luna, de una voz lejana, de un amor, de algo que suene a esencia en los fatigados como fatigantes días del encierro a solas con las palabras. Hay una unidad sustancial en estos versos tan sinceros, tan lacerantes, de Araceli Sagüillo.

Ella va en búsqueda de sí misma, de aquello que no se encuentra en habitación alguna ni en el mundo ancho y ajeno, ciertamente. La voz de la poetisa oscila entre la emoción lírica y una sinceridad colmada de sugerencias.

Lo que nunca se encuentra es, definitivamente, fruto y símbolo, a la vez, de la urgencia poética de una mujer. Ella se encuentra desposeída de todo, y pretende para sí, reiterada, obsesivamente, aquella flor, aquel instante de luz que ha de madurar en su boca.

He leído uno a uno sus poemas, y sus versos se me han aparecido tristes, melancólicos, con alguna fiebre de esperanza; a veces, latiendo -débilmente- en las venas. Desde luego, hombres y mujeres que escribimos, o que versificamos, estamos llamados a ser tristes, a fundar una patria en el cielo, y a plantar un costado de huerto, en las márgenes del río o de la mar.

Nacida en Palencia, pero afincada ya desde hace unos años en Valladolid, la poetisa reseñada en esta página, pertenece a los grupos literarios “Sarmiento” y “Juan de Baños”, de Ávila. En su largo camino poético, obras suyas han merecido numerosos premios. Figura en diversas antologías. Así pues, estamos ante una dama que tiene ficha, nombre y querencia; pero a través de sus versos, estamos ante una poetisa de palabras singulares, elementales, hermosas; quien va, una y otra vez, en pos de algo, de ese no sé qué eterno que nos mueve a los poetas del mundo a escribir con la esperanza incierta de llegar a destino, de aquí a veinte, cincuenta, cien años...

¿Qué voz difunta la manda a desear lo que jamás se encuentra? ¿Dónde encuentran quicio sus palabras? Pues en sus propios versos, lo sé, imantados de gracia, de luz y de desgracia. Desde la compleja personalidad de la poetisa, puedo ver, puedo oír, las otras voces, las numerosas voces de muchas otras mujeres que pretenden hallar en el humor extraño, esquivo de la Poesía, su esencia, su identidad, su razón de ser.

La Sagüillo escribe -evidentemente- para la gente culta, y también para la gente de elementales conocimientos. Nos invita, a través de su libro, a unirnos en la búsqueda de una belleza y de una paz total. Nacida en el país de Federico García Lorca, de Rafael Alberti, de Dámaso Alonso, de Luis Cernuda, de Antonio Machado, de Juan Ramón Jiménez, sus poesías constituyen, en su conjunto, una metáfora eterna.

LOS PECES

Reconozco uno a uno los peces
sin mojar los pies en el río.
Juntos venceremos la prisa de llegar cuanto antes.
Tengo miedo de llegar al fondo
sin hacer balance.
De ver correr los días
desde este gigantesco reloj de arena.
Siento dolores oscuros en mi espalda
y mis manos heladas
se aparcan en mí como un oasis eterno,
como el abismo de una noche a solas.
Vivo sin recuperar aquello que busqué.
Y se hace tarde, y la esperanza es muda.
Intensamente llueve sobre mí
y las gotas se vuelven olas en este mar picado.
Bandadas de insectos me dan escolta.
Y qué lejos la viña de uvas de oro.
Herencia del presente, respira el campo, lleno de maleza.
Apenas en mi labio una sonrisa.

Araceli Sagüillo

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Domingo 19 de Noviembre de 2006

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