Lo
que nunca se encuentra es el título del poemario de la poetisa española
Araceli Sagüillo. Buen título, pues a mi juicio, lo que nunca se
encuentra, a veces, es la poesía misma, y por eso, acaso por eso, el
poeta reincide, y va una y otra vez en pos de un ramaje herido por la
luna, de una voz lejana, de un amor, de algo que suene a esencia en los
fatigados como fatigantes días del encierro a solas con las palabras. Hay
una unidad sustancial en estos versos tan sinceros, tan lacerantes, de
Araceli Sagüillo.
Ella
va en búsqueda de sí misma, de aquello que no se encuentra en habitación
alguna ni en el mundo ancho y ajeno, ciertamente. La voz de la poetisa
oscila entre la emoción lírica y una sinceridad colmada de sugerencias.
Lo que nunca se encuentra es, definitivamente, fruto y símbolo, a
la vez, de la urgencia poética de una mujer. Ella se encuentra desposeída
de todo, y pretende para sí, reiterada, obsesivamente, aquella flor,
aquel instante de luz que ha de madurar en su boca.
He leído uno a uno sus poemas, y sus versos se me han aparecido tristes,
melancólicos, con alguna fiebre de esperanza; a veces, latiendo -débilmente-
en las venas. Desde luego, hombres y mujeres que escribimos, o que
versificamos, estamos llamados a ser tristes, a fundar una patria en el
cielo, y a plantar un costado de huerto, en las márgenes del río o de la
mar.
Nacida en Palencia, pero afincada ya desde hace unos años en Valladolid,
la poetisa reseñada en esta página, pertenece a los grupos literarios
“Sarmiento” y “Juan de Baños”, de Ávila. En su largo camino poético,
obras suyas han merecido numerosos premios. Figura en diversas antologías.
Así pues, estamos ante una dama que tiene ficha, nombre y querencia; pero
a través de sus versos, estamos ante una poetisa de palabras singulares,
elementales, hermosas; quien va, una y otra vez, en pos de algo, de ese no
sé qué eterno que nos mueve a los poetas del mundo a escribir con la
esperanza incierta de llegar a destino, de aquí a veinte, cincuenta, cien
años...
¿Qué voz difunta la manda a desear lo que jamás se encuentra? ¿Dónde
encuentran quicio sus palabras? Pues en sus propios versos, lo sé,
imantados de gracia, de luz y de desgracia. Desde la compleja personalidad
de la poetisa, puedo ver, puedo oír, las otras voces, las numerosas voces
de muchas otras mujeres que pretenden hallar en el humor extraño, esquivo
de la Poesía, su esencia, su identidad, su razón de ser.
La Sagüillo escribe -evidentemente- para la gente culta, y también para
la gente de elementales conocimientos. Nos invita, a través de su libro,
a unirnos en la búsqueda de una belleza y de una paz total. Nacida en el
país de Federico García Lorca, de Rafael Alberti, de Dámaso Alonso, de
Luis Cernuda, de Antonio Machado, de Juan Ramón Jiménez, sus poesías
constituyen, en su conjunto, una metáfora eterna. |