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Aníbal A. Romero Sanabria
Corazón de arcilla
Delfina Acosta

Uno observa la inmovilidad del cielo que se torna negro, con algunas luces de estrellas, en la noche, luego el aletear de un ave de plumaje colorido, también al labrador trabajando la tierra en busca de su diario sustento; uno observa cosas: rostros iluminados por la alegría o rasgados por un pensamiento triste, árboles tachonados de flores que dejan en el viento un perfume; uno mira cosas: una hilera de hormigas, como una cadenilla de oro, cercando el cuerpo sin vida de una avecilla blanca.   

Uno observa cosas, escucha al hombre y se detiene a leer la línea de su vida, que es página copiada de otra vida, porque la existencia del hombre es una sola: soledad en el mundo donde se llama, se grita a grandes voces, a un Dios indiferente y lejano a todo.   

En todo esto y en mucho más, desde luego, se piensa, algunas veces, cuando el acto creativo entra en su proceso natural.   

La poesía, antes de hacerse buena poesía, se mete en lo más hondo del pensamiento humano.   

Creo que habrá pensado no solamente en la naturaleza viva y esplendente, sino además en el amor de una mujer, de unos ojos grandes y amorosos, y de unas manos tibias, Aníbal A. Romero Sanabria, autor del texto Corazón de arcilla.   

El libro lleva el sello editorial de Servilibro.   

Hay un poeta inquieto, apasionado, en el alma del autor que tiene, pareciera, memoria eterna de su padre y de los valores morales.   

Por otra parte, gusta recrearse con las expresiones singulares de nuestro pueblo.   

Así, por ejemplo, le canta a la vendedora de chipás, a la bandera patria.   

Intenta hacerse eco de las largas lastimaduras del labriego, explotado siempre por los “superiores” de turno.   

Sobre todo, veo, siento en sus versos, en sus expresiones, una necesidad de cumplir —acabadamente— con los componentes esenciales de la sociedad paraguaya. Y esto se explica porque parece comprometido, siendo hijo de una mujer de notable magisterio, con los referentes esenciales de nuestro país.   

Se dirá que toca los temas tradicionales. Pero los toca con el corazón lleno de fuego. Y eso es lo que me llama la atención y lo que yo respeto.

Corazón de arcilla

Latiendo, latiendo, entre amores   
memorias y desmemorias,   
mi corazón vive cual nido de palomas.   

Como un reloj que marca mi tiempo,   
este corazón de arcilla, se vuelve vasija   
que contiene un mundo   
de oraciones truncas y calendarios muertos.   

Pobre corazón de arcilla,   
que quiere cambiar al mundo   
llenando de flores y de justicia   
ese ranchito triste   
casi de hornero.   

Pequeño péndulo que te agitas   
entre la sed de justicia y amores sedientos.   

Pequeño corazón de arcilla   
te prometo... lo juro...   

que nunca... nunca   
morirás de viejo.
   
(Aníbal A. Romero Sanabria)

Poema  

Yo ya no sé   
qué se puede decir y estoy hablando   
que se puede alentar y estoy pensando   
en no sé qué figuras desvaídas,   
en no sé qué quimeras obsoletas   
de galopes cayendo hacia la nada.   

Y me pongo a cantar pero el sollozo   
el sollozo que anuda tu garganta   
ese oscuro sollozo que del fondo   
sube entre lutos y geranios tristes
para anegarme como a ti en el llanto.   

Yo ya no sé   
mas quisiera ensayar en diez mil tubos   
esa estúpida pugna de hacia dónde?   
el último clamor de los envites   
y huracanar las bambalinas agrias   
de este circo del llanto y destrozado.   

Tal vez sean las últimas amarras   
las flatosas trompetas de un juicio?   
Tócame pues muy loca levemente   
dame vino locura y qué que importa   
y me pondré a vivir e iré muriendo.
   

Delfina Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 5 de Junio de 2010

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