André Cruchaga |
Tiene la poesía
de André Cruchaga algo de cotidianeidad y, al mismo tiempo, mucho de
invención (toda poesía, por supuesto, es invención) que va más allá
de los límites de la imaginación, para revelarnos un lenguaje poético
puro, diferente a cuanto se ha leído hasta ahora de los poetas clásicos
y de los contemporáneos.
Todas sus palabras, apasionadamente
expresivas, están llenas de metáforas y de imágenes que nos acercan un
estilo único. No; no hay lirismo en su obra. Hay mucho de experimentación,
porque Cruchaga intenta deshacer a la palabra de su sentido perenne,
eterno y permanente, para alumbrarnos con un cofre de luz, que va,
inquieto, por todos los rincones de sus versos. El poeta salvadoreño toma
la poesía en sí misma, como un pedazo de cuarzo, para ver en él las líneas,
las formas, los colores. En su obra (original), hallará el lector el
amor, el olor a muerte, el dolor que no cesa, la desesperanza, lo
inesperado y la alegría. Esta poesía suya, en la que constantemente se
mueve la vida en todas sus manifestaciones, gusta de los extremos. |
A manera de paréntesis Y hablando de la vida no hay por qué temerle a los fantasmas. Toda su penuria tiene su esperanza y su sigilo. A veces los sueños nos vienen en una taza de café espeso, Humeante, sonando al sonido sordo de la madera. Sé después de andar entre inviernos caóticos, Que las hormigas mueren viendo espejos inasibles... |
Delfina
Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Domingo 28 de Enero de 2007
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