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Ramiro Domínguez |
Al observar una flor de azahar cayendo sobre el pasto aún mojado (es pleno amanecer en algún lugar del mundo) y la brisa confundiendo su aliento con el viento que trae el aroma profundo del bosque con sus cuernos dibujados en la luna, algo en el alma del poeta se estremece, y canta, y expresa una suerte de oración o de celebración de la naturaleza. Reginal
Horace Blyth (1898 - 1964), en su obra (La historia del haiku), definió
así esta forma poética tradicional japonesa: “El haiku es una especie
de satori, o iluminación, por la cual penetramos en la vida de las cosas.
Captamos el significado inexpresable de alguna cosa o hecho verdaderamente
común que hasta entonces nos había pasado completamente
desapercibido”. Veamos unos versos del poeta: |
El
oso panda tiembla de ternura. |
La
naturaleza es testimonio de la obra de un ser superior. Pero no todos los
poetas pueden acceder a comprender sus revelaciones. No se necesita
esfuerzo para entender el lenguaje de las cosas, sino esa sensibilidad y
esa luz en la sesera y en el interior para poder escucharlas y luego decir
las palabras, los versos que sirven para llegar a un estado, a un tránsito,
a una situación anímica gozosa.
Pides, lloras, gritas, |
Opinión del autor sobre su obra: |
Delfina
Acosta
ABC COLOR, Asunción, Paraguay, 25 de diciembre de 2009
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