Que
las macetas de mi jardín se llenen de flores (violetas y margaritas, por
ejemplo) imprime al oxígeno de mi huerto un aire triunfal, y las glorias
de la naturaleza son para mí.
Yo celebro la abundancia de la flora.
Que mi vecino consiga un aumento de sueldo desde mucho tiempo atrás
solicitado, es motivo para que su familia y él vayan, con sus mejores
galas, a un restaurante, para brindar por los mejores tiempos económicos
que indefectiblemente vendrán.
Y estarán felices y se dirán que ha llegado el momento de comprar
aquel aire acondicionado central que tanta falta hace en el comedor.
Que nazca un niño de ojos azules hace felices a los padres primerizos
quienes festejan el acontecimiento hace años aguardado con lágrimas en
el rostro. La naturaleza ha triunfado sobre la esterilidad y los genes se
han unido para delinear los vagos rasgos de la criatura.
Que un atleta (el favorito de un club deportivo) gane a su rival en la
pileta de natación, es el motivo de los aplausos ruidosos y de la
celebración de los fanáticos. Así se da la cosa: el deporte raya con la
tristeza los rostros de unos y alumbra con las risas y los silbidos las
caras de los demás.
Que el clima (dentro del desorden climatológico del mundo) de un país se
mantenga dentro de los parámetros normales, alcanza para que la gente
viva dentro de un ambiente de moderada tranquilidad. El orden es
imprescindible.
Pero que los terremotos y huracanes sacudan a otros países con su
violencia y su ira no son solamente razón de llanto, desolación y
muerte, sino también motivo de algo mucho más penoso y difícil de
sobrellevar: la convivencia diaria con el miedo.
Que a uno le vaya bien, es cosa de celebrar.
Que a otro le vaya mal, es asunto para pensar y ponerse incómodo y
triste.
Que el Presidente de un país ponga toda su capacidad humana para levantar
y organizar el desarrollo de un pueblo, es la motivación que tiene dicho
pueblo para tomar ventaja sobre los demás y llegar a conquistar dos metas
imprescindibles: salud y educación.
Y aquí quiero hacer una pequeña observación: Paraguay está en
falta. El Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social y el Ministerio
de Educación y Cultura están aplazados. Y eso es grave.
Que Cerro Porteño gane a Olimpia desata la pasión de los cerristas
haciendo que la alegría tome estado público. Esa alegría, a no dudarlo,
llega muchas veces hasta las oficinas de trabajo.
Que Olimpia gane a Cerro Porteño provoca la dicha de los olimpistas. Y
entonces todo es un sentimiento común de entusiasmo y algarabía.
Hace poco, la Albirroja tuvo una histórica participación en el Mundial.
Llegó a estar entre los ocho mejores equipos del mundo.
Todos, sin distinción de credos políticos, sociales y religiosos, nos
llenamos de felicidad.
Los paraguayos estuvimos de acuerdo (obviamente) en que el balón debía
entrar en el arco rival.
La experiencia de la buena actuación de nuestra selección en Sudáfrica
nos ha motivado, nos ha llenado de orgullo.
La selección paraguaya le dio una gran dosis de ánimo positivo a nuestro
pueblo. ¡Gracias!
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