Con
los poetas Elvio Romero, Josefina Plá, Hérib Campos Cervera, Oscar
Ferreiro y Augusto Roa Bastos, formó parte de aquella generación poética
brillante, la del 40, aglutinada en un grupo, hasta el momento,
irrepetible.
Fue no solamente un fino poeta, sino además un aventajado crítico. Quizás
ha sido el más notable e internacional crítico que ha dado el Paraguay.
En su papel de estudioso de las obras nacionales y extranjeras, ha escrito
libros sobre la obra poética de Elvio Romero y sobre los textos
narrativos (Yo el Supremo e Hijo de Hombre ) de Augusto Roa Bastos.
Entre sus obras de crítica tienen especial valor “El arte de Juan Rulfo”
(1965), que sirvió (y cuánto) a los estudiosos del autor de Pedro Páramo
y El llano en llamas, para comprender mejor la visión escritural del
escritor mexicano.
Otra obra crítica de relevancia que forma parte de su antología es
“Ricardo Güiraldes: Apología y detracción” (1986).
Estudioso metódico de la literatura
Investigó mucho en la poesía y en la narrativa de nuestro país, dando a
conocer libros que nos acercan no solamente al escritor paraguayo y su
contexto social, sino que además nos instruyen, nos emparejan con la lógica,
pues con un modo de escribir práctico, sencillo, hizo posible la
comprensión fácil de nuestra literatura.
Repartió su conocimiento en innumerables ensayos. Y sus ensayos son de
valor incalculable, pues él ha sido un intelectual de agudo pensamiento y
de vasta cultura. He aquí una reseña, o como se dice, un currículum
suyo: Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, Master of Arts in Foreign
Languages (Washington, 1949) y doctor en Filosofía y Letras (Wisconsin,
1953). Más de treinta y cinco obras de crítica nos cuentan de su entrega
generosa al estudio de libros publicados en nuestra tierra y en el
extranjero.
En la vida universitaria de los Estados Unidos, alcanzó la máxima
jerarquía académica -Professor above scale - o profesor por encima del
escalafón, obteniendo premios y honores. Ha sido director en jefe de las
Commemorative Series de la Universidad de California, Riverside, y
consejero literario de numerosas revistas. Fue fundador y primer director
del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de California.
En la capital de México fue director del Centro de Estudios de la
Universidad de California (1972-1974). En noviembre de 1982, la
Universidad de California le confirió el título de Professor Emeritus.
Medalla
Gabriela Mistral
Entre sus galardones más importantes figuran el Premio de las Humanidades
y las Artes (EE.UU., 1969), y la Medalla de Gabriela Mistral conferida por
el Gobierno de Chile en 1996. Ganó el Premio Nacional de Literatura en
1999.
Tenía amistad con Jorge Luis Borges (me ha contado muchas anécdotas
relacionadas con el poeta argentino), con Nicanor Parra y con lo más
granado de los escritores de América.
Al jubilarse en los Estados Unidos, vino al Paraguay. Y vino para seguir
trabajando. Formó el Taller “Cuento Breve” en el Club Centenario.
Dicho taller fue de mucha utilidad para las narradoras paraguayas, quienes
vieron editados sus cuentos en numerosos volúmenes.
Sentía un especial cariño hacia Josefina Plá. Para Hugo Rodríguez-
Alcalá, Josefina Plá era una poetisa como nunca se vio en estas
latitudes.
Escribió numerosos poemarios. Sentía particular atracción por los
romances. En ese campo, hizo un buen camino, al dar al conocimiento público
obras como “Romancero de Juan Lobo”.
El portón invisible recoge poesías suyas de fina vestidura. En fin, que
todo en él era conocimiento. Gustaba hablar sobre literatura y
enfrascarse en proyectos optimistas. Sin faltar a la verdad, y dentro de
sus humanas posibilidades, tuvo palabras para cada escritor paraguayo.
Era un niño, a veces, abierto a la poesía de la vida, de las bromas, de
la conversación entre amigos.
Se nos ha ido nuestro amigo y maestro Hugo Rodríguez-Alcalá. Ha partido
a ejercer su magisterio de poemas, de luces y de rimas, en un lugar
distante, en no sé qué sitio hermoso de esto que damos en llamar cielo. |