Proteger de todo mal al presidente del polo tiene que ser una prioridad absoluta e irrenunciable del gobierno.
La
fama de Julio César no se debe a las 23 puñaladas que le propinaron sus
enemigos políticos y hasta su propio hijo, Bruto. Pero aunque su gloria
no se deba a la muerte violenta que padeció, el mito de César sí se
origina, en buena medida, por la sangre derramada en la Curia del teatro
de Pompeyo. Augusto comparte con él la misma gloria histórica, pero al
haber muerto de viejo y en la cama, su figura carece de
la
leyenda que se crea cuando la vida termina con un crimen. No creo que
Shakespeare hubiera escrito una tragedia basada en los achaques de la edad
de Augusto.
Alguna vez a Borges lo amenazaron de muerte por teléfono y él de
inmediato dictó la dirección de su casa y advirtió que casi siempre
estaba solo y abría personalmente la puerta. "Máteme cuanto antes
-añadió-, que no estoy apegado a la vida y no hay nada mejor que un
final trágico para la gloria literaria".
Hace unos meses, al repudiar las amenazas de muerte que las Farc le
hicieron al ex ministro Fernando Londoño Hoyos, escribí lo siguiente:
"Un país digno no se construye tratando de imponer por la fuerza un
solo tipo de pensamiento. Con el de Londoño Hoyos no puedo estar más en
desacuerdo, pero es un pensamiento que tiene tanto derecho como cualquier
otro a ser expresado, a ser defendido, aplaudido, votado. Si las Farc
creen que asesinando a Londoño Hoyos se van a ganar el favor del pueblo
colombiano, se equivocan una vez más, y revelan de nuevo su torpeza. En
esos planes terroristas demuestran que están embebidos del mismo tipo de
pensamiento totalitario que tienen los paramilitares: creen que
aniquilando a algunos representantes del pensamiento de la orilla opuesta
van a acabar con la disidencia. Se equivocan, pues los seres humanos nunca
podremos estar de acuerdo en todo, y sólo la tolerancia de las ideas
contrarias permite la convivencia".
La semana pasada se supo que un grupo no identificado amenazó de muerte a
Carlos Gaviria, el presidente del Polo Democrático. Pocos días antes
también se había sabido de las amenazas contra la vida de Piedad Córdoba.
En vez de salir a condenar estas amenazas, el gobierno ha guardado
silencio o, en boca de su ministro del Interior, Carlos Holguín, ha dicho
dos barbaridades: que Piedad Córdoba está en riesgo por culpa de ella
misma, y que quienes la han amenazado tienen derecho a expresar sus
opiniones. ¿Habrá que aclararle al Ministro, todo un abogado, que
amenazar de muerte no forma parte del derecho a la libre expresión? Por
ese camino podríamos llegar a afirmar que hay que dejar matar a otros
como una parte del derecho al libre desarrollo de la personalidad.
Muchas veces se habla del magnicidio que los enemigos nacionales e
internacionales de Chávez estarían planeando en el vecino país. Aunque
otras veces hayan cometido crímenes así, no creo que los estadounidenses
sean tan brutos de querer crear un nuevo ícono y mártir suramericano, el
supuesto adalid de los pobres sacrificado por el orgullo y la arrogancia
imperialista. Si se quiere desestabilizar a Venezuela y a todo un
continente, el diablo les hará apretar el gatillo a quienes creen que
eliminando al oblicuo Chávez enderezarán el camino de Suramérica. El
populismo del régimen bolivariano, incluso con el petróleo a 100 dólares,
se irá desmoronando por efecto de sus propios errores. Pretender tumbarlo
con un atentado no sólo es un acto inhumano, sino un desatino político.
Pero las amenazas contra Carlos Gaviria y Piedad Córdoba son quizá más
reales y, para nuestro país, mucho más graves. Yo no he estado de
acuerdo con el repentino bolivarianismo de Córdoba y me pareció un error
la posición del Polo frente a la marcha del 4 de febrero. Se puede estar
en desacuerdo con algunas posiciones de Carlos Gaviria, pero si este
gobierno quiere tener un opositor de izquierda que no sea un fanático ni
un sectario, ahí está Carlos Gaviria, un liberal a ultranza. Es tan
grave una amenaza contra él que, si se verificara y si de alguna manera
funcionarios del Estado o de la Fuerza Pública estuvieran involucrados en
un atentado así, Colombia no podría llamarse una democracia, y quienes
dicen que vivimos en una tiranía tendrían todos los argumentos para
llamar a la lucha armada. Proteger de todo mal al presidente del Polo
tiene que ser una prioridad absoluta e irrenunciable del gobierno.
Cuidémonos de los idus de marzo pues los asesinos rondan. Aunque la
muerte violenta pueda ser el origen de una hermosa leyenda, en el mundo de
la realidad es mil veces preferible el final de Augusto que el de Julio César.
Cuando el mismo Londoño Hoyos llama a Carlos Gaviria "mamerto"
(y él será cualquier cosa, menos eso) está azuzando a los mismos perros
de la ira que podrían hundir a Colombia nuevamente en el caos de los
magnicidios. En el respeto de la palabra y de la vida de los opositores es
donde se mide si vivimos en una tiranía disimulada o en una democracia.
Ya lo dirán los hechos. |