Canto al tranvía eléctrico


poema de Humberto Zarrilli

De niños te soñamos en mi ciudad platense;

antes que por las calles has corrido más libre

por las sendas sin rieles de la imaginación.
Más que las rubias hadas de la leyenda antigua,

nos encantó tu viaje bajo !a luz del sol.
¡Que caprichosas formas te dieron nuestros sueños!
De todos los colores y todos los sonidos

te vistió la esperanza.
Gozabas del prestigio de un promisor arribo,

como los zapatitos en vísperas de Reyes...

 

  ... Y un día, endomingada, como a un hijo adoptivo,

te acogió mi ciudad, jubilosa y materna.
Y con tu traje rojo adornado de blanco,

eras todo un juguete por lo bello y lo alegre.
Llevabas en tu frente los nombres que evocaban

paisajes ensoñados y sitios de recreo:

una pampa quebrada y un río como mar.
“Prado”, “Villa Dolores”, “Pocitos” y “Malvín”,

tus amables destinos eran todos de paz...
Las madres, ¡qué injusticia!, te tomaron horror,

sin ver que como ellas llevabas un regazo

para salvar las vidas.

Eras el inmigrante y eras también poeta.
Se afirmaban tus ruedas en surcos relucientes,

y el trolley como un dedo nos señalaba el cielo.
Así te presentante bajo un dosel de plátanos...
Y al grito hospitalario con que te recibimos,

respondió el tintineo de tu voz argentina.
Las calles se alargaron para que más pudieras

lucir tu gallardía. Por allí tu alborozo

se ensanchó como un viento joven de primaveras

que hacía florecer ventanas y portales.

 

  ...Después crecimos juntos pensando en los suburbios.

Yo, acariciando el cielo con mi tacto visual;

tú, sembrando casitas al borde del camino...

como un buen inmigrante que nos hace una América.
  Yo te vi desde entonces, trozo sonoro y ágil

de la ciudad, rodante, cantando todo el día,

cargado de estudiantes, de obreros y empleaditas,

floridas como rejas tus cordiales ventanas.
¡Ventanillas alegres!
¡Cuántas veces por ellas asomé el corazón!
Ventanas do! tranvía, grito primaveral,

alma de la ciudad abriéndose en pupilas.
¿Qué importa que esté triste de polvo y líneas duras

e! barrio que no sueña, si de pronto lo animan,
con perfume de cielo y de mar, las ventanas

frescas de trajes claros, que derraman paisajes
de niños y mujeres que vuelven de la playa?

 

  Estudiante y poeta, y con un libre tránsito

fue entonces que intimamos. Toda mi adolescencia

fue a ti como una mano, porque al muchacho triste

que sale de la clase venias a esperarlo

con tu risa cantante y con tu olor a viaje.
En ti me refugiaba para olvidar los textos,

leyendo a Víctor Hugo mientras tú me llevabas

volando a las afueras a beber los crepúsculos.
  Y luego, anochecido, volvíamos al centro,

yo gustando el martirio de un amor imposible,

y tú, cuando la luna no se encontraba enferma
o le daban permiso de abandonar su lecho,

de tibias nubes blancas,
le corrías carreras de una esquina a otra esquina.
A veces la perdías detrás de una azotea,
o se hundía en un charco jugándote escondidas.
Tú corrías, corrías, corrías sin descanso,
con la absurda esperanza de alcanzarla algún día.
Hasta que al fin, alegre, en la curva imprevista,

volando entre los plátanos de nuevo la encontrabas.

 

Te pareces al cielo, tu vida está en la noche.
Es entonces que todo tu corazón de sol

se desborda hacia afuera con un grito de luz

despertando las sombras.
Te pareces al cielo, por lo múltiple y bello.
Tan airoso en la curva, apareces sereno

como un astro naciente. Juegas en los declives,

abriendo en la calzada dorados abanicos,

mientras en los repechos eres como un navío
o un pájaro nocturno de grandes alas de oro.
Tan lindo es ir contigo, que las mismas estrellas
descienden a tu trolley
para que tú las lleves a correr la ciudad.
Por ti, todas las noches serán noches do estrellas!

 

Tranvía de mi infancia... Viajas en mi recuerdo

como otrora en las sendas <le mi imaginación.

¿Cómo no amarte, si eras un pedazo de día

combatiendo la noche de profundo terror?...
Los insomnios febriles, la alcoba con fantasmas,

el viento que rezonga feroz en la ventana

y la viril vergüenza do confesar el miedo...
Si entonces no moría de soledad y espanto,

era porque llegabas con un rumor de vida,

y metiendo tus dedos de luz. entre las rejas,

estrangulabas monstruos ocultos en la sombra.
Tranvía de mi infancia: mis venas serán rieles

para que siempre llegues hasta mi corazón.

 

Humberto Zarrilli

«Boletín de Teseo» Año I Primera Época Nº 7

Montevideo, 14 de julio de 1924

 

Editado por el editor de Letras Uruguay 

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