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En cualquier noche, una lluvia
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Llueve con aire de importancia, llueve sobre los ojos de la noche. Nadie se angustie por los tejados perdidos, por el asfalto desierto. Duerme el fusil en la garita y Villon consume la canción lejana, la velada roja. Allá en la lengua de los campos llueve en las púas del alambre; crucificaron los pájaros. Nadie se angustie. ¿Quién ha cercado el aroma de la tierra, la voz de los respiros? Ciudad triste, calles de la lluvia, de cocinas silenciosas y casuchas insondables, el reloj vistió el rostro conocido porque es la hora golpeando los cristales. ¿Quién durmió el párpado, aquietó las ropas de las gentes? Nadie se angustie. Comadre luz, no se olvide de acudir, no nos deje en abandono, esto de la lluvia sobrecoge porque hay una lágrima en el pan, dolor de hombre rodea el alma de la mesa. Comadre, borre la tristeza de las cosas ateridas, la cobardía pegajosa de la niebla. Vea como acuden los amigos y graban su sonrisa en los muros de esquinas y cuarteles. |
poema de Ruben
Yacovskí
Revista "Aquí poesía"
Montevideo, Octubre de 1963
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