Que días serán estos

 
SE cumplen hoy 1999 años de aquello...
Cuentan que llegaban los caravaneros del desierto con las voces agitadas, las miradas azoradas y los camellos jadeantes a clamar que era, aquél, un día inusitado sobre la tierra.
Y venían los hombres de todas las direcciones agitando palmas y diciendo en sus corazones palabras de bendición. Decían que andaban los gavilanes por el cielo volando en parejas con las palomas, y que estaban echados juntos al lado de las casas los lobos con las ovejas. Y que los ricos se acercaban a los pobres y les tendían las manos. Uno de los caminantes dijo: Yo he visto con estos ojos míos que un pobre le fue a pedir a un rico cierto fuego que precisaba, porque la mujer había tenido un hijo en la choza miserable y estaba poco menos que muriéndose de frío! Y el rico le señaló el hogar que ardía y le dijo: Toma de ahí lo que quieras. Y el pobre recogió las brasas con las manos como si hubiesen sido nueces, y se las puso en la capa raída para llevarla a su casa. Y ni se quemó las manos ni se quemó la capa... Y, además el rico lo había acompañado hasta la puerta y lo había despedido deseándole la buenaventura, con un beso en la cara y con la mano en alto. Qué días serán éstos, preguntaban los caravaneros y los caminantes asombrados, qué días serán éstos que ni quema el fuego las manos, ni les hacen daño los lobos a las ovejas, ni los gavilanes a las palomas, ni los ricos a los pobres!
Y no acertaban a explicárselo. Pero, allá más lejos, en un sitio pequeño de la tierra, había nacido un niño que iba a tener tan grande significado en la historia del mundo. Y era por eso, por el advenimiento auspicioso, que los hombres y las cosas se habían puesto buenos y que había en el aire como una fragancia de higueras retoñadas y de pámpanos nuevos y de tierra mullida. El llegaba a clavarse como un hito, haciendo resonar palabras únicas más allá del dintel del mundo antiguo. Sin embargo bien pronto los hombres se olvidaron del sentido de su presencia, de la gracia de su misión, de la esencia de su mensaje, del significado de su prédica. Y rechazaron en el fondo sus corazones, que todavía no merecían ser salvados, la merced de su ejemplo y la lección de su fervor.
Pero... es tan lindo recordar, ahora, en este mundo que tiembla de sustos y que arde de enconos, aquel día tan viejo en que llegaban los caravaneros del desierto con las voces agitadas, las miradas azoradas y los camellos jadeantes a decir: qué días serán éstos en que todos los hombres y todas las cosas se han vuelto tan buenos!

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