Prosapia

 
UNO bien sabe que no es lo mismo un hijo de Congreve que un hijo de caballo de jardinera. Pero sabe, asimismo, que ninguno de los hijos de Botafogo sirvió para nada... De manera que la regla tiene sus excepciones. El pedigree -o linaje o prosapia, que se dice en nuestra especie- es otra de las cosas que se demuestran andando. Es de balde que el tipo proclame la ilustreza de su progenie, si no alcanza a destacarla en el gesto, en la palabra, en la tentativa, en el paso, en la intención. Tan difícil resulta mantener armónico y grave -con brillo y con gracia-el cuadro de una fineza, que la sola circunstancia de reconocer, quien lo ofrece, esa fineza, ya desluce y empastela.
La "calidad" trasciende del ángulo de una reverencia, de la naturalidad de una gallardía o de la salvación de una sonrisa.
La "clase" se manifiesta en el rechazo de las ventajas, en la mesura del denuesto, en la dignidad del desafío.
Siempre, los caballeros alcanzaron la espada que se le cayó al adversario, sin dejar de sonreír y tomándola por la punta.
Surge pues, una señoría, tanto de la entraña de un afecto como de la forma de un reto.
El tipo no suele tener en cuenta nada de eso, empero.
Adopta dos actitudes clásicas ante la noción de aristocracia: o la niega terminantemente -desde una actitud en la que se mezclan la incomprensión y el resentimiento- o trata de aparecer como un ejemplo ilustrativo de aquella noción, remitiéndose al nombre de sus antepasados. Y, a veces, neciamente, a la jerarquía de su empleo.
Hincha el pecho el tipo, como cuando se ajusta los tiradores y dice:
-Porque mi bisabuelo, que "ya era un señor..."
La gente cretina lo oye y opina:
-Familia muy antigua. "Viene" de los abuelos.
Como si las demás familias hubieran prendido de gajo.
Pero el tipo inteligente opina, antes bien:
-¡Pensar que este señor es como la zanahoria! Lo único que sirve lo tiene bajo tierra.
Ante la imposibilidad de conseguir no recuerda ahora uno qué cosa le aconsejó un amigo a cierto sujeto, realmente importante:
-Diles quién eres. Si les dicen quién eres, la conseguirás.
Y el otro repuso -justamente porque había llegado hasta acá, procedente de los abuelos, sin perder nada en el camino:
-Si tengo que decirles quién soy, entonces no soy nadie.

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