Enzo Doméstico Kabregú es un pintor italiano radicado en el Uruguay desde hace años. Formó escuela, y no son pocos los discípulos que han aprendido de sus lecciones, el ejemplo de que la pintura es un arte con dificultades a vencer, y no una improvisación o menos feliz.

Muchas exposiciones ha realizado en nuestro país este calabrés, que halló en el sol del Uruguay algo más para quedarse dentro de su paisaje y su figura.

Pero es indudable que Italia ha dejado en él rastros grandes, desde que sus estudios los llevó a cabo en una de sus Academias aprendiendo las disciplinas de la pintura con sacrificio y tesón. La probidad de su arte le califica como estudioso, y si sus cuadros aparentan una fácil pincelada, no por eso deja de observarse la pastosa materia y el cuidado que de ella hace el pintor en la distribución de sus tonos. El tema es primordial en la obra de Kabregú. Sus paisajes y figuras, que trata con un realismo especial, dejan asomar la marca de su trazo. Un trazo seguro, y que sabe aplicarse al acento allí donde precisa consolidar un aporte de estructura.

Pero aun cuando el motivo nuestro predique, en sus cuadros su admiración por la naturaleza del Uruguay, la nostalgia de su pueblo asoma a cada instante. El poema se traduce entonces en esa fértil combinación que cruza la personalidad fuerte de la tierra quemante del Mediterráneo, y la fina calidad que nos alcanza en el atardecer del campo nacional, o en ese camino de Colonia Suiza, para ser más precisos.  

Las 18 telas que expone en la actualidad en Galería Revello, acunan sus virtudes, ya reconocidas en exposiciones que traspasaron las fronteras, para vivir impresiones de públicos exigentes como los de Buenos Aires y Europa. Las figuras humildes siempre contaron con la presencia de su pintura. La maternidad, las lavanderas. el inmigrante, el sembrador y tantas otras, alternaron y aun se hermanan con figuras como Zíngara y desnudos, en los que alienta un desprendimiento de la Academia, y soluciona sus problemas a pasta pura y arrojo en la mancha.

Las plazas y calles poseen de su mano obras de hermosos relieves, tanto en las soleadas tardes, como en las nieblas, que este caso corresponde a un cuadro de Roma, en que este fenómeno natural adquiere verdad potencia y transparencia. Una buena muestra de las que siempre aporta Kabregú dentro de su modalidad. Las casas de Calabria son el retazo de meditaciones y recuerdos de su pueblo. Allí las vecinas salen y se sientan y cosen en rueda, mientras todas las novedades del pueblo corren de boca en boca, y dejan al pintor un motivo que su lápiz primero y su pincel luego, traducen en el idioma objetivo que predomina en esta muestra.